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Cinco años de la conclusión de ‘Juego de Tronos’, el final imperfecto que yo sí disfruté

La serie capitaneada por los showrunner David Benioff y D.B. Weiss fue duramente criticada, pero ¿fue tan malo el desenlace?

Juego de Tronos

Vale, lo admito. La temporada final de ‘Juego de Tronos’ es abrupta, todo transcurre deprisa, como si sus creadores tuvieran ganas de terminarla de una vez y para siempre. No es una sensación, es la realidad: tanto David Benioff como D.B. Weiss estaban deseando dar carpetazo a la serie y ponerse a otras cosas. Para algunos, el declive comenzó tan pronto como los showrunners se quedaron sin material original. Para otros, la caída se produjo en la séptima temporada. Para mí, las dos últimas temporadas son endebles, resuelven el conflicto de los Caminantes Blancos de un plumazo y llegan al final sin aliento. Aun así, aunque suene contradictorio, el desenlace de los personajes me pareció coherente y satisfactorio.

Trazar paralelismos entre ‘Perdidos’ y ‘Juego de Tronos’ es inevitable. Dos series muy celebradas, que concluyeron con un final decepcionante, ya no solo por el desenlace en sí, sino por las temporadas finales en conjunto. Cuando se generan grandes expectativas es complicado estar a la altura, y aunque está claro que no todos van a estar contentos nunca, la sensación general fue negativa en ambos casos. Sin embargo, no estoy de acuerdo con algunas afirmaciones que se realizaron en su momento y que muchos defienden en la actualidad.

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Un final adecuado para los protagonistas de ‘Juego de Tronos’

La personalidad tiránica de Daenerys Targaryen no es un invento de última hora, se halla en letargo, en suave duermevela, a la espera de aflorar. Lo hace en varios momentos de la serie, aunque el declive se acelera cuando se produce una sucesión de acontecimientos trágicos: el asesinato de dos de sus dragones, la ejecución de su mejor amiga, las traiciones y el descubrimiento de los orígenes de Jon Nieve, o mejor dicho, de Jon Targaryen. La reacción resulta coherente con el personaje, que además viene de un linaje muy dado a las enfermedades mentales.

Elegir a Arya Stark como la ejecutora del Rey de la Noche es una solución interesante, muy a pesar de que los creadores parecían haber preparado a Jon Nieve para esa tarea. El problema no es la elección de Arya per si, sino lo rápido que se resuelve la batalla final. A lo largo de todas las temporadas, la serie había establecido este conflicto como un punto de inflexión, un peligro inimaginable. Por eso, su consecución deja un sabor de boca agridulce.

El bastardo de los Stark, que al final no es un bastardo en absoluto, queda desdibujado, si bien protagoniza una de las escenas más duras y dramáticas de ‘Juego de Tronos’, el asesinato de Daenerys y las consecuencias que ello conlleva. El deceso de Cersie y Jamie Lannister, poético hasta cierto punto, subraya el hecho de que pase lo que pase siempre van a estar juntos. Antes de que eso ocurra, Jamie y Brienne de Tarth protagonizan una bella secuencia en la que la guerrera es nombrada Caballero de los Siete Reinos.

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Que Sansa Stark se convierta en la Reina del Norte también es de justicia, no solo por el camino tortuoso que ha vivido, sino porque la evolución del personaje así lo determina. De las decisiones que se tomaron, el papel de Bran es de los más controvertidos, pero tiene sentido que el joven Stark, que representa a la figura mística del Cuervo de tres ojos, adquiera el rol de Rey de Poniente, no desde la posición de la ambición que había regido desde siglos atrás, sino a través de una visión más contemplativa y vacía de pasiones.

No vengo a decir que el final de ‘Juego de Tronos’ sea perfecto, porque no lo es, está lleno de impurezas. Pero dentro de ese amasijo de tramas y personajes, veo luz en el destino elegido para cada uno de ellos. Ahora es el turno de la segunda temporada de ‘La Casa del Dragón’, el primer spin-off de la serie original.

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