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Los deberes por hacer

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Tomás de Cos
Nadal volvió a hacer una hombrada sin par. Y en su decimosexto duelo contra Federer eclipsó a los aficionados al deporte. Lo hizo dibujando incómodas parábolas y ángulos imposibles, buscando hasta la saciedad el revés de su rival. El genio de Manacor realizó un encuentro intachable, ganado a la heroica, tras ejecutar a la perfección el plan diseñado junto a su tío Toni. Su capacidad para ponerse el uniforme de guerrero y seguir al pie de la letra una estrategia determinada hace a Nadal aún más grande. Es el complemento perfecto a su talento precoz y su garra infinita.

Todo lo contrario que Federer, fino estilista que lo fia todo a su enorme calidad técnica. Ningún otro jugador alcanza su nivel de excelencia, pero su juego desordenado, improvisado en momentos de ansiedad, juega a menudo en su contra. Al igual que su tendencia a la evasión. Le sucedió en Estoril y en Montecarlo y volvió a ocurrirle ayer en Hamburgo. De otra manera no puede explicarse la remontada, como el propio Nadal reconoció a pie de pista. Esto no resta un ápice de mérito al español, que sabe como nadie llevar al suizo al estado de ansiedad en el que pierde los papeles.

Nadal sale muy reforzado de Hamburgo, el único torneo sobre tierra batida que aún no lucía en su palmarés y en el que el de Basilea dejó su récord de victorias consecutivas en 81. Sobre arcilla su supremacía es absoluta, casi insultante. Su cuarto título en Roland Garros es cuestión de días. El hecho de que los encuentros sean al mejor de cinco sets, le confiere el título de antemano. Salvo que sufra una lesión inoportuna. A Federer más le vale trabajar con el vídeo, llamar al sabio Pepe Higueras y aceptar sus consejos como si de órdenes se trataran. Porque a Nadal (como a Djokovic) no les puede ganar sin tener un plan de juego. El mejor tenista de la historia sigue teniendo los deberes por hacer.