Golpes, timos y altas apuestas

Cuando pones tus ansiosas manos sobre la última entrega de Tekken, Virtua Fighter o King of Fighters sabes de antemano lo que vas a encontrar desde la primera partida. Un escenario, dos luchadores, barras de salud en la parte superior de la pantalla y un único objetivo: vaciar la barra del contrario a base de tortas antes de que él haga lo propio con la tuya. En esas simples líneas puede quedar resumido el género de la lucha versus, y es que la raíz del desarrollo de esta clase de títulos ha permanecido invariable desde aquél lejano Yie Ar Kung-Fu de Konami hasta el reciente Virtua Fighter 5, juego que ha acompañado el desembarco europeo de PS3 en este 2007.

Puede decirse que The Con, título de lucha apadrinado por Sony Computer Entertainment América y programado por el estudio nipón Think & Feel Inc, se desarrolla de igual manera que el resto de juegos con los que comparte género. Aquí también tenemos dos luchadores en mitad de un escenario, y ambos cuentan con su correspondiente barra de salud. Y también hay tortas, por supuesto. De todas las formas y colores que se nos ocurran. Sin embargo, el objetivo ha dejado de ser el mismo. En The Con lo más importante no es ganar; tampoco participar. Aquí de lo que se trata es de conseguir dinero, cuanto más mejor. Amañar combates, meternos al público en el bolsillo, y hacerlo con estilo y veracidad para que no se den cuenta de que están siendo timados; todo esto será para nosotros tan o más importante que ganar los sucesivos combates. Y si para alcanzar dicho objetivo debemos caer voluntariamente derrotados en más de una ocasión, lo haremos. Puede que nuestro orgullo quede herido; pero nada cura mejor el orgullo que un buen fajo de billetes. 

Tu nuevo número de la suerte

Antes de comenzar, lo repasas una vez más. Llevas semanas haciéndolo. Todo tu combate, de principio a fin, del primer al último golpe, está planificado en tu mente. Eres muy cuidadoso; esa ha sido siempre una de tus mayores virtudes. Sólo en una ocasión no lo fuiste, y acabaste dando con tus huesos en la cárcel. Pero eso es agua pasada. Ahora estás fuera. Te sacaron porque eres buen luchador, lo que te ha llevado a contraer una deuda con tu benefactor; una deuda que te dispones a seguir pagando haciendo lo que mejor sabes hacer: vapulear gente hasta dejarla inconsciente.

Saltas al ring sin vacilar. Aunque, la verdad, llamar 'ring' a un oscuro y sucio callejón, repleto de basura y delimitado por clubs nocturnos de dudosa reputación, quizá sea demasiado presuntuoso. El público abarrota los límites de la zona, rugiendo furioso, ansioso por asistir a un buen combate. El dinero comienza su baile de manos. Las apuestas están claramente a tu favor. No es de extrañar, llevas doce combates disputados y aún sigues imbatido. Éste será el número trece. Por suerte no eres supersticioso. Sabes que todo irá sobre ruedas, ya que como siempre has sido muy cuidadoso en planificarlo todo.

Tu rival de esta noche es un simple novato. Dos combates disputados, dos combates perdidos. Eso hace que las apuestas suban aún más a tu favor. El público está seguro de que vapulearás al pobre infeliz; y si el público está seguro, tú también lo estás. De no ser así, el espectáculo ya no sería tan creíble. 

El combate comienza. Decides mostrar todas tus cartas desde el principio, para que así el novato sepa quién manda. Te abalanzas sobre tu rival y le propinas un contundente puñetazo en pleno estómago. El tipo se dobla como una hoja de papel, momento que aprovechas para apartarte y conectar una rápida patada lateral en su cabeza. Tu rival se balancea de un lado a otro como un frágil esquife a merced de una tempestad, pero no llega a caerse al suelo. Sacude la cabeza y se presta a reaccionar, lanzando una serie de golpes que no tienes muchos problemas en esquivar. El novato no es tan malo después de todo, piensas. Sus ataques son rápidos, y van a hacer daño. Sin embargo, expone demasiadas partes del cuerpo al atacar, sobre todo el rostro. Ya que no se ha dado cuenta, se lo adviertes de la mejor manera en que sabes hacerlo, para que así él reciba el aviso de la mejor manera en la que puede entenderlo: un directo con la derecha en plena nariz y un gancho con la izquierda justo bajo la mandíbula. El tipo, al que acabas de romper el tabique nasal, cae al suelo como un saco de patatas.

