Tazio Nuvolari fue uno de los mayores mitos del automovilismo antes de la llegada de la F1 y entre sus proezas está el triunfo en el GP de Alemania de 1935.
"¿Es consciente de que por su forma de conducir puede morir cualquier día en la pista?", le espetó un alto jefe de la Wehrmacht, las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi, a Nuvolari. El menudo piloto italiano miró al gerifalte desde sus 155 centímetros y le preguntó: "¿Y usted dónde cree que morirá?". "¡Espero que tranquilamente en mi cama!", soltó entre altisonantes carcajadas el militar. Tazio sonrió y zanjó la conversación con un definitivo: "¿Y no se pone nervioso cada noche cuando se va a dormir a la cama?".
Nacido en 1892 en un pequeño pueblo, Castel d’Ario, a 19 kilómetros de Mantua, Tazio Giorgio Nuvolari llegó al mundo en una familia de agricultores que vivían cómodamente pero sin mayores lujos. Este menudo transalpino de 155 centímetros y aspecto enfermizo acumuló éxitos como victorias en la Mille Miglia, el Europeo de pilotos, las 24 Horas de Le Mans... pero pasó a la historia como un genio absoluto del pilotaje y múltiples anécdotas que parecen simplemente... mentira. Este reportaje recuerda la figura de uno de los mejores pilotos que se han puesto al volante de un coche y que llegó al cénit en 1935 cuando humilló al nazismo en Alemania en una afrenta que muchos comparan con la heroicidad de las cuatro medallas de oro de Jesse Owens en los JJ OO de Berlín de 1936 delante del mismísimo Adolf Hitler.
Nuvolari empezó con 28 años en el motociclismo y durante varios años las dos ruedas ya conocieron de sus proezas. A modo de pincelada, un primer ejemplo de lo que era Tazio. En el GP de Monza, corriendo con el poderosos equipo Bianchi, sufrió un tremendo accidente en los entrenamientos con el resultado de las dos piernas rotas. Le enyesaron ambas hasta casi la ingle y le mandaron a su casa. Al día siguiente apareció en la parrilla... atado su motocicleta y mantenido erguido por sus mecánicos. Se dio la salida y Nuvolari ganó pidiendo a gritos a los miembros de su equipo que vinieran a sujetarlo de nuevo al final para no caerse al suelo al no poder apoyar los pies. Con 32 años las cuatro ruedas empezaron a disfrutar con un talento único descubierto al volante de ambulancias de la Cruz Roja y camiones y coches del ejército italiano en la Primera Guerra Mundial. Relatar las proezas de Nuvolari daría para un libro entero y la mejor manera de acercar la figura del 'Mantuano Volador' es a través de historias de sus carreras y, por supuesto, de 'la victoria imposible', ese éxito que seguramente sea lo más increíble que se haya visto nunca en la historia del automovilismo.
En 1935 se disputaba un GP de Alemania muy especial para los alemanes en pleno esplendor del Tercer Reich con Hitler recién confirmado como Fuhrer. 300.000 fanáticos nazis, muchos de ellos funcionarios y miembros de las SS y de la Gestapo. Meses antes se había producido un cambio de reglas en el automovilismo para las llamadas 'máquinas especiales' buscando poner freno al exponencial crecimiento de potencia de los motores comprimidos. Se limitaba a 750 kilogramos el peso de los coches y a 3.360 centímetros cúbicos la cilindrada (elevada a 3.900 cc. en 1935). Esto significaba una potencia aproximada de 355 caballos a 5.800 revoluciones. Mercedes Benz y Auto Union, que contaban con el respaldo y el apoyo financiero nazi (se habla de 450.000 marcos de la época), eran los grandes beneficiados de estos cambios y la idea nazi es que su poderío los convirtiera en los mejores automóviles del mundo
"Era un hombre que no claudicaba nunca"
Enzo Ferrari
El 28 de julio, el circuito largo (Eifel) de Nurburgring (22.810 metros) al que los pilotos darían 22 vueltas se preparaban para una gran fiesta de exaltación aria con tres coches Mercedes pilotados por Fagioli, el aristócrata Manfred Von Brauchitsch y Caracciola, y tres Auto Union con Stuck, Rosemeyer y Varzi. Frente al poderio germano se presentaba Nuvolari al volante de un Alfa Romeo P3 modificado... y 100 CV menos de potencia debido al esfuerzo militar hecho por la marca italiana en la guerra de Abisinia que había retardadolos proyectos y la construcción de nuevos modelos. El pequeño genio italiano exprimió su máquina conduciendo como poseído y fue pasando rivales germanos hasta que llegó a la última vuelta segundo tras Von Brauchitsch. Empujó y empujó presionando al alemán que destruyó sus neumáticos al llevar al Mercedes más allá del límite.
