Conan Exiles
Conan Exiles, análisis
Uno puede pensar que su vida en la escuela, en la universidad o en la oficina es dura. Pero cuando despiertas completamente desnudo y crucificado en medio del desierto, todos nuestros sufrimientos de primer mundo se van al garete mientras intentamos sobrevivir al duro desafío que Funcom nos presenta con Conan Exiles. Años de desarrollo y muchos meses en fase de acceso anticipado y finalmente hemos podido echar mano al survival que viene a sentar cátedra en este género tan particular.
Cuando escribimos o hablamos de videojuegos y nos encontramos uno que tiene un encaje más difícil que la mayoría de títulos, solemos abusar de la coletilla “no es un juego para todo el mundo”. En puridad no existe un videojuego para todo el mundo, porque los gustos de las personas son como sus posaderas: todos tienen uno y es distinto al de los demás. Pero no es menos cierto que sí hay juegos de amplio espectro, que pueden gustar a un número de aficionados más amplio por su concepción, enfoque, género o incluso puesta en escena. Uno no puede ser amante de los juegos deportivos y echarse un FIFA con los amigos, no ser fan de los shooters y jugar a Call of Duty o haber comprado una Wii solamente por Wii Sports. O incluso no gustarle los videojuegos en general... pero haber disfrutado como nadie con Tetris en una Gameboy; o perder varias amistades en Facebook tras solicitar doscientos millones de veces una vida más para Candy Crush. En definitiva, hay juegos con carácter más universal como los mencionados, otros de fácil recomendación (los Uncharted o los Worms, por ejemplo) y luego está el género del survival, donde se enmarca este Conan Exiles. El survival no es un género para todo el mundo y es muy posible que si uno se mete sin saber exactamente qué va a encontrar, acabe devolviendo el juego al día siguiente.
Hemos dedicado tropecientas horas a Conan Exiles en su versión de PS4, tras finalmente dar por terminada su época de early access de más de 18 meses en PC. Tras esa cantidad de tiempo invertido, no hemos podido ver ni experimentar ni de lejos todo lo que el título de Funcom puede ofrecer. Tras la primera docena de horas ni tan siquiera habíamos arañado la superficie de su mundo abierto. Pero también es verdad que parte de ese tiempo se nos impuso en forma de espera para entrar en un servidor, en tener que volver a empezar de cero por culpa de un update o teniendo que lidiar con los múltiples y numerosos bugs que pueblan el juego. Y no hablamos de simples fallos visuales con los que llenar las redes sociales de simpáticos gifs, sino de bugs que harían sonrojar a los detractores más acérrimos de Skyrim. Y aunque este nivel de acabado suele ser habitual y tolerado por los jugadores más hardcore del género, en un producto bajo la franquicia de Conan y puesto en la estantería al lado del resto de títulos, creemos lógico no utilizar una doble vara de medir y llamar a las cosas por su nombre: Conan Exiles necesita todavía algún tiempo más en el horno para mejorar lo que funciona bien, pulir lo que funciona regular y arreglar lo que a día de hoy no funciona.
La experiencia para el novato
Si uno no ha jugado nunca a un título de esta índole (Ark, Rust, DayZ, etc.), los primeros momentos en el juego son muy duros. Es muy posible que a los pocos minutos se muera de sed en el desierto en el que despertamos. Luego será el hambre, pero igual encontramos algunos insectos o huevos con los que calmar el apetito, así que tal vez nos mate la tormenta de arena. Quizá otro jugador, si estamos en un servidor PVP. Todo en el mundo de Conan Exiles es hostil, como bien manda el canon de este universo. Pero no ayuda el hecho de que el juego no te echa una mano en nada; nadie te dice como conseguir comida, ni como puedes fabricarte un hacha o pico con piedras y palos del suelo. De hecho, nadie te dice que puedes coger piedras y palos del suelo. Por no haber no hay ni indicación en pantalla para interactuar con el entorno. Se te supone ese conocimiento. Y es mucho suponer, la verdad. Para el momento en el que nosotros teníamos una choza de 3 metros cuadrados, nuestro vecino tenía un chalé de tres pisos con piscina, ascensor, jacuzzi y pista de pádel, cocinero y mayordomo.
Porque puede que el objetivo principal del juego sea sobrevivir, pero el objetivo principal del jugador que nunca ha jugado al género es sobrevivir a las primeras horas de juego sin tirarlo por la ventana por no entender nada. No hay tutorial, no hay prólogo, no hay consejos en el HUD. Se aprende a la antigua usanza: preguntando a otro, buscando por internet, observando como otros jugadores hacen las cosas. Vamos, lo que antes era pan de cada día pero hoy es denominado “hardcore” porque, en el 99% de los casos acertadamente, la industria se ha movido en una dirección que atrae al jugador hacia el videojuego y no espera que sea el jugador el que quiera ir hacia él. Conan Exiles, sin importar lo que hagan sus competidores en el género, sufre de esta dolencia: exige demasiada implicación del jugador para que aprenda cómo y por qué funciona el juego. Eso es mucho exigir cuando las estanterías están llenas de títulos muy bien hechos y sin lugar a dudas mucho más amables con el usuario.
