Cómo ganarle la partida al miedo
El miedo es la emoción más poderosa que existe. ¿Cómo podemos vencerla?
Hay que perderle miedo al miedo. Para ello, lo primero que tenemos que hacer es saber identificarlo cuando lo sentimos. ¿Qué es el miedo y cómo se manifiesta? El miedo es una emoción desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o imaginario, presente, futuro o incluso pasado.
Hay miedos irracionales o patológicos: a los payasos, las ratas, a conducir, a volar en avión, las alturas, etc. Son miedos que nos paralizan. Hay otros miedos que son ‘normales’ y que surgen como una reacción necesaria ante una situación potencialmente peligrosa. En esos casos, el miedo es un mecanismo que nos ayuda a permanecer alerta. Son miedos que nos activan. En líneas generales, podríamos decir que es como el temor a que suceda lo contrario a lo que deseamos.
El miedo necesario
Como sociedad, tener miedo (y reaccionar ante él) nos ha permitido llegar hasta donde hemos llegado. Gracias al miedo, armamos estrategias para detener o esquivar aquello que consideramos que puede suponer un riesgo. Por ejemplo, el miedo al frío invierno abastece nuestras despensas o nos hace reducir la velocidad en caso de lluvia. De hecho, la prudencia es una forma de miedo que nos protege.
El miedo es una emoción personal e intransferible, pero al mismo tiempo es muy contagiosa. Y eso es lo que la hace tan poderosa. De hecho, el miedo se ha utilizado a lo largo y ancho de la historia (por la religión, la política, etc.) como una herramienta para movilizar a las comunidades. Porque podemos sentir el miedo como individuos, pero podemos sentir miedo también como colectivo.
El miedo nace con nosotros. Es algo innato. Tememos no sobrevivir y también tenemos morir. Pero en el fondo, subyace un único miedo: miedo al cambio, a lo desconocido. A salir de una cierta zona de confort. Teniendo en cuenta la máxima de ‘el cambio es la única constante’, ¿cómo podemos perder el miedo al miedo? Pues lo primero es no negándolo.
Por qué no negar el miedo
Es muy importante no negar el miedo. El momento en el que decimos a alguien ‘no tengas miedo’, lo que estamos haciendo es aumentar ese miedo porque no le damos el espacio que necesita. Es como si le quitásemos el oxígeno y este tuviera que expandirse para buscarlo. Si negamos el miedo, negamos la reacción a ese mismo miedo. Es necesario aceptar que existe para poder articular una respuesta a ese miedo. En este contexto, el lenguaje es muy importante. Es la forma en la que abrimos y cerramos posibilidades para vencer el miedo.
¿Si no podemos negarlo? ¿Qué hacemos con el miedo? Pues reducirlo. Darle el espacio y tamaño que merece, ya que muchas veces el miedo crece por una tendencia hacia el catastrofismo o la negatividad. “Va a salir mal”, “no voy a poder”, “No lo conseguiré”. Imagina que el miedo fuera un balón gigante que nos acompaña a todas partes. Si el miedo es desproporcionado, lo que hacemos es no movernos. Nos paralizamos. Por eso, lo que tenemos que hacer con el miedo no es eliminarlo. Sino de ser capaces de reducirlo hasta que tenga el tamaño adecuado para enfrentarlo y superarlo. ¿Y qué hay que hacer para enfrentar el miedo? Aprender, conocer, saber.
Cómo gestionar el miedo
En primera instancia, con conocimiento. Por ejemplo, si no sabes hablar en público, lo mejor que puedes hacer es recibir un curso de oratoria. Y a partir de ahí, practicar y recibir mucho feedback. Eso te permitirá mejorar cada día. Esa es la herramienta más poderosa. Cuando un niño empieza a aprender a ir en bici sin ‘ruedines’ tiene miedo a una caída, por eso lo más importante es que practique y practique hasta adquirir ese conocimiento. Con práctica, el miedo se reduce.
En ese aprendizaje, habrán caídas. Pero son necesarias. Hemos de normalizar el fallo si de verdad queremos tener un margen de mejora. ¿Qué sucede si el miedo persiste en un individuo o equipo que ya ‘ha aprendido’, que es senior, y tiene el conocimiento adquirido? Pues la herramienta más importante es la confianza, entendida como dar responsabilidad a quien está aprendiendo.
La confianza nada tiene que ver con la sobreprotección o con eliminar situaciones complejas. La confianza es un anclaje poderoso para llegar al alto rendimiento. Jamás encontraremos un directivo o un deportista que no tenga una gran autoconfianza en lo que está haciendo. Por ejemplo, jugar la final de un Mundial es una gran responsabilidad. ¿Qué ocurriría con esos jugadores si no tuvieran confianza? Tienen miedo, sí. ¿Necesitan conocimiento? Muy poco. ¿Necesitan confianza? La tienen, por eso están ahí.
¿Qué es lo que necesitan?
Una buena dosis de motivación para enfrentarse a algo que es tremendamente complejo. Es esa energía emocional la que nos predispone para enfrentar esa situación exigente. Pero, alerta, es importante insistir en que de nada sirve una gran dosis de motivación si la persona o el equipo están en una fase inicial de aprendizaje. Todos estos vídeos motivadores que muchos jugadores o muchos equipos ven antes de una gran competición no lo podemos trasladar a un equipo de niños que empiezan a jugar al fútbol. Eso los descontrolaría completamente.
El miedo, en definitiva, se trabaja con tres herramientas: conocimiento en la fase inicial, confianza en una fase intermedia y motivación en una fase final de alto desempeño.
Si en algún momento has sentido que el miedo al fracaso te bloquea y te impide concentrarte en la prueba haciendo que cada competición se convierta en un auténtico suplicio, te invito a que a aprender de las derrotas en este post especial sobre el miedo al fallo.