One Shot: Misión de rescate, crítica. Acción trepidante en falso plano secuencia
La película dirigida por James Nunn centra todas sus virtudes en las secuencias de acción y deja a los personajes y al guion de lado.
El helicóptero aterriza en una base secreta de los Estados Unidos, una prisión que contiene a algunos de los terroristas más peligrosos del mundo. Zoe Anderson (Ashley Greene) es una analista de la CIA cuya misión contempla el traslado de uno de los prisioneros, Masu Mansur (Waleed Elgadi). Al parecer, esta persona mantiene vínculos con el terrorismo islámico y conoce el paradero de una bomba que va a estallar en pleno Washington DC. One Shot: Misión de rescate, dirigida por James Nunn y escrita por Jamie Russell, sostiene su narración en la acción pura y dura.
Después del encuentro infructuoso entre Anderson y Mansur, un camión irrumpe en la base y unos insurgentes armados atacan la cárcel. Ante esa situación, el objetivo principal es extraer al sospechoso a toda costa. Scott Adkins encarna al héroe principal de la película, el soldado que comanda el escuadrón de los Navy SEALs. Rodado en un simulado plano secuencia (referencia al título del largometraje), la mayor virtud del filme es la fotografía a cargo de Jonathan Iles, que deja tras de sí imágenes potentes y secuencias de acción adrenalínicas.
Mucha acción, poco espacio para el diálogo
Durante poco más de una hora y treinta minutos, la película no da ningún respiro al espectador. Ambos bandos se enfrentan sin ningún tipo de piedad: disparan todo su arsenal y no se preocupan por la sangrienta matanza. En los pocos momentos de paz, los diálogos dibujan someramente las personalidades de los protagonistas, pero todos ellos son un amasijo de clichés sin apenas profundidad. No da tiempo a que estrechen relaciones, a que sientan algo por lo que ocurre a su alrededor. Al final, lo único que importa es salir con vida y cumplir la misión.
Hay un conflicto dentro del bando de los EE.UU. cuando uno de ellos sugiere asesinar a Mansur para torpedear los planes de los terroristas. Esto produce una discusión que se interrumpe en el momento en el que los insurgentes atacan de nuevo. Sin tiempo para la conversación, los disparos son la única respuesta plausible.
Enemigos y aliados caen muertos sobre el suelo y no parece que ninguno tenga sentimientos al respecto. Tampoco se crea un vínculo emocional con el espectador, ya que los protagonistas no evolucionan ni muestran apenas su rasgos de personalidad. Por otro lado, algunos giros de guion resultan poco convincentes e inversosímiles, sobre todo el que ocurre prácticamente al final.
One Shot: Misión de rescate se puede definir como una americanada, y eso que es británica. Se trata de un producto que sucumbe al maniqueísmo en su afán de que nos identificamos con el bando de los buenos, es decir, los soldados norteamericanos. Con todo, la acción trepidante y las coreografías contribuyen a realzar un ritmo dinámico aderezado por el acertado falso plano secuencia. En definitiva, la película no destaca por su argumento ni por sus personajes, pero es entretenida y se pasa un buen rato de acción sin pausa.