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La primera visita liguera del Madrid al Levante

Santiago Bernabéu quiso tener un filial en el Mediterráneo. Consiguió una cláusula que le daba derecho de tanteo para fichar a cualquier jugador surgido en el Levante.

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Antonio Calpe, jugador del Levante en los sesenta.

Llegaba la penúltima jornada de la 63-64 y la afición del Levante estaba entusiasmada. Era la temporada del debut en Primera, y a falta de dos jornadas había asegurado la permanencia, justo el domingo anterior, con un 2-2 en Elche. Para celebrarlo, recibía la visita del Madrid que, a su vez, acababa de cantar el alirón. Ahora, decía la gente, a ganar al Madrid. Las peñas incluso hicieron una colecta para dar una prima extra al equipo si lo conseguía. Había incluso quien hablaba de aumentar la prima si la victoria era por más de un gol.

Y eso que no había nada contra el Madrid, sino al revés. Bernabéu había apoyado mucho al Levante en años recientes, cediéndole jugadores estimables. Primero el interior Simón, paisano suyo de Almansa. Luego, Montejano, un estupendo medio al que persiguieron las lesiones. No se llamaba Montejano, ese era un apodo con el que empezó a jugar clandestinamente. Se llamaba, y se llama, Santiago Gómez Pintado, y no es otro que aquel que no hace tanto se presentó a la presidencia del club blanco con el reclamo de Bueno para el Madrid. Luego, Joseíto, ya veterano, pero ganador de las primeras Copas de Europa con Di Stéfano. Y más tarde, Gento III, que contribuyó al histórico ascenso. Gento tenía dos hermanos, Julio y Toñín, Gento II y Gento III para el fútbol. A los dos los fichó Bernabéu, pasaron por el filial, el Plus Ultra, y jugaron algún amistoso con el Madrid. Hicieron estimables carreras a caballo de Primera y Segunda.

No, no había nada contra el Madrid, pero hacía ilusión ganarle. Además, no hacía ni un año que los blancos habían pasado por allí, en octavos de la Copa, y habían ganado 1-4. No importó demasiado, porque para aquellas fechas el Levante sólo pensaba en la promoción ante el Depor que le podría llevar al ascenso, como así fue.

Así estaba el ambiente cuando se produjo una decepción: el Madrid iba a viajar con suplentes. Tres días después tenía en Zúrich la ida de semifinales de Copa de Europa, así que decidió reservar. Ahora diríamos rotar. A Valencia no irían ni Amancio ni Di Stéfano ni Puskas ni Gento. Tampoco Muller ni Santamaría. Sólo tres titulares, Zoco, Pachín y Felo. Más Félix Ruiz, que reaparecía tras una fractura de clavícula sufrida 80 días antes, ante el Milan, por una zancadilla de Rivera.

A pesar de eso, el 19 de abril el viejo campo de Vallejo reventaba de un público deseoso de aplaudir a sus héroes.

El partido empezó con una desgracia. En el 11', Félix Ruiz penetra en el área, le zancadillea Pedreño y cae... sobre la clavícula. La misma caída que cuando se le cruzó Rivera. Tiene que salir del campo. Es penalti, lo tira Evaristo y lo para Fernández. Pero la gente piensa en Félix Ruiz. Era un jugador joven querido, había ido a la selección, y esa repetición de la fractura en la clavícula dejó mal cuerpo a todos.

El partido quedó raro. Lo resolvió un golazo de Manolín Bueno, en jugada magistral, en el 35'. En la segunda parte se embroncó. Domínguez y Felo fueron expulsados por agresión mutua. El Madrid, con nueve contra diez, se defendió como gato panza arriba, con buena actuación de su tercer portero, el entonces semidesconocido Betancort.

Pero eso no agrió las relaciones entre los clubes. De aquel equipo el Madrid fichó al lateral Antonio Calpe, jugador de dinastía: su padre y su hermano también fueron jugadores granotas. Calpe sería pieza importante en el Madrid ye-yé, que estaba por aparecer. Con el fichaje, el Madrid cedió a Echarri y Bernabéu consiguió una cláusula que le daba derecho de tanteo para fichar a cualquier jugador surgido en el Levante. En realidad, según me comentó un colaborador suyo, Bernabéu siempre tuvo la idea de tener un Plus Ultra junto al Mediterráneo. De ahí tanta cesión al Levante. Siendo aquella zona más próxima geográficamente al Barça, quería contrarrestar.

Aquel convenio no dio mucho de sí, y Bernabéu pasó después a apoyarse en el Castellón, con cuyo presidente, Emilio Fabregat, El Onassis de El Grao, hizo gran amistad.

El Castellón llegó a jugar una final de Copa en la 72-73, una temporada en la que la mitad de su plantilla era de cedidos del Madrid, o exmadridistas a los que Bernabéu empujó discretamente allí. Entre ellos, Vicente Del Bosque.