City of Brass
- PlataformaNSWPS46XBO6PC6
- DesarrolladorUppercut Games
- Lanzamiento04/05/2018 (PS4, XBO, PC)08/02/2019 (NSW)
- TextoEspañol
- VocesInglés
- EditorUppercut Games
City of Brass, Análisis
City of Brass nos invita a viajar a los desérticos entornos de Las Mil y Una Noches para experimentar su propuesta. Analizamos este roguelite de acción en primera persona desarrollado por los creadores de BioShock.
City of Brass, análisis
El tedio inundaba el palacio del sultán Abd al-Malik hasta llegó el aventurero Talib ibn Sahl. Para satisfacer al monarca, Talib le narró una anécdota que ocurrió durante uno de sus múltiples periplos. Él y su tripulación se refugiaron de una terrible e imprevista tormenta en una isla remota y desconocida, pero cuyos habitantes eran tremendamente hospitalarios. Agradecidos por la acogida, Talib y sus hombres ayudaron a los nativos en sus tareas diarias, pero dich rutina se alteró pronto. Un día, el navegante se percató de una botella de bronce con el sello de Salomón que poseía uno de los pescadores locales. Extrañado y curioso, decidió observar al dueño del frasco. Nada más abrir el recipiente, un genio salió de la botella y suplicaba perdón. Talib quedó atónito por semejante visión, pero el hombre, cuando detectó su presencia, le calmó asegurando que lo que acababa de presenciar era un suceso común.
El sultán, absorto ante tan maravilloso relato, instó a Talib a conseguir el prodigioso recipiente. Así, el marinero emprendió el viaje junto al virrey Musa ibn Nusayr, el jeque Abd al-Samad y varios de sus fieles compañeros. En su particular odisea, el grupo halló riquezas de todo tipo, pero no lo que buscaban. Días después, la expedición encontró un misterioso pilar negro con un extraño engendro antropomórfico atado a él. Aquel enigmático ser les proporcionó las indicaciones pertinentes para llegar hasta las preciadas botellas. Poco tardaron en vislumbrar la ciudad de bronce, su destino, aunque la entrada estaba demasiado alta y no parecía haber ninguna puerta. El virrey Musa reunió materiales y construyó una escalera por la que trepó un voluntario que, nada más contemplar la ciudad, exclamó y se lanzó al vacío. Once hombres sufrieron el mismo destino. Esto no amedrentó al jeque Samad, que subió valeroso y descubrió un pasadizo por el que abrir la puerta al resto de compañeros. Una vez dentro, el grupo se horrorizó. Todos los habitantes de la ciudad eran cadáveres. El mayor tesoro que podían extraer de aquella aventura era volver sanos y salvos a sus hogares.
Viaje a la ciudad de bronce
Así transcurre La Prodigiosa Ciudad de Bronce, uno de los cuentos que conforman Las Mil y Una Noches. En este relato confluyen la aventura, la muerte, la fantasía y la característica belleza de los vetustos relatos árabes. Desde luego, la narración está plagada de elementos idóneos para una adaptación videolúdica. O al menos así pensaron en Uppercat Games, un estudio australiano con antiguos implicados en los dos primeros BioShock. Su nueva propuesta es City of Brass—literalmente, ciudad de bronce—, una reimaginación del relato descrito hace apenas un párrafo. En pos de captar el abanico de emociones que aúna La Prodigiosa Ciudad de Bronce, el equipo ha optado por desarrollar un roguelite de acción en primera persona. Una decisión óptima, pues se trata de un género que abraza la dificultad y la exploración como medios para sobrevivir a los riesgos de un entorno generado procedimentalmente.
Cuando uno sujeta el mando y empieza la partida, pronto aparecen los mismos cadáveres descritos en Las Mil y Una Noches. La ciudad de bronce edificada por Uppercut imita a la del cuento y está plagada de hordas de seres diabólicos, callejones por los que atajar por el nivel y tesoros que bien pueden ser diferenciales en el intento por sobrevivir. Esos son los elementos fundamentales de la docena de niveles que ofrece City of Brass, divididos en cuatro distritos, al final de los cuales aguarda un jefe final sádico.
Un roguelite distinto
Afrontamos la aventura en la piel de un intrépido ladrón y con poco más que un látigo y una cimitarra para romper la maldición del genio. Se nota la experiencia de Uppercut Games porque el combate recuerda al de los primeros BioShock, aunque esta suerte de vergajo no es ni mucho menos tan versátil en combate como los Plásmidos. Al menos, su uso no se limita a la necrofílica práctica de azotar cadáveres y sirve para agarrar tesoros distantes o desplazarse por partes concretas del entorno. En plena refriega, el látigo permite desarmar a los contrincantes y hacerles tropezar, en función de dónde golpeemos. Tras romper las defensas de los rivales, el filo los abate con presteza dando como resultado un combate ágil, aunque es una lástima que no dé opción a encadenar combos. Empero, la pericia del avatar con el zurriago, el filo de su espada curva o las mejoras que halle escrutinando los niveles no siempre serán suficientes para escapar con vida de la retante ciudad de bronce. Cuando la parca llega, no hay más opción que volver al principio porque la muerte es permanente en City of Brass.
