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ME GUSTA EL FÚTBOL

A los Juegos con 15 vascos, tres gallegos y tres catalanes

La lista de la selección para Amberes 1920 tuvo bajas sorprendentes.

Pose de los llamados equipos de Probables y Posibles en un ensayo durante la concentración. De rayas, los dos porteros, Eizaguirre (izquierda) y Zamora, en los extremos. Sobre este, René Petit.

Tras los pinchazos de Vigo y los partidos prometedores en Bilbao, en Irún llegó la definitiva seriedad para la selección española de cara a los Juegos de 1920, con dos encuentros y 10 días de concentración.

Días gratos: diana a las diez, paseo, comida a las doce, siesta, entrenamiento, paseo o cine, cena a las nueve y retreta a las doce. Por allí pasaron hasta 33 preseleccionados. Vida de felices veraneantes. La convivencia limó asperezas entre vascos y no vascos y entre vizcaínos y guipuzcoanos. Incluso hubo un día en que improvisaron una partida de bandoleros, para asustar por las carreteras.

Pero hubo bajas sensibles. Una fue el defensa Moncho Encinas. No obtuvo permiso de su empresa y ni regresó de Vigo tras el primer ensayo de San Mamés. Peor fue la de Alcántara, goleador del Barça cuyo récord ha durado nada menos que hasta Messi. En sus memorias cuenta que se enamoró y prefirió quedarse con su amada.

Y peor aún la de René Petit, al que Francia reclamó para el servicio militar. Hijo de francés y madrileña, nació accidentalmente en Dax, donde la madre tomaba las aguas, pero la familia residía en Irún y él nunca se sintió otra cosa que irunés y español. Estudió en Madrid, primero en el Pilar y luego en la escuela de Ingenieros de Caminos. Jugó en el Madrid con Bernabéu y en el Real Unión. Nadie pensó en su nacionalización y le reclutaron ese verano. Ya su hermano Juan había sido llamado en el 17 y regresó herido de la Gran Guerra, lo que le retiró del fútbol. René jugaría en Amberes con Francia. Adquirió la nacionalidad española en 1927, vivió para siempre en Irún y como ingeniero hizo obras célebres. Le describen como un jugador extraordinario, avanzado a su época en la concepción de juego. Bernabéu siempre dijo que los mejores jugadores de la historia del Madrid fueron René Petit y Di Stéfano.

La lista final costó forcejeos en el seno del Comité Técnico. Ruete tiraba por los del Athletic, Berraondo por los de la Real, Bru, barcelonés, por los del Barça, y Luis Argüello, presidente en funciones de la descabezada Federación, y Manuel Castro, el periodista vigués que siguió toda la preparación, por los gallegos. Fue especialmente debatida la portería, donde Eizaguirre fue considerado el mejor hasta la irrupción de Zamora, que sólo tenía 19 años. Finalmente salió esta la lista con 11 titulares y 11 reservas, citados como se hacía entonces, tres-tres-cinco. Al portero se le consideraba parte de la defensa.

Titulares: Zamora (Barcelona), Otero (Vigo Spórting), Arrate (Real Sociedad); Samitier (Barcelona), Belauste (Athletic), Eguiazábal (Real Unión); Pagaza (Arenas, aunque ya fichado por el Racing de Santander), Sesúmaga (Barça), Patricio (Real Unión), Pichichi (Athletic) y Aedo (Athletic). Pichichi volvía del viaje de bodas y su padre, alcalde de Bilbao, esperaba de él que sentase de una vez la cabeza y dejase esa gamberrada del fútbol. Pero la ausencia de Alcántara le abría plaza de titular y sus compañeros le animaron.

Suplentes: Eizaguirre (Real Sociedad), Carrasco (Real Sociedad), Vallana (Arenas); Artola (Real Sociedad), Sancho (Barça), Sabino (Athletic); Moncho Gil (Vigo Spórting), Vázquez (Rácing de Ferrol), Ramón González (Fortuna de Vigo), Silverio (Real Sociedad) y Argüelles (Sporting).

Quince vascos (Sesúmaga y Vázquez lo eran, aunque jugaban fuera), tres gallegos, tres catalanes (Sancho nació en Valencia, pero al año fue a Barcelona) y un asturiano.

Ni madrileños ni andaluces ni valencianos, salvo ese rastro de Sancho. Valencia aún no contaba. Madrid y Sevilla, sí, pero jugaban en campo de tierra y se prefirió, con lógica, que dominara el fútbol de la España verde. Ricardo Álvarez, del Racing de Madrid, era un superclase, pero fue desechado por profesional. También lo eran Zamora, Samitier y Sesúmaga (el primero se lo quitó el Barça al Español y el tercero al Arenas) y varios más. Pagaza estaba ya fichado por el Racing de Santander para después de Amberes. Pero estos eran profesionales camuflados, mientras que el Racing de Madrid abogaba por el profesionalismo y eso mató a Ricardo Álvarez. El Madrid tenía un gran extremo, De Miguel, pero la Federación Madrileña era débil y no tuvo padrinos.

La única presencia del fútbol madrileño fue Isidro, el utillero del Athletic de Madrid, colado por Ruete. Se viajaba el 10, desde Irún, con tres contratiempos. Arguelles no compareció, se había vuelto a Gijón, sin explicaciones. No le gustaba el ambiente y se esfumó. Ya inscrito, no se le pudo sustituir. Tampoco viajó Eizaguirre, pretextando obligaciones en su tienda, una sastrería-camisería. Como se verá más tarde, no le hizo gracia su papel de suplente. Se comprometió a llegar antes del primer partido, con Luis Argüello, que tenía trámites que resolver en Madrid. A Ramón González le subieron al tren tras muchas dudas, pues tenía fiebre. Así que de los 22 viajaron 20, uno de ellos enfermo.