‘Rogue Trooper’, reseña. Un cómic de laboratorio que se convirtió en leyenda

Rogue Trooper es, junto a Judge Dredd, uno de los personajes más emblemáticos del cómic británico de los 80. Su génesis fue un tanto anómala ya que surgió de una encuesta que la revista 2000 AD propuso a sus lectores: ¿Qué tipo cómic les gustaría ver sus páginas? En la publicación mensual ya figuraban colecciones como Judge Dredd (Wagner y Ezquerra), Perros de Estroncio (Wagner-Alan Grant y Ezquerra)… que orientaban las historias hacia una ciencia ficción más violenta. En el cine, el impacto de La guerra de las galaxias de George Lucas había trascendido al mundo del celuloide para convertirse en un fenómeno social y occidente sobrevivía entre el trauma de la guerra de Vietman y el miedo a un holocausto nuclear. Así que la respuesta de la audiencia era una amalgama de estas corrientes: un relato bélico ambientado en un futuro universo en permanente estado de guerra. Nu es un pleneta devastado por el conflicto que no tiene solución y cuyo aire se ha vuelto tóxico para los humanos, uno de los bandos, el del Sur, ha desarrollado un supersoldado alterado genéticamente capaza de sobrevivir en este entorno hostil y con unas habilidades y fuerza el doble de lo normal.

Una gran estrella a los lápices

El equipo creativo estaba integrado por el escocés Gerry Finley-Day Y Dave Gibbons, que cinco años después se convertiría en una gran estrella dibujando el Watchmen (1986) de Alan Moore, pero desde un comienzo tuvieron alguna discrepancia creativa a la hora de enfocar el personaje. Esto se tradujo en que el dibujante no permanecería mucho tiempo, aunque sí el suficiente para establecer sus bases gráficos que serían seguidas por sus sucesores: Mike Dorey, Colin Wilson, Eric Bradbury y Cam Kennedy.

Todas estas idas y venidas que deberían haber afectado al dibujo quedan amortiguadas por el colorista Charlie Kirchoff que al trabajar sobre todos ellos consigue dar un tono de uniformidad al tomo publicado por Dolmen. Es importante señalar que en su versión original las entregas eran en blanco y negro.

En cuanto Gibbons aquí aún no había alcanzado el grado de maestría que mostraría un lustro después, pero su trabajo es de primer nivel. Su Rogue Trooper es un proto doctor Manhattan: torso desnudo, musculado y de color azul. En cuanto al estilo, ya se ven algunas de las características que le llevarían a lo más alto: cuidado de todos los detalles dentro de las viñetas, dibujo clásico con líneas finas, encuadres agresivos, estructuras sencillas y un dominio de la anatomía y de las secuencias de movimientos.

Un guion condicionado

Su nacimiento dentro de la revista semanal británica 2000 AD impuso a la narrativa de ‘Rogue Trooper’ una serie de condicionamientos no menores: se trata de historias cortas, de unas seis páginas, autoconclusivas y en las que el background se iba descubriendo poco a poco. De vez en cuando Gerry Finley-Day tiene que recordar a los lectores cómo es la situación ya que se iban incorporando nuevos fieles a las historias.

Su tratamiento es un tanto maniqueo y hay ciertas influencias de una de las grandes novelas de la ciencia ficción norteamericanas de los 70, ‘La guerra interminable’, en el que también se presentaba un conflicto galáctico que estaba en una situación de punto muerto.

Gerry es un visionario en algunos aspectos como el de la IA ya que el protagonista porta los chips de sus compañeros muertos en su casco, fúsil y mochila y funcionan a modo de consejeros.

La edición de Dolmen

Dentro de su proyecto ‘Albion’ la editorial española recupera las primeras historias del soldado alterado genéticamente en una edición que incluye en excelente prólogo de Barsen Sánchez y un magnífico y extenso artículo de Sergio Aguirre sobre la figura de Dave Gibbons.

Ficha

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