Pero luego llega esa sensación que muchos pueden haber perdido: saborear la comida sin que nadie la haya pre-masticado antes. Y eso también lo ofrece Conan. Ofrece la emoción del descubrimiento de un mapa sin brújula que nos guíe a los puntos, la satisfacción de la construcción de tu primera vivienda (y la posterior frustración cuando un update se la cargue), tu primera mazmorra en solitario, encontrarte con un jugador y buscar juntos comida, pieles, hierro... sentir que se está haciendo piña en un server PVE pequeño (máximo 40 personas caben en uno) y que tus vecinos en el juego acaben agregándote como amigos en PlayStation Network. También el escalofrío cuando ves un jugador en un server PVP y vas en pelotas porque no has tenido tiempo de fabricarte ni un taparrabos y corres con la esperanza de que no te haya visto. Eso está dentro de Conan Exiles, esperando a que lo descubras. Y lo vas a tener que descubrir tú, como jugador, porque el juego no te lo va a enseñar. Y eso, intencionadamente o sin querer, es algo que podría y debería mejorarse.
Y es una pena, porque el título de Funcom es un pierdetiempos que puede tenerte tranquilamente hasta las cinco de la mañana de muchas formas posibles; desde el acercamiento “minecraftiano” donde jugamos a construir nuestra base de la mejor forma posible (bonita y duradera en PVE, escondida y de difícil acceso en PVP) al raideo de mazmorras, el acecho a los bosses más difíciles solamente accesibles para los clanes más potentes y mejor equipados, el farmeo de los materiales más exclusivos para conseguir fabricarse armas y armaduras o, simplemente, el placer de dar caza a jugadores enemigos mientras descubrimos el mapa. Un mapa que ha ido creciendo y creciendo desde la beta: hienas y tortugas del desierto dan paso a tigres, rinocerontes, elefantes, arañas, gigantes de hielo, muertos vivientes... en todo tipo de localizaciones distintas aunque detalladas de forma regular y con problemas de rendimiento ligeros en nuestra PlayStation 4 Pro. El motor Unreal que mueve Conan sufre cuando tiene que cargar algunas texturas y la generosa distancia de visionado provoca un más que notable popping de edificios y estructuras en la lejanía mientras vamos caminando.
No es el peor de los problemas de Conan Exiles, la verdad. Mucha gente se ha quejado del combate, que en principio pretendía ser denso y profundo con una estructura – y perdone el Señor por utilizar este ejemplo – tipo Souls pero que es mucho más simplista porque la IA es bastante limitada. Pero se tolera porque técnicamente no le vamos a pedir los patrones de un MMO complejo. Lo que sí se le puede pedir al juego, y creemos que de forma muy vehemente, son dos cosas: la primera, que te deje jugar. Cuando un servidor se llena (recordemos, 40 personas máximo), no se puede entrar y hay que estar continuamente refrescando la pantalla – en ocasiones casi una hora – hasta que queda un sitio libre. Habilitar una cola de espera sería lo mínimo y limitar la cantidad de gente que puede inscribirse en un servidor, también. La segunda, el lag que existe en la práctica totalidad de servidores, incluidos los oficiales; aunque el ping que muestra sea de 104 milisegundos, hay muchos momentos donde puede haber tranquilamente 2 y 3 segundos de demora entre nuestras acciones y su ejecución, y esto es en especial doloso en el combate, porque puede significar que cuando se reanude la acción aparezcamos muertos y debamos hacer una excursión de 15 minutos de regreso a nuestro cuerpo para recuperar nuestro equipo, si es que esa recuperación es posible. Esto es muy mutilante en un juego online y debería ser la prioridad número 1 para sus desarrolladores.
Para reducir la cantidad de edificaciones inactivas por parte de jugadores que ya no juegan y añadir un poco de emoción al juego incluso jugando PVE, Funcom ha añadido “la Purga”. A medida que vamos construyendo y subiendo de nivel, a medida que matemos NPCs y recolectemos materiales, somos más susceptibles a recibir una visita de “la Purga”. Un grupo langostas, escorpiones, esqueletos o gigantes aparecerá en los alrededores de nuestra base para intentar destruirla; si estamos conectados en ese momento podremos colaborar para evitar que suceda, puesto que los enemigos atacarán los cimientos de nuestra casa para que se venga todo abajo. Una buena configuración de la base y la ayuda inestimable de algunos esclavos que hayamos “reclutado” a base de porrazo y domesticado a base de tortura podrán evitar que nuestras horas invertidas se vayan al garete. Cuanto más profunda esté nuestra base en el mapa del juego, más severa será la horda enemiga. Y aunque sea profundamente doloroso perder nuestro hogar y todos los accesorios que hubiera en él, ésta es precisamente la esencia del survival. No queda otra que volverlo a intentar, construir mejor, aprender de los demás. A la vieja usanza.
Funcom ha realizado un trabajo notable en dotar del cariz hostil que rodea el universo Conan, aunque en muchas cosas el juego podría funcionar perfectamente sin esa coletilla. Afortunadamente se han añadido detalles que dan un poco más de personalidad a un mapa, en ocasiones, algo genérico; una de las mejores es nuestra deidad, que escogeremos en la fase de creación de personajes (y sí, todavía existe la posibilidad de recrear los genitales a nuestra semejanza o a nuestro gusto), y a la que podremos rendir pleitesía con sacrificios varios – generalmente de tiempo y materiales – que nos otorgarán la facultad de conseguir diversos objetos e incluso invocar... bueno, algo cercano al apocalipsis con lo que destruir a nuestros enemigos. Y, como novedad, el título permite jugar completamente solo o exclusivamente con un amigo cooperativamente, aunque a nuestro parecer la experiencia mejora muchos enteros cuando se disfruta o se sufre en compañía.
Bueno
Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.