Primera sangre; el público ruge enfebrecido, como una pandilla de vampiros sedientos de hemoglobina. El dinero sigue fluyendo. Los corredores de apuestas sujetan fajos cada vez más abultados y numerosos. Sabes que todo ese dinero se apuesta a tu favor, y te sientes orgulloso por ello. Un par de segundos después, las apuestas están cerradas. Como suele decirse, la suerte ya está echada.

El novato se levanta completamente enfurecido. Sabe que, de no ganar el combate, volverán a enviarle al oscuro agujero del que le sacaron. Está desesperado, y eso le hace descuidado. Pero un hombre desesperado es también un hombre imprevisible. Tú lo sabes bien, y esperas que el público también lo sepa. El novato se abalanza sobre ti; intercambiáis una lluvia de puñetazos, presas y patadas en la que tú tratas de llevarte la peor parte. Finalmente, el novato consigue ponerte de rodillas al conectar un tremendo puntapié en tus costillas. Rápidamente, entrelaza los dedos de sus manos para crear un único puño y te golpea con todas sus fuerzas justo por encima de la nuca. Podrías haber esquivado ese golpe, pero no lo haces. Caes al suelo y te quedas inmóvil, noqueado; el combate ha terminado. El público no puede creerlo. Todos se llevan las manos a la cabeza. Habían apostado por ti, y han perdido.    

¿Tú también has perdido? Según como se mire. Has caído, pero tu promotor apostó fuertemente en tu contra antes de que comenzara el combate, lo que te ha hecho ganar una más que considerable suma de dinero. Sabes vencer, y ahora acabas de demostrar que también sabes perder. Enhorabuena, tienes un gran futuro por delante en el mundo de la lucha callejera.   

Derrota remunerada

El desarrollo de un combate en The Con puede quedar resumido en la narración que acabáis de leer. Las virtudes de este juego son muchas, y no sólo se centran en el soplo de aire fresco que suponen sus novedades jugables para un género estancado en el conformismo. Sin embargo, y aunque el título adolece de pocos fallos, éstos son tan significativos como para acabar desequilibrando el resultado final. Pero vayamos por partes. Comencemos diseccionando sus mayores virtudes: el modo historia y el sistema de apuestas y timos.

El modo historia para un jugador es digno de elogio, ya que goza de una buena longevidad y se encuentra repleto de posibilidades. En él, los combates y la gestión de nuestros personajes se alternan con escenas cinemáticas que nos narran un argumento bastante más interesante y trabajado de lo que suele ser habitual en el género. Al principio se nos dará la posibilidad de elegir entre diez luchadores, aunque contamos con la posibilidad de crear el nuestro propio usando un completísimo editor de personajes (dividido en dos modalidades: básica o avanzada) en el que podremos modificar cualquier parámetro que se nos ocurra: sexo, estilo de lucha, zurdo o diestro, aspecto físico, constitución, vestuario… Los tres últimos parámetros gozan de un abrumador abanico de posibilidades de configuración, permitiendo modificar los rasgos de nuestro personaje casi al milímetro, sobre todo si usamos el editor en modo avanzado.

