Assassin's Creed Mirage
Review
Análisis de Assassin’s Creed Mirage. El reflejo de los clásicos
Ubisoft deja de lado la fórmula RPG de las entregas más recientes para replicar el estilo jugable de los títulos anteriores a Origins.
Un oasis perdido en los desiertos de Bagdad devuelve el reflejo de una imagen del pasado. No es un espejismo, es Assassin’s Creed Mirage, un juego que mira al ayer con ojos de enamorado, sediento de clásico y hambriento de nostalgia. El espejo acuoso muestra un océano de arena ardiente, cuyos granos se arremolinan y conforman la majestad de una ciudad exótica en su época de máximo esplendor. Regresamos al siglo IX d.c.; volvemos al Assassin’s Creed más añejo, pero ¿será capaz de aguantar el paso inexorable del tiempo?
Los años no transcurren en balde, roen la piedra y la vuelven a transformar en arena, poco a poco, de manera inclemente. Por eso, retomar la fórmula de antaño es como desenvainar una espada de doble filo: de una estocada, ataca al corazón, siempre ávido de recuerdos dulces; de otra, golpea al espejo, que puede hacerse añicos y quebrar esa imagen para siempre. Como el Asesino sobre el tejado, la nueva entrega de la saga de Ubisoft practica el equilibrismo y pugna por contentar al fan de los originales, al tiempo que implementa ciertas novedades a la fórmula.
Basim se encuentra a sí mismo: de ladrón a maestro Asesino en las calles de Bagdad
Nada es fácil para los que sobreviven en las calles. El brillo dorado de Bagdad refulge revestido de cultura, riqueza y sapiencia, pero también proyecta sus sombras sobre los más desfavorecidos. Bajo esa máscara de opulencia se oculta la roña y la podredumbre, que se extiende poco a poco por las calles. Pronto, ni las alfombras persas más cotizadas podrán tapar la mugre que desprenden las élites sociales más poderosas. La guerra entre la Orden los Ocultos y los Antiguos continúa.
Basim Ibn Ishaq es un ladrón con conciencia. La necesidad de llevarse algo a la boca no siempre motiva sus acciones, pues ha estado trabajando para los Ocultos. Por la noche, cuando el sol se oculta tras las dunas del desierto, las pesadillas perturban su sueño. La mano de un genio esquelético y sombrío, con los tendones al aire, roza su piel. Y entonces despierta entre escalofríos y zozobra, para luego ser tranquilizado por su amiga Nehal. Hay cierta vulnerabilidad en la personalidad de Basim, una inseguridad que se imbrica en su propia identidad y que le hace preguntarse cuál es su encaje dentro del mundo.
El personaje, que debutó en Assassin’s Creed Valhalla, tiene una personalidad compleja marcada por el destino, las decisiones y su andadura como miembro de la Orden de los Ocultos —como eran conocidos los Asesinos al principio—. Es Roshan, mentora y maestra, la que lo recoge de las calles y lo lleva a iniciar el duro entrenamiento y las pruebas que lo convertirán en parte de la Hermandad.
En términos narrativos, el juego articula su argumento en torno a la investigación, un panel radial que va añadiendo nuevas misiones e historia a medida que completamos tareas y hallamos pistas. No es que haya libertad absoluta para tirar de un hilo de pesquisas, pero en contadas ocasiones podemos elegir qué misión hacemos primero. El rango de Asesino (Iniciado, Novicio, Asesino y Maestro) es un concepto más narrativo que jugable, ya que se obtiene al completar ciertos objetivos de la trama principal, una historia que nos ha parecido interesante, sobre todo lo relacionado a la mitología de la Orden y a su vínculo con Basim.
Una jugabilidad que resulta muy familiar
Nunca lo han ocultado, el objetivo de Ubisoft era recrear la experiencia de los Assassin’s Creed clásicos, aunque no es que la fórmula anterior se mantuviera congelada en el tiempo. Quizá el hecho de que las entregas fueran anuales difuminaran un poco la percepción, pero el salto desde el primero hasta Syndicate no es solo gráfico, también jugable. Aun así, el sigilo, el parkour y los asesinatos se han conservado como el eje central.
Tal vez algunas mecánicas funcionaran en su momento, pero con los pies en el presente como estamos, ciertos elementos se han quedado obsoletos. Cuando el nivel de notoriedad se incrementa —el sistema dispone de tres niveles de alerta—, pasear por Bagdad es labor dificultosa, porque no solo los guardias se percatan de tu presencia, sino que los propios ciudadanos gritan y se chivan a las autoridades. La primera solución es arrancar carteles, pero es una acción tan tediosa (no hay muchos y es necesario rebuscar bastante) que a veces es preferible sobornar a un Munadi para que nos quite la notoriedad de una tacada.
