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ME GUSTA EL FÚTBOL

A La Liga se le caen muchos cromos

Nuestras plantillas se abaratan, se empobrecen. Ya no es sólo el poderío de magnates y jeques de la Premier, ni siquiera podemos competir ante la Saudi Pro League.

Actualizado a
Sergio Canales

El otro día me chocó conocer que el Betis traspasaba a Canales a los Rayados de Monterrey por 15 millones. Le pregunté a Tebas y me dio una explicación lógica: “Acababa contrato en un año, le pagaban bien y al Betis le valía ese dinero”. Caso explicado, pero yo lo que vi era un cromo que se despegaba de LaLiga para volar a un fútbol de menos fuste. Y se suma a más cromos caídos, comenzando por el de Benzema.

Del Villarreal se van Pau Torres al Aston Villa, Nicolas Jackson al Chelsea y Samu Chukweze al Milán. El Bilal se va del Almería al Atalanta. Kondogbia deja el Atlético por el OM. El PSG ya se nos llevó a Asensio, luego al coreano Kang-In-Lee, figura del Mallorca, ahora a Dembelé, Busquets y Jordi Alba están en Miami.

Cromos que se caen del álbum de LaLiga. ¿Y qué viene a cambio? El Barça, que ya el año pasado ya acudió al outlet por Lewandovski, repite jugada con Gundogan. El Atleti anda, más que tratando de fichar, intentando colocar a Joao Félix y Morata. Fichaje de volumen sólo hay el de Bellingham por el Madrid, 103 millones; él y el joven y bien publicitado turco Guler son los únicos que han alegrado el mercado. Cuando cierro esta columna la Premier lleva invertidos 1.370 millones en fichajes; la Serie A, 549; la Ligue 1, 475; la Bundesliga, 451; la Saudí Pro League, 409, y LaLiga, 254, la mitad a cuenta del Madrid. De hecho, en conjunto, LaLiga lleva un saldo positivo de 53 millones, pues ha vendido por más de lo que ha comprado.

Nuestras plantillas se abaratan, se empobrecen. Ya no es sólo el poderío de magnates y jeques de la Premier, ni siquiera podemos detenernos en un segundo competidor sin tasa, la Saudi Pro League, la realidad es más cruda: todos los campeonatos de nuestro alrededor nos están adelantando. Tebas debe atajar eso. Llegó a nuestro fútbol cuando este vivía una situación horrorosa. En la 13-14 LaLiga tenía una deuda con Hacienda de 750 millones, 32 de los 42 clubes estaban en concursal, la deuda con la banca era de 1.000 millones, los clubes se debían 500 entre sí, cerca de 500 jugadores sufrían impagos por un monto total de 79 y amenazaban huelga. Todo impresentable. El Plan de Saneamiento, aplicado con rigor y años, adecentó eso, nuestro fútbol creció y los derechos de televisión se dispararon gracias, hay que decirlo, a Messi y Cristiano y a un periodo de rivalidad Madrid-Barcelona sin igual que tiró de todo. Y a más a más, con La Roja triunfando.

Pero demasiados clubes se han acostumbrado a que los derechos televisivos les resolvieran todo y no han creado infraestructura y marketing que les permita crecer, de ahí que el crédito de CVC haya ido condicionado a que el 85% se invirtiera en trabajar esos conceptos. Por otra parte, Hacienda, que en los años de los Galácticos fue tan favorable con la Ley Beckham, ahora le da a nuestro fútbol un trato más severo que el del fisco de nuestros grandes competidores, en los que hay diferentes escapatorias que aquí no existen. Es un terreno muy variable, dentro mismo de España hay diferencias por comunidades.

Pero grosso modo se puede decir que para que en LaLiga un jugador cobre 10 millones netos su ficha tendrá para su club el costo bruto de 18,9 millones; en Alemania, ese costo será de 17,2; en Reino Unido, 16,2; en Francia, 14,2 y en Italia, 14 prácticamente exactos. La Premier y la Seria A se endeudan, aparece la Saudi Pro Arabia… Mientras, LaLiga sigue en un plan de austeridad que la llevó a su mejor época, pero los tiempos cambian y ya son muchos los que empiezan a hablar de austericidio. El Barça, aunque no tiene derecho a quejarse de nada, reclama mano ancha en el fair play financiero porque de otra forma no podrá salir del hoyo y a nadie conviene que eso ocurra. El Madrid está firme, tanto como para que imaginemos a Mbappé en septiembre entre nosotros, pero con eso no basta. LaLiga ha podido llegar a ser cosa de tres, incluso de dos, pero no lo que ya no puede ser cosa de uno.