Tras crear a nuestro luchador, tendremos la posibilidad de configurar sus combos. Ante nosotros se nos mostrará un listado con todos los golpes y movimientos que posee el estilo de lucha que hemos seleccionado. Podremos escoger y encadenar los que consideremos oportunos para crearnos un combo a la carta: golpes sencillos que requieren el uso de un único botón (con lo cual sólo atacaremos en una dirección), golpes complicados que requieren alternar varios botones (con lo que atacaremos en diferentes direcciones, haciendo nuestros ataques más imprevisibles y difíciles de esquivar), o bien una combinación de ambos. La elección depende de nosotros. Este sistema de elección libre de combos, todo un acierto, recuerda bastante al del RPG de acción Key of Heaven.

Los primeros combates que disputaremos en el modo historia sirven también como práctica. En ellos, Reina, la promotora que nos ha sacado de la cárcel, nos introduce en el mundillo de la lucha ilegal, dándonos útiles consejos sobre cómo timar al público para lograr ganar la mayor cantidad de dinero posible con cada enfrentamiento.

Entre combate y combate contaremos con la posibilidad de comprar ropa y accesorios para nuestro luchador usando el dinero que hayamos ganado. A medida que progresamos en el modo historia se van añadiendo más artículos a la tienda, lo que nos deja con un catálogo numeroso y variado tras disputar unos cuantos combates. Comprar una camiseta, unos guantes o incluso un estilo de peinado no sólo servirá para cambiar la estética de nuestro luchador, ya que algunos artículos también aumentan nuestras habilidades (un 5% más de salud, un 7% de fuerza extra, etc.) con lo que será indispensable pasarnos por la tienda de vez en cuando. Obviamente, los artículos que mejoran las características de nuestro luchador son mucho más caros que el resto, por lo que deberemos afinar nuestra pericia en los combates para ganar la mayor cantidad de dinero posible.

El control de nuestro luchador queda cerca de lo visto en la saga Tekken a la hora de ejecutar los ataques; así mismo, la forma en la que efectuamos las esquivas y movimientos del cuerpo recuerda al reciente Rocky Balboa. En The Con, cada uno de los botones de ataque corresponde a una extremidad del cuerpo del luchador (si el estilo de lucha seleccionado sólo permite usar puños -boxeo- o patadas -taekwondo-, los botones cuadrado y triángulo harán las veces de golpes altos, y equis y círculo corresponderán a golpes medios). Con el botón R nos cubriremos, y el L será una ayuda indispensable para lograr engañar al público si queremos amañar un combate. Finalmente, la cruceta queda reservada para esquivar ataques (fintar a la izquierda, a la derecha, agacharnos y echarnos hacia atrás). 

En este sistema de control reside uno de los principales puntos oscuros del juego, ya que no es posible mover a nuestro luchador a lo largo de la zona de combate. Éste siempre quedará encarado al rival y pegado a él; lo cual no significa que permanezca inmóvil en el mismo lugar en todo momento. Eso sí, sólo se moverá a medida que propinamos golpes, o para acercarse al adversario si uno de nuestros ataques lo ha enviado lejos de nosotros; todo esto lo hará de manera completamente automática. 

Además de los ataques normales y los combos, contamos con la posibilidad de ejecutar ataques especiales, presas y súper ataques, para los cuales normalmente hay que mover la cruceta en una determinada dirección y pulsar dos botones de manera simultanea. Nuestro personaje adquiere experiencia a medida que avanzamos en el modo historia; gracias a ello, se añadirán de manera automática nuevos ataques normales y especiales al catálogo de movimientos. Desgraciadamente, existe un pequeño retardo (apenas perceptible, pero está ahí) entre la pulsación de un determinado botón y la ejecución del golpe por parte de nuestro luchador, por lo que muchas veces los combos no nos saldrán con la efectividad que desearíamos. Esto nos lleva en más ocasiones de lo deseable al socorrido machaqueo de botones, lo cual acaba pasando factura a la jugabilidad.

Todo por la pasta

Como ya mencionamos al principio del análisis, en The Con lo más importante no es ganar, sino conseguir dinero, cuanto más mejor, por medio de apuestas y timos. Eso es lo que diferencia a este juego de la miríada de títulos con los que comparte género. Además, lejos de ser un simple añadido de relleno, ha sido implementado en la jugabilidad de manera más que excepcional, por lo que se ha acabado convirtiendo en su mayor virtud.

