En el último suspiro, con once jabatos acalambrados y arrinconados por un ejército de germanos embravecidos por 40.000 fieles que bramaban desde las gradas del Neckarstadion pidiendo sangre sin esperar siquiera a la tanda de penaltis.
A Kroos le despide del fútbol profesional la selección que mejor ha representado y representa el buen juego que él ha cuidado tanto, España.
El gol de Torres. El testarazo de Puyol. El set de La Cartuja. Y, ahora, el cabezazo de Mikel que silenció a Stuttgart y a todo el país.
España jugó en silencio, pero tenía un demonio en el campo que olió la sangre y desbordó una y otra vez, y otra más.
Han pasado casi tres lustros desde el remate de Puyol a Alemania en Sudáfrica 2010 y este viernes lo reviví en Stuttgart...
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