Cuentos en tiempo real

Llevamos meses, sino años reclamando un cambio en la saga Seiken Densetsu. Koichi Ishii, genio y creador de la misma ya explicó en su día que tomaría las medidas necesarias para dar un soplo de aire fresco a la serie, pesara a quien pesara. El tiempo ha dado la razón al japonés, quien parece tener carta blanca a la hora de realizar cualquier experimento en las aventuras que saca a la luz. Este caso en particular es bastante curioso, pues el sistema de combate que emplea el juego ha servido como modelo para Revenant Wings, este último con ligeros cambios e incluso algunas mejoras sobre el de Heroes of Mana.

La expectación que se ha levantado por tratarse de la primera entrega que no sigue a raja tabla el concepto de Action-RPG ha sido espectacular, especialmente en Japón donde el juego consiguió mantenerse firme durante semanas en el top 10 de las listas de ventas. Incluso así, las malas lenguas achacan al nuevo sistema que el juego no haya podido mantenerse durante más tiempo entre los más vendidos; al parecer el boca a boca es un fuerte aliado para tumbar grandes licencias. De forma o no justificada, claro está.

Dejando un poco de lado el sensacionalismo al que Square-Enix nos tiene más que acostumbrados, lo cierto es que la nota más llamativa en la salida de HoM es precisamente el hecho de que ya esté en la calle cuando apenas ha transcurrido medio año tras que viese la luz en Japón. Es un punto a favor de Nintendo, los distribuidores del juego, y otro claro ejemplo de que Square apuesta fuerte con esta aventura que pretende otorgar algo de renombre a la saga, perdido para muchos y simplemente olvidado para tantos otros.

Pero junto a Ishii y a su compañía, hay que destacar otra importa y ya reputada empresa que en los últimos años viene ofreciendo títulos muy a tener en cuenta: Brownie Brown. Con el particular toque que otorgan a sus creaciones, tal es el caso de Magical Starsign, tanto en el aspecto gráfico como sonoro, no es complicado imaginar el aspecto general de Heroes of Mana. Aunque primero, claro está, es necesario entender cuál es el mal que azota en esta ocasión al mundo de Fa'Diel...

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Salta a la vista que el tono infantil con el que se tilda habitualmente la saga ha desaparecido por completo, incorporando personajes con caracteres muy marcados y que por una vez pelean por ideales racionales. La historia no está exenta de cierto tono cómico siempre y cuando la situación se preste a ello, pero por regla general el ambiente es serio, tenso, mucho más agitado que el estándar de la serie. Tampoco han desaparecido los elementos que hacen referencia al poder del Mana, así como las figuras clave dentro del universo.

Un espejo oscuro es el causante del poder de Pedda, la razón y causa de que los ocho espíritus del Mana despierten y se unan a nuestra lucha. La trama tarda algunos capítulos en arrancar, empleados como tutorial de combate al tiempo que introducción para los casi quince personajes que nos acompañarán durante el periplo. Sin embargo, una vez Roget y compañía comprendan la importancia del Espejo comenzaremos a recibir los poderes del Mana, cuyo uso explicaremos más tarde.

Una vez puesta en marcha, la historia puede presumir de mantener coherencia en su desarrollo. La longevidad del título se basa en las numerosas misiones extras que tendremos que completar por motivos ‘secundarios' o de menor importancia, mientras que el argumento central suele albergar los combates más difíciles por la lógica importancia de los acontecimientos. No está exenta de clichés, no en vano su caballeresca historia es predecible y desde un primer momento deja clara la línea a seguir. O dicho en otras palabras; hace que el juego se vuelva lineal y fácil de seguir en todo momento.

Gráficos

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La historia forma parte imprescindible en el desarrollo de la aventura, por lo que las escenas que narran los acontecimientos son quizás el detalle más cuidado del cartucho. Algunos vídeos animados se entremezclan con escenas estáticas, por lo general muy abusivas y algo repetitivas. Es evidente que este punto es algo secundario dentro del apartado, además de no reflejar en absoluto el aspecto que luce el motor gráfico de la aventura, totalmente en 3D y con la vista exterior genérica en los juegos de estrategia.