Para planificar un combate, llevarlo hasta nuestro terreno y conseguir engañar al público deberemos tener en cuenta dos aspectos fundamentales: la mecánica de apuestas y el timómetro. Antes de que la lucha comience, nuestro promotor apostará una determinada suma de dinero por quien le digamos: bien por nosotros o bien por nuestro rival. También podemos seleccionar el tiempo que deberá transcurrir desde el inicio del combate hasta que se cierren las apuestas. Esto es esencial, pues así el público apostará la mayor cantidad de dinero posible por el luchador que crean que va a ganar a juicio de lo que están viendo en la refriega. Eso sí, hay que andar con pies de plomo, pues las tornas pueden cambiar en nuestra contra durante el desarrollo del combate; si las apuestas continúan abiertas cuando eso ocurra, perderemos la oportunidad de ganar una buena suma al final del combate.

Una vez centrados en la lucha, además de estar pendientes de nuestra barra de salud y la del rival, tendremos que tener muy en cuenta el timómetro, consistente en una barra curvada ubicada en la parte superior central de la pantalla. Si esta barra se sitúa en la zona verde, el público permanece completamente engañado, ajeno a nuestros intentos por amañar el combate y llevarlo a nuestro terreno. Si la barra pasa a la zona roja, el público se está oliendo el timo; entonces tendremos serios problemas, ya que no sólo las apuestas dejarán de favorecernos, sino que además correremos el riesgo de recibir una paliza al final del combate por parte de la muchedumbre, con lo que acabaremos siendo enviados al hospital más cercano.

¿Y cómo haremos para lograr que el timómetro permanezca en la zona verde? Fácil, usando el botón L. Manteniéndolo pulsado mientras golpeamos a nuestro rival haremos menos daño del habitual, lo cual nos será de gran ayuda si hemos apostado en nuestra contra y debemos comenzar convenciendo al público de que vamos a ganar el combate (con lo que las apuestas se decantarán a nuestro favor y ganaremos más dinero al caer derrotados). En cambio, si pulsamos el botón L mientras el rival nos ataca, los golpes nos dolerán más de lo habitual. Con esto, si hemos apostado a nuestro favor, comenzaremos el combate convenciendo al público de que el rival va a ganar la confrontación. Cuando las apuestas se cierren, será el momento de dar la vuelta al combate y llevarlo hasta el terreno que más nos interese. Eso sí, tendremos que seguir pendientes del timómetro, ya que si el público se huele el tongo, al finalizar el combate nos llevaremos una considerable andanada de tortas en lugar de un buen fajo de billetes.

Tras unas cuantas fases en el modo historia, y una vez aprendidos los parámetros y vicisitudes de los combates, llegará el momento de seleccionar a otros dos luchadores para que nos acompañen en los enfrentamientos (los combates a partir de entonces serán por grupos de tres, como en la saga KOF). Tras reunir a nuestro equipo, entraremos en un ranking. Nuestro objetivo pasará a ser el de ascender al rango superior, ya que así accederemos al gran torneo final. Eso sí, la cuota para participar en ese torneo será de nada más y nada menos que cien mil dólares, por lo que tendremos que extraer el mayor beneficio monetario posible a nuestros combates. De nada servirá ascender al rango S (el máximo) si no contamos con el dinero suficiente para pagar la cuota de inscripción al gran torneo (cuyo premio, de ganarlo, será de diez millones de dólares).

