Crítica de ‘Joker 2: Folie à Deux’, una de las grandes decepciones del año

Hay una escena de ‘Joker 2: Folie à Deux’ que describe a las mil maravillas lo que muchos van a sentir al ver la película. Es una secuencia en la que Joker y Harley están hablando tranquilamente y, de pronto, va ella y se pone a cantar. Hasta ahí todo normal. Esta secuela es un musical y ese tipo de arranques suceden a menudo. Sin embargo, en el momento concreto al que nos referimos, el personaje de Joaquin Phoenix se pone a chistar al de Lady Gaga. Trata de taparle la boca con las manos y de evitar que siga. Le pide que se calle, que por favor tengan una conversación normal. Reconoceréis cuándo es porque la situación viene acompañada de una carcajada generalizada en la sala de cine. Muchos espectadores ven reflejado su sentir en ese preciso instante y es que por desgracia, en esta continuación dan ganas de gritar a la pantalla y de pedir a todos los implicados que paren mucho antes de que salgan los créditos.

La secuela de ‘Joker’ es una película autoconsciente y raros son los casos a lo largo de la historia del cine en que eso no es un problema. La cinta sabe que te gustaron las dichosas escaleras de la primera parte. Ha tomado buena nota de lo mucho que te impresionó el baile de Joaquin Phoenix ante el espejo, ese que tantas veces se dijo que había sido improvisado. Tiene en mente todo lo que dieron de sí las fantasías que se montaba el protagonista en su mente y los debates sobre qué era real y qué no. Recuerda a la perfección que cuenta con un actor capaz de ganar el Oscar única y exclusivamente por cómo fuma. Saca de la caja fuerte aquel naturalismo zoliano de sus secundarios y aquellos discursos de sociología barata que tanto calaron. Incluso se había guardado bajo la manga más juegos visuales con focos y platós de televisión. No hay nada que se aplaudiera de la primera parte que ‘Folie à Deux’ no intente repetir. Pero no una ni dos veces. La película insiste con los mismos trucos hasta la extenuación.

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A veces parece estar irritando a la audiencia a propósito. Y no, esto no es un comentario mordaz, sino una reflexión genuina. Con el correr de los minutos, la paciencia de los espectadores se agota al mismo ritmo que la del Joker. No parece casualidad. Por resumir la situación del personaje, esta vez la historia gira en torno al juicio por los asesinatos que cometió en la primera entrega. Arthur Fleck empieza defendiendo la idea de que sufre un desdoble de personalidad para evitar la pena de muerte y poco a poco su narcisismo le llevará a cuestionarse si vale la pena hundir su imagen de esa manera. ¿Le compensa salvar el pescuezo a cambio de confesar, entre otras intimidades, que es virgen, que su madre lo maltrató y que sus ganas de hacer reír vienen de un trauma infantil? ¿No sería mejor entregarse a su nueva legión de seguidores y comportarse como ellos esperan de él? Quizás sean un camino más rápido a la salvación...

El planteamiento no es malo, pero si os fijáis, es exactamente el mismo que el de la anterior. Un pobre desdichado acorralado por sociedad que sólo ve dos salidas y ambas le destrozan por dentro. ‘Joker 2: Folie à Deux’ da vueltas una y otra vez al mismo tema y acaba por matar el ritmo de la película y la progresión del personaje. No esperes que Arthur Fleck vaya a transformarse en un genio del mal que tiende trampas a Batman. Tampoco que la película vaya a ser igual que la anterior. Viendo la cantidad de gente que compró el discurso del Joker, a su director le parece que no se entendió el verdadero mensaje de aquella. Lo que busca es meter el dedo en la llaga, centrarse aún más en sus miserias. Y para que tragues con ello, te ofrece una cucharada tras otra de aquellas escenas y momentos de la primera que tanto defendiste y admiraste en su momento. Hasta que las vomites. Hasta que te des cuenta de que esto va de otra cosa.

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Lady Gaga y los números musicales, la nota negativa

El papel Lady Gaga es uno de los mayores chascos que se va a llevar el espectador. En su defensa diremos que parece más cosa del guion que de la actriz. Su personaje está lejos de tener el desarrollo de Joker y quienes vengan del cómic sentirán maltratada a la pobre Harley. Sin apenas trasfondo y con una presencia sorprendentemente limitada, es sólo una manipuladora sedienta de atención. Una metáfora del público y una representación femenina bastante simple y conservadora. Ni siquiera los números musicales permiten aprovechar su faceta como cantante, pues confunden ser íntimos con sosos. La mayoría son covers a capela y sin casi movimiento que no entran ni por los ojos ni por los oídos. Ahora entendemos por qué los actores han querido desmarcarse del género en ciertas entrevistas.

Siendo irrisorio el despliegue de dichos números, y teniendo en cuenta que no hay una sola escena de acción como la del tren en la primera parte (de hecho, no se dispara un arma), es complicado explicar por qué la anterior tuvo un presupuesto de 55 millones y esta de 200. El dinero se ha tenido que ir en cachés, no en puesta en escena. La película deambula entre diálogos estériles atados a una silla y paseos de la cárcel al juzgado y viceversa (sobra decir que recuperando el plano del Joker apoyado en la ventana del coche de policía). Es un epílogo eterno. Un apéndice de la original de finalidad cuestionable.

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Conclusiones

Sigue habiendo talento y existen cosas rescatables en ‘Joker 2: Folie à Deux’. Está, por ejemplo, el despliegue de Joaquin Phoenix (tanto interpretativo como físico). O la vistosa fotografía de Lawrence Sher, donde las fantasías del protagonista rebosan color y contrastan con el aspecto plomizo de la ciudad y ese tono verdoso de la realidad (del verde enfermizo del pelo del payaso). Nos ha gustado su versión de Gotham y el modo de representar a Harvey Dent. Incluso tiene un polémico y fascinante final que dará qué hablar. El problema reside en que a veces la película parece haber sido concebida con la única intención de aclarar las malas interpretaciones que se hicieron de la primera.

Todd Phillips se asustó al ver a ciertos espectadores tomar al Joker como referente y ha querido hundirlo y retratarlo de una manera aún más humana y patética. Como si no hubiera hecho bien su trabajo (el mismo) en la primera parte. Seas o no fan del personaje, es duro asistir a semejante ensañamiento. Es una sesión de tortura larga y lenta como ella sola. El director quiere que seas consciente de que estás viendo cómo se destruye a una persona que sólo buscaba una pizca de amor. Y remarca una y otra vez (a través de Harley, por ejemplo) que sin embargo tú como público lo único que quieres es espectáculo. Bailes, canciones, acción y disparos. A la sociedad contemporánea se le llena la boca con la salud mental y luego la pisotea en pos del entretenimiento, como aquí.

¿Cumple su objetivo? Sí. ¿Es a costa de irritar al espectador, señalarlo y darle lecciones? También. ¿Busca romper expectativas a propósito? Por supuesto. Quiere que vayas buscando un musical o una película sobre los orígenes de un supervillano y que reflexiones sobre qué demonios estás viendo cuando no encuentres ni lo uno ni lo otro. No cabe duda de que hay algo hermoso en su tristeza. Tampoco dudamos del valor de su idea, pero es exactamente lo mismo que defendió la anterior. Esta es una aclaración repetitiva y mucho más explícita. Una cinta irregular que descuida personajes, estructura y ritmo en pos de imponer un mensaje que entrega con desprecio. ¿No había otro camino?

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