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Crítica ‘Veneciafrenia’. El Álex de la Iglesia menos Álex de la Iglesia
La cinta del director bilbaíno da el pistoletazo de salida al sello The Fear Collection, que pretende poner en valor la producción nacional en el género de terror.
Unos exquisitos créditos de inicio anticipan que el espectador está ante una película que va a rendir homenaje al gran cine de terror de mediados del siglo pasado… pero no, nada más lejos. Veneciafrenia se mueve del slasher clásico, con grupo de jóvenes alocados destinados al sacrificio, al thriller con reivindicaciones sobre la pérdida de identidad cultural de una ciudad como Venecia, que es arrasada por un ejército de turistas bobalicones e irrespetuosos que pasan como una marabunta por sus calles. El problema de la película es que no termina de arrancar bien ni en una dirección ni en otra.
Un marco colosal
Álex de la Iglesia ha sido siempre un cineasta excesivo que ha conseguido sus mejores obras cuando ha traspasado los límites de lo políticamente correcto con el salvoconducto de un conseguidísimo humor negro. En Veneciafrenia renuncia a una parte muy importante de su esencia, el sarcasmo, y eso pesa como una losa en toda la historia. El espectador espera que en cualquier momento salte una chispa que no termina nunca de encenderse, algo a lo que tampoco ayuda el reparto elegido, uno está deseando que el bufón-asesino complete su trabajo lo antes posible. Las interpretaciones del elenco nacional, salvando a Ingrid García-Jonsson, no ayudan a remontar una peli que, como la ciudad, se hunde poco a poco.
Un malo inquietante
En lo que sí vuelve a demostrar su maestría es en el impacto visual de las imágenes, Álex de la Iglesia consigue transformar la bella ciudad italiana en un lugar terrible e inquietante, rescata de nuevo el miedo atávico a los payasos (Balada triste de trompeta) y hace de su psicópata, interpretado por un magnífico Cosimo Fusco, un antagonista formidable. La cinta se sujeta bien cuando se mueve en el terreno de lo frenético y lo excesivo, pero se desinfla cuando el ángulo se traslada a los turistas españoles; todos ellos son personajes poco creíbles y que no generan empatía alguna con el espectador.
Del slasher al thriller
Si en la primera parte de la película se siguen al pie de la letra los cánones del slasher, con una sucesión de muertes violentas en las que se ha sustituido la cabaña en el bosque por los canales venecianos, a mitad de metraje se opta por un thriller en el que emerge una sociedad secreta que busca alejar a los turistas de la ciudad. Hay una cierta racionalización del uso del terror como arma política, que emparenta con alguno de los conflictos actuales, pero se hace de una manera superficial y anecdótica.Tras esa lucha de liberación se esconde una tremenda vendetta! en la que el bufón-asesino de Rigoletto es un peón más.
Una gran BSO
No es que Veneciafrenia sea una mala película, que no lo es, pero es intrascendente… deja pocos posos tras su visionado y eso tratándose de Álex de la Iglesia no es buena noticia. Entre todo el conjunto hay que rescatar la magnífica banda sonora de Roque Baños, que dota a la cinta de las notas adecuadas en cada momento y crea con su música un sentimiento de inquietud que los actores no han sabido elaborar. Por otro lado, visualmente tiene momentos notables como la fiesta de disfraces, pero insuficientes para sujetar todo el entramado.
Para la legión de seguidores que tienen a Álex de la Iglesia como uno de los grandes referentes del cine nacional, esta será una leve decepción, Veneciafrenia queda muy lejos de las mejores películas del director vasco, aunque remate mejor que otras veces una historia que debería haber dado más juego por la enorme potencia visual que el Carnaval de Venecia ofrecía.