A la hora de seleccionar adversarios no sólo deberemos tener en cuenta el rango al que pertenecen, sino también las semanas que transcurrirán hasta que llegue el día del combate. Esto es de suma importancia, ya que debemos procurar disponer del tiempo suficiente para recuperar y entrenar a nuestros luchadores. Si cuentan con un mayor número de semanas, podrán descansar (de no hacerlo, saltaran al ring con sus actitudes físicas visiblemente mermadas), recuperarse de sus heridas en el hospital o entrenar para mejorar sus estadísticas de salud, velocidad, habilidad, fuerza y resistencia. Lástima que estos entrenamientos sean completamente automáticos y no por medio de minijuegos, como en los títulos Rocky y Rocky Legends. Cuando logremos acceder al Gran Torneo, llegará la hora del todo o nada. Los combates pasarán a ser a tres asaltos; los que queden en pie seguirán en el torneo, y los perdedores se quedaran fuera, con un agujero en los bolsillos más profundo que el sótano de las minas de Moria.

Como podéis ver, tendremos juego para rato. Lo malo es que sólo existen cinco estilos de lucha a elegir, tanto para nosotros como para nuestros rivales. Aquí reside el principal talón de Aquiles de The Con, el mayor culpable de que su interesante propuesta acabe descendiendo varios enteros. Nos enfrentaremos a adversarios que repetirán estilo con demasiada frecuencia, con lo que el juego caerá en la monotonía más a menudo de lo que sería deseable. Cinco estilos de lucha saben a poco, a muy poco.        

Apartado técnico y modos de juego 

Los gráficos en The Con cumplen su propósito con bastante solvencia, notándose que han sido optimizados pensando únicamente en la portátil de Sony. No exprimen demasiado el potencial de la consola, ni nos quedaremos anonadados al contemplarlos, pero rallan a un buen nivel. El modelado de los personajes es más que decente, y a las animaciones que muestran al ejecutar cada uno de los numerosos ataques que poseen han sido bien trabajadas, dando como resultado unos movimientos fluidos y sin saltos al encadenar los golpes. Los escenarios, que disfrutan de una buena variedad de emplazamientos, se encuentran adornados por un notable número de elementos. El público suele sembrarlos por doquier, animando los combates de manera efusiva. Las texturas que cubren todos los elementos en pantalla poseen una resolución lo bastante alta como para poner un buen broche final al apartado gráfico del juego.

El sistema de cámaras quizá no sea todo lo acertado que debiera. La perspectiva principal se sitúa a espaldas de nuestro luchador, a la altura de sus hombros. Éste es seguramente el enfoque ideal para títulos de boxeo como el reciente Rocky Balboa, pero resta espectacularidad en un juego en el que los luchadores también usan las piernas para atacar. Sin duda, una perspectiva algo más alejada habría sido lo ideal.

La banda sonora goza de unos temas instrumentales que le vienen como anillo al dedo a un título de esta temática. También existen voces durante las escenas cinemáticas, aunque únicamente en inglés (afortunadamente, los textos se encuentran traducidos al castellano en su totalidad). Por contra, el apartado sonoro no ha salido tan bien parado. El ruido de los golpes y demás efectos suenan en su mayoría bastante apagados e irreales.

En lo referente a modos de juego, además del modo Historia que ya hemos tratado con detenimiento en los dos apartados anteriores del análisis, contamos con el modo Arcade (donde no existen apuestas, ni timos, ni planificación previa al combate, por lo que únicamente nos tenemos que preocupar de luchar hasta tumbar al rival o besar el asfalto), Tiempo de Ataque (aquí el principal objetivo es tumbar a nuestro rival en el tiempo más corto posible, para así inscribir nuestro nombre con letras de oro en el Muro del Respeto) y Supervivencia (tumbar a un número indeterminado de rivales con la ayuda de una única barra de salud).

También podemos disfrutar de un interesante multijugador, bien ad hoc o bien compartiendo un único UMD con un amigo gracias al wireless de la consola. En estas partidas se mantiene la opción de apostar, aunque en lugar de dinero lo que nos jugaremos serán los objetos previamente adquiridos en el modo Historia. Eso sí, si creemos que nuestros accesorios son demasiado valiosos como para arriesgarnos a perderlos, siempre podemos elegir disputar una simple pelea con otro jugador sin ninguna clase de apuesta de por medio.