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CINE

‘Doctor Strange en el multiverso de la locura’, crítica. La nueva gallina de los huevos de oro

La vuelta de Sam Raimi al cine de superhéroes se salda con una película entretenida, pero que no supera a la dirigida por Scott Derrickson en 2016.

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‘Doctor Strange en el multiverso de la locura’, crítica. La nueva gallina de los huevos de oro

Una de las 'mentiras' más hermosas de Marvel Comics fue el invento del Multiverso, una idea que servía tanto para dar rienda suelta a creaciones más arriesgadas (The Ultimates) como para resucitar superhéroes caídos en combate, que volvían a coger foco en las viñetas sin tener que dar más explicaciones. La coexistencia de esas distintas realidades se convirtió en una buena fuente de ingresos y un escaparate para los nuevos talentos.

Así que partiendo de ese exitoso modelo de negocio, MCU ha ido adaptando piedra a piedra el concepto a sus películas abriendo un infinito abanico de posibilidades: desde la aparición de nuevas versiones de superhérores conocidos, algunos veremos aquí que causaran asombro, a la vuelta de figuras legendarias perdidas tras el chasquido de Thanos.

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Photo courtesy of Marvel Studios

El Multiverso

En ese filo de lo imposible se mueve la última película de la factoría Marvel que, con Sam Raimi al frente del proyecto, abre el Multiverso al espectador de una manera amena y didáctica, porque el primer acierto del director estadounidense ha sido trasladar una idea tan abstracta a un relato comprensible. Es cierto que ya desde el primer Doctor Strange (2016) se van sentando las bases y que Spider-Man: No Way Home sorprendió con la fusión de realidades reuniendo en una sola cinta a los tres Spiderman oficiales (Holland, Maguire y Garfield), pero es en el multiverso de la locura donde este concepto muestra su enorme potencial creativo, que seguro será exprimido en las futuras entregas de Marvel. ¿A quién no le gustaría ver de nuevo a Robert Downey Jr. como Iron Man, aunque fuera otro universo?

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Photo courtesy of Marvel Studios

Superhéroe de primera línea

La película vuelve a reivindicar la figura de Doctor Strange como uno de los grandes iconos del cine Marvel tras Thanos y eso se debe en gran medida al enorme trabajo de Benedict Cumberbatch, uno de los mayores talentos del cine actual. El británico demuestra una vez más lo bien que le sienta la capa de levitación y ofrece varios registros de su personaje en función de la realidad a la que se adhiera. En esta ocasión su antagonista es Wanda Maximoff, la Bruja Escarlata, que ha enloquecido por la pérdida de sus supuestos hijos, un relato que se toma de Vengadores Desunidos (Bendis, 2004), pero cuyo origen no queda muy claro en la película si no se ha visto Wandavision.

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Courtesy of Marvel Studios

Más Marvel que Raimi

Elizabeth Olsen también firma un notable trabajo, aunque no se trata de una película en la que los actores, salvo Benedict tengan un peso decisivo. La apuesta por un ritmo alto, marca de Marvel, deja poco espacio para el lucimiento personal. Los cambios de escena y la acción sin descanso atrapan al espectador en un relato que prometía dar más de sí. Es cierto que Sam Raimi deja su impronta en el Multiverso de la locura, pero todo dentro de unos límites bien definidos por la productora. Hay elementos reconocibles de su cine como la presencia de criaturas fantásticas, la aparición de muertos o la llamada al lado más sentimental del espectador. En un principio se había vendido como una película que rozaba el género de terror, pero nada más lejos, es verdad que hay algún susto y algún monstruo de aspecto inquietante, sobre todo para los más pequeños de la casa, pero ni por asomo se presenta como entretenimiento que despierte miedo en el espectador.

Visualmente tiene algunos momentos brillantes, sobre todo aquellos que tienen que ver con los viajes entre distintas dimensiones, pero en conjunto es una cinta bastante oscura y conservadora en la utilización de los planos. Hay muchas escenas de lucha, quizá demasiadas, y que además no están solventadas con la brillantez y la originalidad que vimos en la primera entrega del hechicero supremo. En lo que sí se separa del resto de producciones Marvel es que tiene un toque de violencia 'gratuita' muy por encima del resto, además se ha rebajado el aire socarrón de las últimas entregas, con una presencia de chascarrillos menos constante. Para la BSO Raimi ha contado con su compositor de confianza, Danny Elfman, que construye una obra notable, aunque se echa en falta esa identificación con un grupo clásico como ocurre con Iron Man (AC/DC) o Thor (Led Zeppelin).

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Courtesy of Marvel Studios

Conclusión

A pesar de que Raimi oscurece la historia, ha sido incapaz de llevársela a su terreno quizá por la enorme carga que supone integrarla dentro de todo el conjunto Marvel. Si algo brilla por encima de todo es el excelente trabajo de Benedict Cumberbatch, que ha conseguido convertir una figura de segunda línea en el cómic en un primer espada del universo Marvel cinematográfico. La película resulta entretenida, arriesgada en algunos momentos, pero inferior a la que firmó Scott Derrickson en 2016. Sus más de dos horas de duración pasan en un suspiro, aunque tras un comienzo impactante, de lo mejor de la cinta, entra en un cierto valle hasta que la historia coge el ritmo propio de las producciones Marvel.