Análisis de Hell is Us, un extraño cóctel que combina ciencia ficción, soulslike y puzles para luchar por el premio a tapado del año

Hace unos días llegó su demo y automáticamente muchos jugadores comenzaron a interesarse por él. Atiende al nombre de Hell is Us, cuenta con el sello de Jonathan Jacques-Belletete, director de arte de Deus Ex: Human Revolution y se presenta como un extraño cóctel formado por una aventura con altas dosis de exploración, una historia de ciencia ficción de lo más atractiva y elementos soulslike y RPG. Casi nada.

Hell is Us es un videojuego bastante particular del que merece la pena hablar largo y tendido, ya que tal y como decimos al comienzo de estas líneas, el estreno de la demo dio lugar a que mucha gente comenzase a hablar de él de una manera bastante positiva. Sin ir más lejos, a nosotros nos dejó un gran sabor de boca y teníamos muchas ganas de comprobar si cuenta con argumentos suficientes para convertirse en uno de los sleepers o tapados del año.

La premisa argumental de Hell is Us resulta atractiva y se apoya en una ambientación muy bien recreada, por lo que cualquier amante de la ciencia ficción se sentirá como pez en el agua nada más comenzar la partida. El punto de partida de la trama nos pone en la piel de Remi, un hombre de mediana edad que se encuentra en medio de una guerra civil que ha devastado a todo un país. Para más inri, la zona parece haber sufrido algún tipo de cataclismo y hay extraterrestres hostiles por todas partes. ¿La misión? Seguir la pista de sus padres para reencontrarse con ellos, y aunque todo resulta muy confuso al principio, poco a poco se va dando cuenta de que está llamado a protagonizar un papel en este mundo cuyo destino pende de un hilo.

La exploración es la piedra angular del juego, por lo que cualquier jugador que disfrute de peinar cada rincón del escenario en busca de secretos y pistas, resolver puzles y del backtracking se sentirá muy a gusto a los mandos. Si echamos rápidamente un vistazo a Dark Souls pensamos en los pasadizos secretos que hay en Lordran, el cuadro del salón de las pinturas de Anor Londo o la posibilidad de volver al Refugio de los no muertos, debéis saber que aquí encontraréis una experiencia muy similar, ya que el mundo está repleto de misterios, lugares secretos y acertijos. Dos horas de partida son más que suficientes para tener una lista con media docena de incógnitas que el cuerpo nos pide resolver en cuanto reunamos los medios necesarios.

Un elemento que nos ha gustado mucho es la manera de progresar tanto en la historia principal como en las misiones secundarias, ya que, una vez más, recordamos que no contamos con la ayuda de un mapa y ni siquiera aparecen iconos de orientación en pantalla. Lo único que podemos hacer es permanecer atentos a todo lo que vemos —y a lo que oímos—, además de prestar especial atención a las conversaciones que tenemos con los diversos personajes que encontramos por el camino, ya que a menudo nos ofrecen pistas que podemos consultar en nuestra table, la cual dispone de una base de datos que aumenta conforme descubrimos nueva información. En resumidas cuentas, avanzar en Hell is Us da lugar a una sensación muy satisfactoria.

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La estructura del juego es un tanto engañosa al principio, ya que los primeros compases funcionan de un modo prácticamente idéntico a lo visto en cualquier soulslike, pero conforme avanzamos nos vamos dando cuenta de que los escenarios se vuelven mucho más extensos, hasta el punto en que algunos se perciben más como un pequeño sandbox que otra cosa. No es que sea un mundo gigantesco, pero el mapa general se divide en varias zonas independientes y alguna de ellas es realmente grande, y como no tenemos ningún tipo de mapa local, en más de una ocasión resulta conveniente sacar papel y boli para anotar esas ubicaciones de interés en las que sabemos que necesitamos algo y tendremos que volver más tarde. Eso sí, el juego tiene un problema a largo plazo, y es que casi todos los elementos y situaciones que sorprenden al inicio se repiten constantemente hasta el final, dando lugar a que pierda frescura con el paso de las horas.

Si la exploración es prácticamente la mitad del conjunto, la otra mitad es la acción. Hell is Us tiene un sistema de combate muy similar al de casi cualquier soulslike, pues las cotas de desafío son elevadas (no podemos confiarnos demasiado ni siquiera en el más bajo de sus tres niveles de dificultad) y bastan un par de peleas para que cualquier jugador afín a la fórmula de moda se sienta como pez en el agua. Fijamos a nuestro adversario, esperamos a ver qué hace y decidimos si esquivamos, bloqueamos o pasamos directamente al ataque. El principal elemento diferenciador con respecto a otros títulos del género es que contamos con la ayuda de un dron que podemos desplegar en cada momento y que, conforme avanzamos, adquiere nuevas habilidades como atacar por su cuenta o aplicar ciertos efectos (hay uno que permite retener a un enemigo en una especie de prisión mientras nosotros aprovechamos para centrarnos en otro).

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Si bien es cierto que el sistema de combate es funcional y todo está bien colocado en su sitio, también lo es que hay un par de problemas que, a nuestro juicio, arruinan lo que podría haber sido una experiencia bastante satisfactoria. Por un lado, el bestiario es tan, tan corto que en las primeras tres horas nos toca matar a casi un centenar de ejemplares de la misma especie. Por otro, y no menos importante, el apostarlo todo a que lo que obtenemos al matar enemigos sea experiencia para el arma da lugar a un progreso que no resulta del todo gratificante, por lo que en más de una ocasión nos hemos preguntado qué sentido tiene detenernos a luchar contra grupos de monstruos.

Por suerte, la cosa mejora un poco con el paso de las horas, cuando aparecen adversarios nuevos —aunque algunos no dejan de ser variantes de otros ya conocidos, pero bueno— y, sobre todo, con la incursión de los jefes finales, los cuales no destacan por la cantidad, pero sí por su diseño y el desafío que suponen. Son peleas muy tensas en las que debemos tomarnos nuestro tiempo para analizar las características de nuestro oponente, mantener la calma y aprovechar las habilidades del dron que nos acompaña para lograr la victoria.

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En lo que al apartado audiovisual respecta, el conjunto es muy pero que muy resultón; la ambientación es fascinante y el apartado gráfico está a su altura, mientras que el rendimiento es fluido casi en todo momento y los efectos de sonido están muy buen recreados, especialmente cuando nos adentramos en una de esas mazmorras solitarias que nos ponen la piel de gallina. A pesar de no ser una gran producción, Rogue Factor ha realizado un buen trabajo en este sentido.

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