Escapar tampoco es la experiencia más gratificante porque no se han refinado ni evolucionado ninguna de las mecánicas clásicas. Correr, buscar un lugar en el que esconderse o simplemente dar esquinazo a los soldados enemigos es la forma de pasar inadvertidos y de volver a la zona en la que queríamos estar.
El parkour sigue siendo simple, bastan un par de botones para saltar de un lado a otro, al igual que la escalada, si bien en esta entrega hallamos superficies demasiado planas, por lo que tendremos que buscar otros puntos de anclaje. Ocurre en Assassin’s Creed desde tiempos inmemoriables, pero cuando practicamos parkour, especialmente en una carrera, es fácil que el personaje se suba a una superficie equivocada sin querer.
El águila debutó en Origins como una variante del dron de Watch Dogs 2. Sobrevuela el cielo, marca a los enemigos y realiza otras labores adicionales. En Mirage, Endiku cumple el mismo propósito sin mayores cambios, salvo que antes de aventurarse por los cielos habremos de tener en cuenta que no haya tiradores por la zona, puesto que no podrá volar hasta que los noqueemos.
Basim es un maestro carterista, un talento que se plasma en la jugabilidad. Algunos ciudadanos cargan sus pertenencias en bolsitas, que podemos hurtar sin que nadie se dé cuenta. Al colocarnos detrás de la desafortunada víctima, se activa un pequeño minijuego que consiste en pulsar un botón en el momento justo. De lograrlo, nos haremos con los objetos al instante. Si fracasamos, la guardia estará a un solo paso de personarse para castigar el crimen.
Alguna novedad en lo que respecta al sigilo. En ocasiones habrá que buscar puntos de entrada si la zona está fuertemente vigilada. Endiku encuentra a oportunidades, personas que nos ayudarán a infiltrarnos, siempre y cuando los sobornemos con algún emblema (por alguna razón a la gente de Bagdad les gusta este objeto como moneda de cambio). A veces las paredes agrietadas nos permiten entrar, otras es preferible contratar a un músico para despistar a los soldados. Sentarse en un banco y escuchar una conversación ajena nos puede proporcionar la pista que necesitamos, o seguir a alguien hasta el punto de destino. Ya dijimos en la preview que Assassin’s Creed Mirage no es Hitman, aunque se agradece que se incluyan distintas formas de llevar a cabo la misión.
Caminar por la hierba alta, silbar para atraer la atención de la víctima, matarlo desde un colchón de paja, realizar un asesinato aéreo... todo eso está en este juego. Además, según vamos progresando de manera sigilosa, la barra de concentración se completa. Llegado a un punto, podremos fijar a varios enemigos y ejecutar un ataque secuencial que nos librará de varios enemigos en un abrir y cerrar de ojos. Y no, no rompe el juego, porque solo se puede realizar si no te han detectado previamente o no hay conflicto.
El sistema de lucha tiene más de Assassin’s Creed moderno que de clásico, aunque no deja de ser una fusión que no termina de cuajar. Contamos con ataque un fuerte y débil, una acción de dash y la posibilidad de bloquear golpes enemigos. Si lo hacemos en el momento preciso, se abrirá la oportunidad de propinar una patada o de matarlo al instante. Esto último reabre una vieja herida de la saga, porque conseguirlo es muy sencillo y facilita los combates en demasía. Al contrario que en los RPG, Basim no disfruta de habilidades especiales, pero sí tiene herramientas: lanza cuchillos, bombas de humo y pone trampas. También puede desbloquear una cerbatana que duerme o envenena a los antagonistas.
La inteligencia artificial es una asignatura pendiente ya no solo en Assassin’s Creed, sino en otras sagas de Ubisoft. En Mirage no se producen avances significativos en este aspecto, ya que la IA sigue siendo muy mejorable. A veces, los enemigos te detectan al instante; otras, no se percatan de nada aunque mates a alguien delante de sus narices.
Además de las misiones principales, Ubisoft ha preparado los típicos contratos, que consisten en cumplir una pequeña tarea, por la que obtendremos recompensas. El mundo esconde coleccionables (esquirlas), historias de Bagdad y alguna que otra sorpresa posicionada de una forma más orgánica. Por ejemplo, nos topamos con una puerta cerrada y un cartel que nos indicaba una pista para buscar un objeto concreto.
Así funciona el sistema de progresión
El sistema de progresión no depende de niveles como en la trilogía RPG. Al completar misiones, contratos y actividades se obtienen puntos de habilidad, que se pueden canjear en un árbol de habilidades que se bifurca en tres ramas: Fantasma desarrolla las habilidades de asesinato y concentración; Embaucador desbloquea huecos para herramientas y mejora la capacidad de Bassim para perpetrar hurtos; Depredador hace evolucionar el potencial de Endiku, refuerza la puntería y algunos aspectos del sigilo.
