Hay muchas películas de tiburones malas, pero Sharkenstein se lleva la palma

Estos días en los que llega a las carteleras españolas la maravillosa Oso vicioso (Cocaine Bear en inglés), esa película sobre un grizzly de 200 kilos que “enloquece después de ingerir cocaína sin querer”, también hemos conocido la parodia de la misma, la todavía mejor Cocaine Shark, la cual nos ha hecho preguntarnos qué demonios le pasa al cine con los tiburones. Porque si Spielberg hubiera sido consciente de la caja de Pandora que abriría con Tiburón, quizás hubiera renunciado a toda su filmografía por el bien de la humanidad. Y es que Sharknado es sólo la punta del iceberg.

Detrás de Cocaine Shark, por ejemplo, se encuentra Wild Eye Releasing, una productora de cine de serie B que parece especializada en los escualos. Entre su filmografía se cuentan joyas como El Exorcista de Tiburones, Raiders of the Lost Shark y la obra maestra que os traemos hoy: Sharkenstein. No os perdáis su sinopsis:

“En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, los científicos nazis aparentemente abandonaron un experimento secreto para convertir a los tiburones en armas. Sesenta años después, una pequeña ciudad en el océano es acechada por una criatura misteriosa, construida con las partes de los mayores asesinos del mar: ¡un monstruoso Sharkenstein!”.

Lanzada en 2016 y con una duración de 85 minutos, Sharkenstein elevó el cine a la categoría de séptimo arte y lleva la firma del mayor experto en tiburones del mundo, Mark Polonia, en cuya filmografía figuran cosas como: Jurassic Shark 2: Aquapocalypse, Noah’s Shark, Virus Shark, Doll Shark, Sharkula y la ya mentada Cocaine Shark. Con semejante firma detrás, muchos se preguntarán, ¿qué puede salir mal? Pues visto lo visto, todo. Sharkenstein tiene un 2 en FilmAffinity, subiendo hasta el 2.7 en Rotten Tomatoes.

Disponible aquí por 9,99 euros, tened cuidado con el siguiente tráiler, pues su visualización hace imposible resistirse a la tentación de Sharkenstein.