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Los esbirros del Overlord

Los esbirros del Overlord

Soldado raso

Los esbirros del señor del mal no se olvidan de la portátil de Nintendo a la hora de seguir ofreciendo sus desternillantes aventuras. Como acompañamiento de la edición de Wii, 'Minions' es la clásica aventura que tiene todas las papeletas para convertirse en uno de los cartuchos más interesante de la consola. Un objetivo que no alcanza por las propias deficiencias del sistema de control, con un stylus inservible y un estilo técnico por debajo de lo exigible.

A nadie se le escapa que realizar un port en portátil siempre requiere cierto nivel de lucidez. En la mayoría de los casos es la única forma de evitar que un proyecto interesante se pierda por derroteros que no interesan, tanto a nivel de usuario como frente a la siempre voraz crítica especializada. Desde este lugar privilegiado es más fácil valorar el trabajo que realizan las compañías punteras del sector en sus apuestas de temporada, que viene a ser exactamente lo que sucede en este caso con la adaptación de la franquicia Overlord en Nintendo DS. Los esbirros del señor del mal es el primer juego de la serie que apuesta por un sistema de juego tradicional, ajena en cierto modo al que lleva como bandera la continuación que hace escasos días aparecía en el mercado europeo.

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Acompañándole llega esta adaptación a la portátil de Nintendo manteniendo como base la idea de ofrecer puzles a mansalva, sin menospreciar algunos toques de acción que siguen presentes en la aventura. La temática no ha variado un ápice; un día cualquier nace el Señor de las tinieblas, que curiosamente se ve abogado a defender a toda clase de pueblerinos que acuden sollozantes a su encuentro. Lo que realmente importa aquí no es tanto la personalidad de este protagonista absoluto que suele encarnar el jugador, sino sus esbirros. De hecho es el título que se le ha otorgado en inglés. Minions, esas criaturas de orejas puntiagudas que acuden raudos a su muerte pese a sentir una devoción absoluta por la vida.

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A su paso por la portátil no ha cambiado la forma de actuar. Siguen siendo criaturas revoltosas que difícilmente saben parar de moverse, salvo que esta vez sí que han aprendido, dentro de lo que cabe, a manejarse con cierta inteligencia. Quizás sea por exigencias del guión o porque la propuesta se ha torcido de esta manera, pero Codemasters ha decidido implantar un sistema de juego que recuerda a grandes rasgos al del Phantom Hourglass o el Dragon Ball más reciente. Bastante con apuntar sobre la pantalla táctil para que el personaje se dirija hacia el lugar que deseamos, siempre con obstáculos que se posan en su camino para dificultarnos la vida de una forma realmente curiosa, poca acertada en ocasiones, aunque siempre con su correspondiente reto a superar.

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A las órdenes del superior
La aventura comienza siguiendo la línea habitual de la franquicia. Nuestro consejero, Krazak, es el encargado de ofrecernos los primeros consejos sobre el manejo del stylus, aquí máximo representante de cualquier acción que queramos realizar durante la partida. El tutorial se va explayando gradualmente según la situación lo requiere, aunque la ristra de movimientos no va mucho más allá de realizar ataques genéricos pasando el bolígrafo por encima del enemigo en cuestión al que queramos quitar de en medio. La evolución que presenciamos durante los primeros compases convierte al nivel inicial en un mero experimento para conocer las posibilidades de coordinación entre los Minions que controlamos.

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Como venimos diciendo, el control pasa directamente por las criaturas. En ningún momento se aprecia al héroe en cuestión salvo en las escenas cinemáticas que aparecen para narrar el argumento de la aventura, tan insípido como humorístico, siempre y cuando nuestra intención sea la de pasar un rato agradable sin mayores traumas. En este sentido Overlord sabe manejar las cartas con las que cuenta en Nintendo DS; calidad técnica aceptable, sonido paupérrimo, ausencia de voces, jugabilidad interesante aunque no exigente. Si somos capaces de avanzar entre los primeros escenarios descubrimos por fin que el grueso del sistema de juego está a caballo entre el puzle tradicional y la acción, si bien en ambos casos padecen de un control poco menos que lamentable, incapaz de transmitir buenas vibraciones al jugador.

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El aspecto gráfico del juego parte de la habitual vista aérea desde la que controlamos los movimientos de las criaturas, con una pequeña franja en la zona derecha de la pantalla desde la que seleccionamos a los Minions que queremos manejar según la situación así lo exija. Al comenzar la aventura apenas contamos con dos criaturas, aunque a medida que avanzamos se unen dos más -prácticamente desde la segunda misión-, cada una con sus correspondientes habilidades particulares que otorgan el sentido a la mecánica de juego. De los cuatro principales hemos de contar con el Minion fuerte, el habituado al agua, fuego y a los gases tóxicos, cada uno con su obligación a la hora de entrar en combate.

Así pues la mayor preocupación del jugador es la de saber escoger a la criatura indicada para superar los obstáculos que aparecen en los escenarios. Los niveles son planos, sin demasiadas artimañas para confundir al jugador, aunque por momentos es indispensable el uso del ingenio para solventar los puzles más complejos. La dificultad del cartucho posibilita a cualquier jugador disfrutar de la aventura; unos aprenderán, otros sencillamente querrán disfrutar de los siete niveles de los que se compone el cartucho, todos ofreciendo un aspecto técnico semejante entre sí.

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Lo cierto es que en el plano artístico Overlord sabe cumplir su cometido sin demasiadas florituras, con escenas estáticas que se emplean para narrar el argumento a modo de cómic. Teniendo en cuenta el público al que va destinado el juego -claramente infantil, aunque como venimos repitiendo es asequible para todas las edades-, no es de extrañar que se haya elegido esta vía para llevar a buen puerto el sentido del humor del que hace gala la aventura. En cuanto a las opciones disponibles durante la partida, no cabe la menor duda que Minions es un cartucho bastante limitado en cuanto a posibilidades reales, principalmente porque basa el peso del sistema de juego en aprovechar las habilidades de cada personaje de forma intercalada.

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Haciendo el mal
De este modo controlamos a una criatura de cada color según la circunstancia así lo exija. En ocasiones debemos utilizar a una para sortear el fuego con vistas a empujar un determinado puente para facilitar el paso de un compañero; en otras es menester saber compaginar las habilidades de uno mientras el otro ataca a los enemigos utilizando las artimañas que sean necesarias. El juego que permite el stylus no es lo suficientemente cómodo como para hablar de un control idóneo para el disfrute del jugador. Las imprecisiones son el pan de cada día, un hecho especialmente frustrante una vez transcurrido el ecuador de la partida. Nada que deba sorprender a los jugadores asiduos de la consola, ya que este hándicap se viene repitiendo hasta la saciedad en los últimos meses.

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En la misma línea que el resto de aptitudes que componen la aventura, para poder avanzar sólo es cuestión de utilizar mínimamente el ingenio, superar obstáculos, llegar a final del nivel y seguir avanzando sin más dilación. Los combates ante enemigos de gran calibre son realmente divertidos, así como algunas habilidades especiales de las que hacen uso los protagonistas de la aventura -léase el camuflaje-, aunque insistimos en que sólo se puede destacar la idea, ya que la consecución dentro del cartucho es bastante menos impactante de lo que debería ser considerando el material del que dispone.

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6

Correcto

No es lo último ni lo más original, tampoco cuenta con la mejor ejecución, pero puede divertir si te gusta el género. Bien, pero mejorable. Cómpralo si te gusta el género y te gusta tenerlos todos.