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Pérez-Payá, al Madrid con coche atlético

La afición rojiblanca quedó indignada por su traspaso al eterno rival y porque nunca devolvió el automóvil que le había regalado el presidente.

Ramallets, Matito, Garay, Campanal, Mauri, Zárraga y Carmelo. Mañó, Pérez Paya, Kubala, Rial y Gento. Debut con la Selección contra Inglaterra.

Con Cristiano en todas las discusiones por sus tratos con el Atleti viene a la memoria Pérez Payá, que las provocó peores muchos años atrás cuando dejó el Metropolitano para irse a Chamartín… en un lujoso coche recién regalado por el presidente atlético.

José Luis Pérez Payá nació en cuna futbolera. Su padre, Ángel Pérez Soler, fue el gran prócer del Alcoyano: fundador, jugador, entrenador y presidente del club cuando éste apareció en Primera División, en la 45-46. El chico, José Luis, jugaba bien. Era un delantero con buena planta, movilidad y gol. En 1948 fue campeón de España de aficionados con el Serpis, algo así como el filial del Alcoyano, batiendo 4-0 al Indauchu en el Metropolitano. Aquella fecha fue tan celebrada en Alcoy como la del ascenso. Para entonces jugaba en el Barakaldo, en Segunda División. Tenía ficha de aficionado, lo que le permitía tomarse esas libertades. Si estaba en el Norte era porque el padre le había enviado a la Universidad de Deusto a hacer Derecho y Empresariales.

Ya licenciado, volvió a casa y se integró en el Alcoyano en la 49-50, en Segunda, aunque no terminó la temporada, porque a mitad de la misma pasó a la Real, ya en Primera, como refuerzo sobre la marcha para evitar el descenso. Debutó con dos goles al Madrid en Chamartín. La Real se salvó y él fichó por el Atlético de Madrid. Quería preparar oposiciones a funcionario y le venía bien vivir en Madrid. Además el Atleti era el campeón de Liga, con Helenio Herrera de entrenador.

Así que se instaló en el CEU, cerquísima del viejo Metropolitano, al que podía ir andando. Siempre como ‘amateur’, lo que le permitía saltarse algún entrenamiento o amistoso entre semana. Sólo obraba las primas: 300 pesetas por victoria en casa o empate fuera y 500 por victoria fuera. Fue el eje de la célebre ‘delantera de cristal’, Juncosa, Ben Barek, Pérez Payá, Carlsson y Escuredo. (Heredera de la ‘de seda’: Juncosa, Vidal, Silva, Campos y Escuredo). En su primera temporada ganó la Liga, con 14 goles, número que repitió en la segunda, en la que ganó el Trofeo Eva Perón. En la tercera sacó la oposición a costa de jugar algo menos.

Con plaza en el Estado asegurada, pensó que había llegado la hora de ganar dinero con el fútbol y pidió un contrato profesional. Pero el presidente, Benítez de Lugo, Marqués de la Florida no lo consideró le dio largas y le regaló un coche pensando que eso le conformaría. Un coche no era poca cosa en el verano de 1953. Aún estaba por sacar su primer coche la SEAT, eran todos de importación y muy poca gente tenía acceso a uno.

Pero el padre del jugador habló con Bernabéu, del que era amigo del roce en el palco y por la inclinación que tenía el patriarca blanco por todo lo alicantino. Se pusieron de acuerdo y firmó cuatro años (entonces tenía 25) como profesional con el Madrid. Llegó al Madrid la misma temporada que Gento y Di Stéfano.

La afición atlética quedó indignada porque no devolvió el coche, que consideraba justa recompensa a su rendimiento de esos años. Aquello constituyó a su vez motivo de chanza en boca de los madridistas y provocó más de una pelea en bares. Florida, del que Helenio Herrera dejó escrito en sus memorias que “era un hombre tan rico que se creía inteligente”, quedó desairado.

Pérez Payá debutó el mismo día que Gento, ante Osasuna. Alternó con Olsen y Molowny como interior y ocasionalmente llevó el nueve, su número en el Atlético, desplazando a Di Stéfano al interior izquierdo. (Existen algunas fotos de Di Stéfano jugando con el 10, de ese año). Marcó sus goles y hasta fue dos veces internacional en aquella época de escasísimos partidos de la Selección. Ganó sus dos primeras ligas como madridista y en la tercera temporada estuvo en el debut del equipo en la Copa de Europa, en Servette. Pero no llegaría a completar su contrato. Llegó Rial, de la cantera salieron Mateos y Marsal, de modo que el puesto de interior se puso caro. Di Stéfano era inamovible e infatigable. Además le ofrecieron un puesto importante: Delegado Provincial de Trabajo en Castellón, lo que daba un gran impulso a su carrera en la administración. Tenía 28 años y allá que se fue con el coche de Florida. Acertó, porque con sólo 34 volvería a Madrid como Subdirector General de la Inspección de Trabajo, un cargazo. Hizo una gran carrera en el Estado y con los años volvería al fútbol como presidente de la Federación. Haría seleccionador a Kubala.