Crítica de Bones and All, un romance adolescente que llega Hasta los Huesos
El director de Call Me by Your Name explora el Estados Unidos rural a través de una relación de amor marcada por el canibalismo.
La literatura en torno al primer amor es amplia, tanto como el cine que recoge esa estampa simbólica, ese recuerdo en ocasiones romantizado que se distorsiona con la idealización y la nostalgia. Hasta los Huesos: Bones and All, del director italiano Luca Guadagnino (Call Me by Your Name), da una vuelta a ese concepto y abraza la relación romántica entre dos adolescentes, pero añadiendo un ingrediente adicional, el canibalismo de sus protagonistas.
En este caso, que los personajes coman carne humana no es tanto un trastorno, sino algo sobrenatural e innato, presente en ciertas personas. El cineasta evita explicar el elemento fantasioso per se, por lo que no profundiza excesivamente en las razones o en los porqués, lo utiliza más bien como catalizador del conflicto. Es el canibalismo lo que une a los protagonistas, perdidos e inadaptados en un mundo espantado por sus apetitos.
Estados Unidos, años ochenta, la Norteamérica de Donald Reagan. Maren (Taylor Russell) es una adolescente que vive recluida en casa. Un día, la joven decide escaparse y aceptar la invitación de varias muchachas del colegio, pero la noche de pijamas acaba en drama cuando pega un tarisco al dedo de su amiga. Después del incidente, el padre de Maren no puede hacer frente al problema y la abandona a su suerte. En otro punto del país, Lee (Timothée Chalamet) se ha convertido en una especie de vagabundo errante, que vuelve al hogar ocasionalmente, para desesperación de su familia.
Sensaciones, amor, vísceras y un lugar en el que encajar
Hasta los Huesos: Bones and All es una película de imágenes, olores y sonidos, pulsiones sensoriales que recorren sus cuerpos y penetran en el espectador. Tanto Maren como Lee aprenden a oler a los suyos, a detectar el aroma metálico de la sangre, de la carne, de la putrefacción o de la muerte que se avecina. La película adopta cierto tono de terror gore en algunos puntos concretos, donde se recrea en los sonidos del chapoteo de la sangre, de los desgarros de la carne o de los huesos al quebrarse.
Maren y Lee recorren los vericuetos del Estados Unidos rural, un viaje por carretera en el que los bellos parajes naturales contrastan con sus hogares destartalados, tanto como su propia voluntad. Queda implícito el retrato de ese EE.UU. decadente, más a través de las imágenes que de su desarrollo narrativo.
La pareja vive en sus carnes un primer amor visceral, bello pero terrible, no carente de delicadeza, que representa a dos personas perdidas a las que la sociedad ha dejado al margen, tiradas en la cuneta de una carretera cualquiera. También es un periplo hacia su autoexploración como individuos, un viaje en el que reflexionan sobre sus emociones y estímulos y determinan si pueden o deben contener todas esas pulsiones embriagadoras.
Basado en la novela de Camille de Angelis, el filme peca de falta de profundidad en su esbozo de las vicisitudes del Estados Unidos de la época, aunque el eje de la película funciona y el peculiar contexto de los personajes, su condición caníbal, dota al producto de un enfoque más original.