Cine
Crítica ‘El chico y la garza’: Hayao Miyazaki pone toda su alma en una obra maestra atemporal
La última película de Studio Ghibli muestra el alma y corazón de su autor, uno de los cineastas más importantes de la historia, que vuelve a destacar en las salas de todo el mundo.
‘El chico y la garza’, conocida en Japón como ‘Kimitachi wa dô ikiru ka’ es la última película de Hayao Miyazaki y Studio Ghibli, adaptación de una novela homónima escrita en 1937 por Genzaburo Yoshino y que en español recibe el nombre de ‘¿Cómo vives?’. La película se estrenó en Japón sin ningún tipo de promoción, buscando el factor sorpresa más absoluto en los espectadores, algo por lo que no se ha optado en Occidente, pero que, si es posible, se recomienda al espectador que acuda a verla sabiendo lo menos posible sobre ella.
La historia gira en torno a Mahito, un joven de 12 años de edad que sufre la pérdida de su madre durante la Segunda Guerra Mundial. Este hecho cambia su vida por completo, asentándose con su padre en el Japón rural, dejando atrás una Tokio que vieron arder y teniendo que vivir junto a Natsuko, su madrastra. Unos comienzos tensos en la escuela y con su nueva madre, que comienzan a cambiar cuando conoce a una garza que le informa de que su madre sigue viva y, a partir de ahí, entrando en una torre abandonada se abre una puerta a un mundo de imaginación en el que nada es imposible.
No trates de entender, trata de sentir
Abrumadora, así se puede describir a ‘El chico y la garza’, y es que es una de esas cintas que para algunas personas puede ser una obra maestra, mientras que para otras no llega al nivel de otras grandes producciones de Studio Ghibli. La fantasía te explota en la cabeza, sin demasiada construcción que nos sitúe en lo que está sucediendo ante nuestros ojos, una amalgama de sucesos que nos hacen preguntarnos en múltiples ocasiones: cuándo ha comenzado a ocurrir, de dónde viene todo esto y qué sentido tiene. Preguntas que poco a poco se van despejando, pero no de la forma que a muchos espectadores les gustaría, y es que el legado de Ghibli es recurrente en la película, con escenas, situaciones y hasta personajes que nos resultan familiares, y es ahí donde Miyazaki destaca, haciéndonos sentir a todo corazón.
La importancia de ser fiel a nuestro corazón
De ritmo sereno, pausado y calmado en un inicio, ‘El chico y la garza’ se nos presenta como una obra costumbrista, y es por ello que el paso a la fantasía más pura coge a muchos espectadores por sorpresa. Los fieles de Miyazaki saben a lo que van, pero aún con ello es fácil perderse, no saber lo que está ocurriendo y no tener muy claro de qué va la trama. Poco a poco todo se va abriendo, ese mundo que se nos presenta con criaturas de todo tipo, en el que unos periquitos gigantes sobresalen por encima del resto, con permiso de los Warawara, y con unos pocos humanos que nos resultan muy familiares, adquiere un ritmo trepidante, en el que constantemente pasan cosas y, aunque no terminemos de relacionar todo lo que se nos cuenta, nos hace sentir, disfrutar y ser fieles a nosotros mismos.
Studio Ghibli no es capaz de encontrar un sucesor para Hayao Miyazaki, una figura irrepetible, y es por ello que su nueva película parece por momentos un viaje de autorreflexión a esa situación que vive el artista y el estudio de animación. El tiempo y el destino se entrelazan, con el amor maternal sobresaliendo desde el primer instante de la obra, y demostrándonos paso a paso que es insustituible, y por más que avancemos siempre estará muy dentro de todos nosotros.
Imaginación y belleza
La vida y la muerte, lo maternal y lo paternal, el arte... ‘El chico y la garza’ admite multitud de lecturas, de sensaciones en un viaje puro en el que se mezcla la imaginación y la belleza como tan solo el maestro japonés puede hacer. Ilusión pura en un artista de 82 años de edad que se niega a cerrar su mente al resto del mundo, y sigue ofreciéndonos películas que perdurarán en nuestra memoria por siempre.
La belleza de Miyazaki y Ghibli está presente en todo momento, con una animación tradicional a la altura de lo esperado, escenarios de una talla artística inigualable y personajes que tienen toda la esencia del estudio japonés. La banda sonora está al nivel de la leyenda que es Joe Hisaishi, y es que no solo Miyazaki es puro Ghibli, el estudio no se entendería y sentiría de la misma forma sin el compositor japonés. Una historia profunda y llena de reflexión, pero que no hace falta entenderla para ser disfrutada, y es que el objetivo principal de ‘El chico y la garza’ es que la sintamos, que forme parte de nosotros, que consiga emocionar nuestro ‘yo’ más profundo, y es ahí donde Hayao Miyazaki da en el clavo. El poso que deja la obra es enorme, pasan los días y seguimos pensando en ella, agradeciendo el enorme regalo que nos vuelve a dejar el gran maestro de la animación japonesa.