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Ciencia y tecnología

ROBÓTICA

Arañas muertas convertidas en robots: empieza la era de la Necrobótica

Unos científicos han iniciado el campo de la ‘Necrobótica’ usando arañas muertas como ‘materia’ para robots.

Arañas muertas convertidas en robots: empieza la era de la Necrobótica

Desde que Mary W. Shelley crease el género de la ciencia ficción con su Frankenstein, el concepto de su novela, devolver la vida al tejido muerto, ha fascinado constantemente a la humanidad. Y es que nuestro propio concepto de nuestra mortalidad nos fascina y aterra a partes iguales, por ello eso de alcanzar la inmortalidad, resucitar lo que está muerto, es objetivo de la Humanidad desde hace siglos y siglos.

Pero desentrañar el cerebro humano al 100% y la complejidad de nuestra existencia es imposible aún, así que ¿por qué no usar otro enfoque? ¿Qué tal el de combinar el prefijo de ‘necro’ -muerto en griego- con la ciencia de la Robótica? De esta suma imposible ha nacido la Necrobótica, la ciencia que crea robots ‘muertos’, con cadáveres… ¿Demasiado macabro? Pues no para quienes claman ser sus fundadores.

Galvanismo

El galvanismo es una teoría del médico italiano Luigi Galvani (1737-1798) según la cual "el cerebro de los animales produce electricidad que es transferida por los nervios, acumulada en los músculos y disparada para producir el movimiento de los miembros". A partir de la publicación en 1791 de su libro De viribus electricitatis in motu musculari commentarius, el fenómeno galvánico se hizo público, conocido en todo el mundo y comenzó a ser estudiado por gran cantidad de científicos.

Esta singular teoría recorrió los claustros universitarios europeos entre finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. Los experimentos con animales, y hasta con cadáveres humanos, alentaban la secreta esperanza de que, mediante la electricidad, pudieran sanarse enfermedades que provocaban parálisis y aún reanimar un cuerpo muerto. Esas experiencias pueden considerarse un remoto antecedente del desfibrilador cardíaco moderno.

En 1818, en la universidad de Glasgow, el médico Andrew Ure maravilló a un auditorio popular aplicando corriente al nervio frénico izquierdo y al diafragma del cadáver de un ajusticiado en la horca, con lo que logró la reanimación del cuerpo. Todo terminó en un frenético festival de horror cuando se aplicó corriente al nervio supraorbital y al talón. A medida que subía el voltaje, "se exhibieron las muecas más horribles. Rabia, horror, desesperación, angustia y sonrisas espantosas unieron su horrible expresión en el rostro del asesino", narró el propio Ure.

Dos años antes, en un castillo suizo, Mary Shelley había concebido la novela Frankenstein o el moderno Prometeo en la que es muy clara la referencia a los experimentos que entonces se hacían con la electricidad, que apasionaban al marido de Mary, el poeta Percy Bysshe Shelley, y al grupo de intelectuales que la rodeaba, entre ellos Lord Byron. La teoría de un fluido eléctrico nervioso, producido por el cerebro, conducido por los nervios y almacenado en los músculos, ha sido abandonada por los científicos.

Robots muertos

Científicos de la Universidad Rice de Texas han utilizado una araña muerta como actuador en el extremo de un brazo robótico, una hazaña que, según afirman, ha iniciado el campo de la "necrobótica". Sus resultados, publicados por Advanced Science en un artículo titulado ‘Necrobótica: Biotic Materials as Ready-to-Use Actuators’, señala también que la evolución ha perfeccionado muchos diseños que podrían ser útiles en los robots, y que las arañas han resultado especialmente interesantes.

Las patas de las arañas "no tienen pares de músculos antagónicos; en su lugar, sólo tienen músculos flexores que contraen sus patas hacia dentro, y la presión de la hemolinfa (es decir, la sangre) generada en el prosoma (la parte del cuerpo conectada a las patas) extiende sus patas hacia fuera". Los autores tuvieron la corazonada de que si podían generar y controlar una fuerza equivalente a la presión sanguínea, podrían hacer que las patas de una araña muerta se movieran hacia dentro y hacia fuera, permitiéndoles agarrar objetos y soltarlos de nuevo.

Un robot con el cadáver de una araña

Y una corazonada exige una prueba que la pruebe o la desmienta en el laboratorio, así que mataron a una araña lobo "exponiéndola a una temperatura de congelación (aproximadamente -4ºC) durante un periodo de 5 a 7 días" y luego utilizaron una jeringa para inyectar el prosoma de la araña con pegamento. Dejando la jeringa en su sitio y bombeando o retirando el pegamento, los investigadores pudieron hacer que las patas de la araña se contrajeran y se agarraran.

El estudio presentado afirma que es una forma mucho más fácil de hacer una pinza que con las técnicas robóticas convencionales que requieren todo tipo de tediosos esfuerzos de fabricación y diseño. De hecho, el necrobot se agarró con fuerza: "La pinza necrobótica es capaz de agarrar objetos con geometrías irregulares y hasta un 130% de su propia masa", afirma el artículo. Otras virtudes son la biodegradabilidad y el excelente camuflaje cuando se utiliza en exteriores. Entre las desventajas se encuentra su carácter espeluznante, como se ven en los vídeos de pruebas.

Eutanasia para arañas

El artículo considera la ética de la eliminación de las arañas, pero señala que "actualmente no hay directrices claras en la literatura sobre la obtención ética y la eutanasia humana de las arañas". Por ello, los autores "obtuvieron nuestras arañas de un proveedor de productos científicos y siguieron los métodos de eutanasia presentados en trabajos anteriores".

Pero no están seguros de que esos métodos sean apropiados, porque fueron diseñados para preservar a las arañas para su examen bajo el microscopio. Los autores no están seguros de que esos métodos sean la mejor manera de preservar a las arañas para usarlas como necrobots. Por ello sugieren que es necesario realizar más estudios.

"Nuestro trabajo aquí presenta el primer paso en esta nueva vía de investigación, que esperamos se extienda a la locomoción de los necrobots mediante el accionamiento independiente de cada pata de la araña", concluyen los autores, lo que no suena en absoluto a material de pesadilla. También les gustaría trabajar con "materiales bióticos derivados de otras criaturas con características hidráulicas similares".

Necro-titiritero

Dejando aparte los dilemas morales que esto pueda plantear -Ciencia vs Moral, así ha sido siempre y así será-, el campo de la Necrobótica plantea preguntas incómodas: ¿Se podría hacer con algo más grande que una araña? ¿Con un gato, un caballo? Y la pregunta final: ¿con seres humanos? ¿Se podrían manejar un cadáver como si fuera un títere para entender mejor el funcionamiento de nuestro cuerpo y replicarlo en humanoides robóticos?

¿Tiene realmente un sentido y un fin útil la Necrobótica? ¿Un sentido para ayudar a la tecnología y a la propia Robótica a evolucionar? ¿O es otro concepto curioso, desafiante y alternativo como lo fue el Galvanismo con el que Mary Shelley dio vida a su moderno Prometeo?