Cómo el arcade de Battletoads desencadenó a Rare para hacer uno de sus juegos más macarras
Super Battletoads fue un fracaso comercial, pero en el equipo británico se divirtieron claramente haciéndolo


Una de las entregas más (relativamente) desconocidas de Battletoads es, sin duda, su versión en recreativa, la quinta en la saga. Después de haber desarrollado con éxito la franquicia y conseguido algunos notables éxitos comerciales con ella, Rare se animó a probar en los salones recreativos, con el apoyo de Electronic Arts. Era el camino inverso a lo que era tradicional para un Beat`Em Up, que solía nacer en los salones para acabar, con suerte, en los sistemas domésticos, pero los sapos parecían bien preparados para esa clase de escenario.

Rare se tomó la apuesta con las mayores garantías. Fue la primera vez que el estudio de Tim y Chris Stamper probaba la clase de tecnología que acabaría usando con Killer Instinct y Donkey Kong Country, así que era una prueba de concepto importante. Creativamente, se tomó como una oportunidad de soltarse un poco la melena con los sapos luchadores. Dado que los juegos hasta el momento habían sido pensado para consolas, y particularmente para consolas de Nintendo, había bastante de autocensura para no soliviantar a la Gran N. Con una versión en arcade no hacía falta nada de eso, por lo que el equipo se lo tomó como un festival de la violencia cómica.
Un punto más de festiva violencia
Aparte de cantidades ingentes de sangre, que se había evitado en otros juegos, el equipo en Rare iba mucho más allá. Muchos enemigos caían dejando un esqueleto como mudo testimonio de su derrota; era posible ejecutar decapitaciones si combinabas movimientos con precisión; algunas combinaciones de golpes de nuestros sapos pasaban por coger de sus partes “nobles” a gigantescas ratas para darles repetidos golpes en ellas. Había movimiento salvajes, como cuando uno de los sapos transformaba su puño en una taladradora para rematar a un enemigo entre una tormenta de sangre. El tono general era más crudo y gamberro, lo que iba más allá del combate y abarcaba elementos como enemigos o aspectos del decorado. Se notaban ganas de transgredir.

La recreativa testó bien y se pensaba que tenía potencial para dejar huella. Era técnicamente notable, contaba con una potente banda sonora de David Wise que, como siempre en él, era excelente en los distintos estilos que buscaba. Incluso se llegó a adelantar trabajo de conversión a consolas. Sin embargo, a Electronic Arts le entraron dudas y dejó el arcade en el dique seco durante bastante tiempo, incluso planteándose no sacarlo. Llegó a aparecer con un reducido interés, haciéndolo una máquina rara de ver y, por tanto, un fracaso comercial.
El excelente recopilatorio-homenaje de Rare Replay para el 40 aniversario de la legendaria compañía rescató esta versión del baúl de los recuerdos. No es el mejor beat’em up de la historia (tiene algunos problemas de refinamiento de diseño con varios puntos de dificultad ridículos que eran auténticos roba-monedas), pero es divertido, gamberro, a veces espectacular y bien merece unas partidas en esos momentos viscerales en los que quieres un juego en el que los enemigos sientan especialmente tus golpes.
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