Otro de los caminos para progresar es mejorar el equipo. El cuero, los lingotes de acero y los componentes se consiguen como recompensa y en los cofres desperdigados por el mundo. Cada atuendo, espada o daga cuenta con tres niveles, que amplían aspectos como el daño o la defensa, al tiempo que añaden condiciones especiales en función del tipo de objeto en particular.
Las herramientas se mejoran en las Guaridas de Asesinos y también requieren los recursos antes mencionados. Tienen tres niveles, cada uno con varias mejoras, pero en cada nivel solo se puede seleccionar una de ellas (aunque se puede cambiar en cualquier momento).
Gran recreación de Bagdad, pero con gráficos de anterior generación
La recreación histórica de aquella Badgad gobernada por el Califato abasí ha sido un reto para Ubisoft Bordeaux. De la urbe del siglo IX apenas quedan vestigios, por lo que han basado su investigación en textos medievales, libros, hallazgos arqueológicos y edificios que aún se conservan. El resultado es una reimaginación creíble, exótica, tan espectacular como suele ser habitual en los juegos de la saga.
De todos modos, Assassin’s Creed todavía no ha saltado a la nueva generación en lo técnico. Que salga en PS4 y Xbox One supone una limitación, pero es que además en algunos aspectos es inferior a títulos como Syndicate, Odyssey o Valhalla. Las expresiones faciales son artificiales y poco realistas, en contraste con los escenarios, más sólidos en general. No estamos ante un mundo abierto tan basto con el de los RPG, pero la ciudad es enorme y no hay transiciones entre distintas áreas dentro del mundo abierto. Ahora bien, los tiempos de carga en el viaje rápido podían ser más cortos.
¿Cuánto dura Assassin’s Creed Mirage?
Ubisoft ya había dicho que esta entrega sería más corta de lo habitual. Al abandonar el formato RPG, casi toda la historia se desarrolla en una única ciudad. En nuestro caso, sin entretenernos más de la cuenta, nos ha durado 18 horas en total. Claro que al finalizar el argumento principal, tenemos un endgame que consiste básicamente en completar todo lo que hemos dejado atrás, así que puede que la partida se prolongue hasta las 30 horas.
El juego incorpora las dos modalidades gráficas más habituales, el rendimiento y el de calidad. Es verdad que el modo que prioriza la resolución sacrifica algo de fluidez, ya que se producen caídas de framerate puntuales. Por otro lado, en homenaje al primer Assassin’s Creed, se incluye un filtro que simula los colores más apagados del primero. La banda sonora compuesta por Brendan Angelides tiene tonalidades árabes y consigue contribuir a la construcción de la atmósfera.
Assassin’s Creed Mirage sale a la venta para PS4, PS5, Xbox One, Xbox Series X, Xbox Series S y PC.
Análisis de la versión PS5. Código proporcionado por Ubisoft.
Conclusión
Assassin's Creed Mirage es una vuelta al pasado, para lo bueno y para lo malo. Los más nostálgicos se sumergirán en una aventura como las de antes, más compacta, sin tantos vericuetos y con un enfoque más centrado en el sigilo, los asesinatos y el parkour. Ubisoft hace honor a esa promesa y nos permite vivir una historia en la exótica Bagdad del siglo IX, donde Basim, de Assassin's Creed Valhalla, demuestra ser un protagonista de matices que vive su ascenso desde la capa más baja de la sociedad hasta lo más alto de la Orden. A nivel jugable, destaca la introducción del águila en la fórmula clásica, el uso de las herramientas y los asesinatos en cadena. Se recuperan mecánicas de antaño, si bien algunas de ellas se perciben obsoletas, al igual que la inteligencia artificial y el sistema de combate, demasiado simplón. Por lo demás, una experiencia más que recomendable.
Lo mejor
- Una aventura que capta el estilo de juego de los Assassin's Creed clásicos.
- La recreación de la Bagdad del siglo IX es fantástica: Basim encaja como protagonista.
- Una estructura narrativa que se articula en torno a un sistema de casos e investigaciones.
- La habilidad de asesinato en secuencia y las herramientas aportan distintas opciones de encarar las misiones.
Lo peor
- Algunas mecánicas se han quedado anticuadas.
- Las expresiones faciales, por debajo de las de otras entregas.
- Al sistema de combate le falta profundidad.
- La inteligencia artificial sigue siendo la asignatura pendiente de Ubisoft.
Bueno
Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.