Es importante puntualizas el hecho de tratarse de un motor en 3D, pues esto nos permite rotar la cámara en cualquier momento del combate para poder seleccionar apropiadamente una unidad o enemigo, algo más complejo de lo que podría parecer en un primer momento, culpa de las usuales conglomeraciones de personajes en un espacio de seis o siete casillas. Los personajes, que lucen un aspecto artístico bastante bien cuidado, se destacan lo suficiente para no confundirlos con el enemigo. Su tamaño es algo inferior al de Final Fantasy Tactics, y por regla general no encontraremos unidades mastodónticas u otros elementos poco frecuentes.

Salvando estos pequeños defectos, desde el menú hasta la última conversación el aspecto general es notable, colorista como de costumbre y muy generoso en lo que a parajes y países que visitaremos. Numerosas zonas de batalla distintas con condiciones atmosféricas variables no ocultan el hecho de que en combate no hay fondo, tan sólo una densa capa oscura sin ningún elemento más a su alrededor. Es decir, no hay escenarios, sólo un campo de batalla más o menos detallado. Lo cual es, por otra parte, suficiente para recrearnos con las vistas que HoM nos regala.

Sonido

Estrategia en tiempo real, sin exploración en pueblos y sin tener que molestarnos si quiera en elegir un destino. Por primera vez en portátil, tampoco podremos adquirir armas o armaduras para proteger a nuestros personajes, y estos no aumentarán de nivel al terminar un combate. De hecho, los puntos que obtenemos al terminar una batalla sólo indican una puntuación, tal y como la propia palabra indica, para tratar de batirnos la próxima vez que queramos realizarla. Exactamente igual que el Children of Mana, pero en otro contexto.

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Como ya explicamos, la mecánica del juego es bastante simple. Tras enterarnos de algunos detalles sobre la historia aterrizaremos con nuestra nave, Nightswan, en algún territorio en el que por unos motivos u otros entraremos en combate. Antes de ello, tendremos que elegir a los tres o cuatro personajes principales que queremos manejar en la batalla, y después pasaremos directamente a contemplar la situación. En la pantalla superior de la consola encontramos un mapa oscuro que tendremos que ir clareando investigando nuevas zonas o para detectar al enemigo. En la inferior, nuestros personajes en un mapa acompañados por una nave. Y por primera vez, es la nave la protagonista.

Los puntos de colecta se agotan con rapidez y no regeneran, limitando la cantidad de unidades a construir. Dada la dificultad del terreno y la variedad de clases enemigas que nos atacan, ganar a veces se convierte más en una cuestión de suerte o esmero que de elegir una táctica correcta. El sistema de combate es interesante, divertido, rápido y exige mucha más tensión que un SRPG tradicional, pero no carece de fallos y de problemas que entorpecen la jugabilidad. La IA de los personajes controlados por la máquina es simplemente patética, no tenemos posibilidad de alterar en gran medida sus acciones, por lo que los combates se tornan impredecibles y muchas veces hasta incontrolables.

Curiosamente la importancia de las unidades que creamos supera la de los protagonistas de la historia. Si bien es cierto que dependiendo de la puntuación que obtengamos en cada combate obtendremos objetos para equiparnos -sólo existen tres clases, en forma de accesorios- y así mejorar los atributos físicos, es injustificable que los supuestos héroes de la aventura actúen como generales casi ‘intocables'. Prepararlos para el combate requiere experiencia y saber hacer, mucha exigencia para un estilo de juego poco habitual por estas tierras.

Hay algunas situaciones en particular que parecen hechas a posta para molestar al jugador. Es muy frecuente tener que volver a repetir una misión por perder a algún personaje secundario ‘intocable' en los requisitos de la misión, o incluso a nuestro propio protagonista. Lo realmente molesto no es perder media hora en repetir una misión justo cuando casi la has superado y, sin darte cuenta, pierdes a un inútil personaje secundario. Es la sensación de impotencia ante los hechos, de que no controlamos todo lo que pasa en el campo de batalla, y aún cuando queremos hacerlo son los propios personajes los que con su absurda IA entorpecen el mandato exigido.