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Mentalidad imparable
Mónica Pascual

Claves para entrenar una mente ganadora.

Mónica Pascual

MENTALIDAD IMPARABLE

¿Juventud y alto rendimiento son compatibles? La apuesta de Luis Enrique en el Mundial de Qatar

Tras el susto ante Japón, está claro: la Selección Española no necesita grandes jugadores sino un gran equipo capaz de resolver problemas inesperados

La apuesta de Luis Enrique en el Mundial de Qatar Selección Española

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad y los 26 jugadores llamados a filas para intentar llevarse la copa del mundo en Qatar la tienen. Son jóvenes, y este mundial nos dirá si, efectivamente, son solo jóvenes o si también son JASP, acrónimo (si has nacido a finales de los noventa seguramente no lo recuerdes) de ‘Joven, Aunque Sobradamente Preparado’. Un poderoso claim con el que Renault inundó los anuncios en aquella década prodigiosa. Eran otros tiempos. Era 1995.

No era casual: los jóvenes de aquella época eran la primera generación que tenía tiempo, recursos y oportunidades de formarse como ninguna otra generación lo había hecho antes. Estaban sobradamente preparados, como, en principio, lo están los hombres de Luis Enrique. Que son jóvenes, muy jóvenes, nadie lo duda. Tienen una media de edad de 25,6 años y ocho son menores de 23 años (Gavi, Pedri, Ansu, Nico Williams, Yeremy, Eric, Ferran y Guillamón).

Que están sobradamente preparados, tampoco. Cuentan con formación, técnica, y la confianza de sus clubes, pero en el minutómetro como internacionales sus cifras descienden. Quizá gracias a eso estén libres de los miedos e inercias que sus predecesores, que acarrearon el peso de revalidar el título de 2010, han arrastrado durante los últimos años. Tienen la ilusión y, aunque la experiencia siempre es un grado, la oportunidad de llegar a lo más alto. Para ello, no necesitan ser grandes jugadores sino un gran equipo. Un Equipo de Alto Rendimiento (EAR), gesta para la que se pasaron de frenada ante Japón en un encuentro en el que pesaron de confianza y donde faltó capacidad para salir de algo más que un susto.

El reto de Luis Enrique es mayúsculo, pero a pesar del pase a octavos in extremis, lo es su confianza. El asturiano siempre ha destacado por su carácter y por aportar siempre su visión personal a su proyecto e ideas, sin dejarse llevar por convencionalismos, dudas y críticas. Gustará más o menos, pero hay que celebrar su capacidad para desoír el ruido que se genera a su alrededor (y que él mismo a veces se encarga de alimentar en la sala de prensa). Sabe que en Qatar no solo nos jugamos un mundial, sino la posibilidad de confeccionar un equipo capaz de ganar más allá de Qatar. Y con Japón vimos que aún queda mucho por hacer para llegar al equipo que merecen ocasiones como esta.

La selección es un equipo que, como otros muchos, transita en un entorno V.U.C.A. De nuevo un acrónimo: este se refiere a Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo. Para todos estos jóvenes y para el técnico, el Mundial es un entorno que no se elige, sino que toca, y la única manera de mantenerse en él y avanzar es formar un gran equipo. ¿Lo consiguen todos los equipos? No. Se estima que tan solo entre un 6% y un 8% de los equipos que inician proyectos llegan a estos niveles de excelencia.

La cifra no es mía, es del Dr. Tuckman, que en los sesenta estudió los equipos para identificar de qué manera podían desarrollarse hasta alcanzar sus cotas de máxima efectividad o rendimiento. Inicialmente detectó cuatro fases, a las que más tarde se añadiría una quinta. Por encima de ellas, la labor del líder, que debe adaptarse al nivel de madurez del equipo, de la misma forma que un padre se adapta al nivel de madurez que su hijo va teniendo a lo largo de su desarrollo. Veamos cuáles son estas fases:

1.- La fase del forming o del conocimiento

Equipo, líder; líder, equipo. Hay que presentarse, conocerse. Es el momento en el que debemos trabajar en el propósito del equipo, el ‘para qué’ estamos ahí, por qué y dónde queremos llegar (muy importante) juntos. No solo hablamos de dónde, sino cómo queremos hacerlo. ¿Qué valores nos distinguen y nos rigen? Los Equipos de Alto Rendimiento (EAR) pueden ganar o perder, pero nunca renuncian a sus valores o su esencia. Es una fase en la que se marca el camino y sus límites.

2.- La fase de storming

Es sin duda la fase más compleja de un equipo de alto rendimiento. El camino está marcado, pero no es estable. Es el momento de abordar el cómo, es decir, la manera para alcanzar esos objetivos. Durante el desarrollo surgen conflictos, formas de ver u obstáculos entre los miembros. Tormentas (storms) que pueden alterar su equilibrio. Es la fase más compleja. De hecho, el 80% de los equipos que aspiran a ser EAR no logra superar esta fase, pero sin ella no se puede avanzar.

3.- La fase de norming

El equipo tiene la capacidad de integrar hábitos, es eficaz, pero no siempre eficiente. Hay resultados, pero no es infalible. Falta un grado de madurez y eso es lo que toca en esta etapa: madurar. La imagen de un niño que ya no es niño y debe empezar a no depender de sus padres o mentores nos ayuda a entender qué momento es este. En esta fase es muy importante trabajar en los quick wins, pequeños éxitos que refuerzan el avance del equipo hacia el alto rendimiento. Sirven para anclar lo aprendido mediante poderosas palancas de confianza. El gran desafío en esta fase no es tanto del equipo como del líder.

4.- La fase del performing o fase del alto rendimiento

Por fin, llegamos hasta lo más alto. Máximos resultados, menor esfuerzo, como los tiempos dorados en los que la Roja era incontestable. Al margen del resultado, el conjunto funcionaba perfectamente, como un engranaje. Como apuntábamos al inicio, solo llegan entre un 6% y un 8% de los equipos. La pregunta es: ¿lo conseguirán los chicos de Lucho? De momento, habrá que esperar a mañana para ratificar si ‘habemus o no habemus’ equipo. Si quieres saber cómo se conjura un equipo de alto rendimiento, no te pierdas este vídeo.