Oxenfree 2: Lost Signals, análisis. Un déjà vu hecho videojuego

Para hablar de Oxenfree 2 es inevitable aludir todo el rato al juego original (analizado en MeriStation y estos días de oferta en todas las tiendas digitales a menos de tres euros). Es inevitable porque la experiencia es prácticamente la misma, solo que a mayor escala y con un factor sorpresa menor. Más, pero no mejor. Lo que no quita para que si borras el “muy” de “muy bueno”, te sigue quedando eso, algo bueno.

El mismo juego, distintos personajes

El primer Oxenfree era una aventura narrativa de unas 4 horitas que destacó por la verborrea de sus personajes y los toques paranormales de su ambientación. Sus puzles y su desarrollo no podían ser más simples, pero al mismo tiempo, cualquier escritor daría fe de lo complejo y difícil que resulta alcanzar unos diálogos tan naturales. Aunque la trama se ramificaba en función de lo que elegíamos en cada conversación, la historia siempre se las apañaba para emocionarnos, en gran medida por la ternura de ciertos momentos y lo bien marcado tanto de las relaciones entre sus protagonistas como de los secretos que yacían tras las mismas. A nivel narrativo era una delicia.

Oxenfree 2: Lost Signals ofrece exactamente lo mismo. Unas mecánicas simplonas y hasta aburridas a cambio de unas 5 horitas en las que se nos cuenta una historia capaz de tocarnos la patata. Si el original iba de cinco adolescentes en plena crisis preuniversitaria, la de qué hago con mi vida, esta secuela gira en torno a dos adultos en otra crisis, la de los treinta, la de si hemos desperdiciado ya esa misma vida. También se sitúa en una isla, solo que esta vez se nos marcan tres rincones a los que deberemos ir en el orden que queramos. El camino lo componen charlas por radio, encuentros con fantasmas, momentos de intimidad junto a nuestro acompañante y decenas de referencias a los personajes y acontecimientos del primer juego.

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Lo mejor y lo peor de su historia

No vamos a profundizar mucho para evitar spoilers. Simplemente diremos que a nosotros sus protagonistas y conflictos nos han parecido conmovedores y de lo más genuino, especialmente durante un tramo final demoledor. También nos ha parecido que la historia de Oxenfree 2 guardaba aún más bifurcaciones y que los encuentros en la tercera fase eran todavía más impactantes.

Por el lado contrario, nos ha parecido reiterativo que todo volviera a girar en torno a los fantasmas del USS Kanaloa y que no se aportara ningún ángulo distinto al respecto. Tampoco hemos terminado de empatizar con los secundarios (demasiada voz en off) ni nos ha convencido el modo en que esta secuela amplia y sobreexplica el final del Oxenfree original.

Del mismo modo, mentiríamos si no dijéramos que nos ha decepcionado un poquito que no hayan reutilizado y profundizado en el girito narrativo que tenía el primero. En aquel se nos metía con elegancia en las partidas de terceras personas y se conectaba online a la comunidad del juego. Era complicado sacarle más punta, pero hubiera sido bastante más atrevido y rompedor.

En cualquier caso, y aún siendo de lo más conservadora, la historia de Oxenfree 2: Lost Signals es lo mejor del juego y ciertos momentos perdurarán en nuestra memoria. Vivan esas conversaciones a lo Linklater y a lo Rohmer.

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Sin evolución alguna

A nivel de mecánicas es donde más fríos nos ha dejado Oxenfree 2. El juego no ha evolucionado apenas y sin ir más lejos, moverse por los escenarios, uno de los grandes fallos del primero, aquí sigue siendo un engorro. Los personajes van demasiado despacio y como chocándose continuamente con las paredes invisibles de unos senderos minúsculos y muy delimitados. El desplazamiento vuelve aburrida cualquier clase de exploración y casi se podría decir que la exploración es lo único que ha crecido en esta secuela. La cantidad de objetivos secundarios y secretos por encontrar se ha multiplicado, pero nadie jugó al primero por las cartas de Maggie Adler y las anomalías ocultas, así que es como alimentar y poner el foco en el lugar equivocado.

Por lo demás, repetimos, es exactamente lo mismo. Hasta vencer a los fantasmas y abrir puertas sigue consistiendo en tirar de radio y sintonizando la emisora adecuada. En un momento dado hay un par de puzles curiosos con saltos temporales y existen divertidas situaciones en las que el escenario se pone del revés, pero son anécdotas dentro de una aventura que en líneas generales se antoja idéntica a la original, salvo que con otros personajes y conflictos. Hasta el apartado artístico parece quedarse a medias en su salto hacia la tridimensionalidad, con un aspecto un tanto tibio y por momentos extraño, pues evoluciona, pero no sabemos hacia qué. Ahora bien, chapeau a unas actuaciones de voz y una banda sonora para quitarse el sombrero. Otra maravilla sobre la que edificar una ambientación igual de cautivadora y una historia igual de edificante.

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