“Me di cuenta de que me perseguía el demonio”, confesó Von Brauchitsch. Nuvolari cruzó la meta victorioso, detuvo el coche y entregó a los organizadores una bandera italiana cuidadosamente doblada que llevaba en el habitáculo para que la izaran en el mástil. Salió a la carrera con la idea fija de que iba a ganar, pese a la inferioridad mecánica. La leyenda de la gesta relata que también les entregó un disco con la 'Marcha Reale', por entonces himno transalpino ya que nadie pensó que había que tener los del resto de participantes que no fueran alemanes. Otras fuentes aseguran que los alemanes pusieron en el podio la canción napolitana 'O Sole Mio'... que fue la única en italiano que encontraron.
“Me di cuenta de que me perseguía el demonio”
Manfred Von Brauchitsch, aristócrata y piloto de Mercedes
Nuvolari fue un piloto único. Llegó a ponerse a 360 km/h en un coche en los años 30, ganó una Mille Miglia apagando durante muchos kilómetros los faros y conduciendo a velocidad endiablada por la noche para sorprender a su rival, tapó un agujero en el depósito con un chicle, llegó a intentar terminar una carrera sentado sobre una bolsa de naranjas y limones tras arrancar su asiento y ver como su coche se caía literalmente a trozos o salvó milagrosamente la vida tras impactar a 150 por hora contra un ciervo (embalsamó después su cabeza y la colgó en su casa de Mantua) y aún así ser capaz de controlar el coche justo antes de empotrarse contra un muro. "Era un hombre que no claudicaba nunca", dijo de él su amigo Enzo Ferrari, que para el libro 'Mis Alegrías Terribles' contó a su brazo derecho Franco Gozzi una anécdota que parece irreal y que muestra cómo pensaba este personaje de apariencia hosca y de pocas palabras.
Así se relata: "Se probaba para la Targa Florio 1932 y Nuvolari guiaba, con Campari a su lado, cuando perdió el control y el coche voló fuera del trazado, justo al borde de un precipicio. Campari logró tirarse del habitáculo, mientras el coche daba una sucesión interminable de vueltas de campana e iba hacia abajo por el talud. Tras unos instantes de silencio sepulcral, Campari, ileso, se puso a gritar 'Tazio, Tazio', mientras bajaba entre piedras y matorrales para llegar hasta la máquina destrozada. De pronto, con la cara toda arañada por los arbustos y el índice de la mano derecha sobre los labios para imponerle silencio apareció Nuvolari y le dijo: “Chito, no hables fuerte que cerca del coche hay un nido de codornices con crías recién nacidas, ven a verlos”.
Ganó 107 carreras de las 277 que inició, pero además de la 'victoria imposible' otro momento lo convirtió en leyenda... el día que protagonizó el mayor disparate de la historia del automovilismo. El 3 de septiembre de 1946 disputaba en Turín la Copa Brezzi con una Cisitalia D46. Salió fatal y se puso último. al cruzar la meta, todo el graderío dejó de estar pendiente de nada más en la carrera ya que Nuvolari... iba con el volante en la mano. Así siguió y en las dos siguientes vueltas cuando cruzaba delante de la tribuna sacaba la mano con el volante en ella y los consiguientes gritos de los espectadores que no entendían cómo no se estrellaba. Nuvolari paró en la cuarta vuelta y explicó el misterio. El volante se había desprendido del soporte de la barra de dirección y Tazio lograba controlar el coche y tomar las curvas girando la columna de la dirección con una pequeña llave inglesa en una tarea hercúlea.
Muy enfermo, con los pulmones destrozados y el alma derrotada por la pérdida de sus dos hijos, ambos a los 18 años, Tazio Nuvolari falleció en 1953 tras dos ictus. Tenía 61 años y quizá por fin descansó tras lograr lo que muchos aseguran que buscaba en sus últimos años de piloto: encontrar la muerte. 30.000 personas acudieron a despedirle y rendirle honores en su funeral. Para muchos, el piloto más rápido y genial de la historia.