Las mejoras obtenidas durante la partida previa no seguirán ayudando al protagonista en el siguiente intento —aunque existe una opción para transferir habilidades aleatorias en la próxima run—. Tampoco lo harán los beneficios obtenidos merced a los tres deseos de los que disponemos al inicio tras cada partida. No esperábamos menos de un juego en el que los genios de los relatos árabes acaparan tanta atención. Precisamente, uno de los deseos que podemos solicitar pasa por convertir en aliado a un genio enemigo, cuyos flamígeros proyectiles serán de gran ayuda para exterminar a los furiosos esqueletos.
Es más, una vez superado el jefe de cada distrito, City of Brass brinda la opción de invertir los deseos en saltarse dichas fases. Por lo tanto, llega un punto en el que se puede empezar directamente por el último distrito a cambio de los tres deseos y renunciar a las mejoras que pueden obtenerse superando los niveles de forma tradicional. Esto sirve como ejemplo para demostrar que el título es fiel a las convenciones de su género. Jugar, jugar y volver a jugar es la única forma de entender sus mecánicas y desbloquear las distintas bendiciones y maldiciones con las que experimentar en la próxima partida. En efecto, City of Brass deja que sea el jugador quien defina la dificultad del reto desde el menú principal, por ejemplo, añadiendo más trampas o dotando al personaje de más salud. Así, Uppercut Games huye del selector de dificultad tradicional y usa un sistema coherente con su propuesta lúdica. Puestos a repetir las fases, que eso sirva para encontrar el nivel de reto que mejor se adapte a nosotros.
Excesivamente repetitivo
Pese a contar con una premisa atractiva y un sistema de combate entretenido, City of Brass padece el peor problema que puede atormentar a un roguelite. En un género fundamentalmente basado en la repetición y en aprender sus lógicas mediante reintentos constantes, la monotonía es una enfermedad mortal. De nada sirve disfrutar blandiendo la cimitarra si la variedad de enemigos es paupérrima. Más allá de algún cambio en la armadura y el arma, nos enfrentaremos siempre a soldados esqueléticos muy similares entre sí. Incluso los más robustos, que aparecen más adelante, perecen tras unos pocos toques de espada. En el mismo sentido, que los jefes se repitan es una decisión de diseño que afecta sobremanera a la jugabilidad. Una vez conoces sus patrones y sabes cómo vencerlos, las siguientes partidas se convierten en una demostración de simple memoria muscular.
City of Brass no es un juego compasivo, pero su escasa diversidad de enemigos hace que memorizarlo sea sumamente sencillo y que su dificultad pueda contrarrestarse fácilmente. Una de las principales bazas de Uppercut Games para aumentar el grado de desafío consiste en limitar el tiempo disponible para completar cada fase. En otros títulos, uno no adquiere la suficiente destreza como para superar los niveles a contrarreloj hasta que ha invertido una ingente cantidad de horas a los mandos. Eso depende completamente de una variedad muy limitada en esta obra, por lo que el cronómetro deja de ejercer presión demasiado pronto.
Belleza árabe
A la propuesta jugable de Uppercut le falta cierta ambición, algo que le sobra a su apartado artístico. City of Brass es un juego precioso, reminiscente de las leyendas arábigas a las que rinde pleitesía gracias a un uso acertado de Unreal Engine 4. En ocasiones, el precio a pagar es una fluidez inestable, al menos en la versión de PlayStation 4, pero jamás llega a afectar a la jugabilidad. Poder combatir contra hordas de muertos vivientes tanto a plena luz del día como al atardecer o a plena noche es un recurso bello que sirve para aparentar una variedad de escenarios que no es tal. No obstante, de poco sirve alternar el momento del día o la generación procedimental de escenarios si el diseño de niveles tiende a seguir las mismas pautas. Ni la más arrebatadora luna ni el más imponente sol son capaces de disimular que habrá pinchos junto a casi todas las puertas.
La música es anecdótica, lo que es una pena teniendo en cuenta el potencial de los ritmos árabes. Responde a una decisión de diseño, pues Uppercut prioriza que se escuchen más y mejor los efectos de sonido, que sirven para guiar al jugador. Empero, este tipo de pistas no son más que espaciales, puesto que indican desde dónde atacan los enemigos pero no su tipo. De nuevo, que todos los cadáveres hagan ruidos prácticamente iguales refuerza la gran lacra de City of Brass: su escasa variedad.
Correcto
No es lo último ni lo más original, tampoco cuenta con la mejor ejecución, pero puede divertir si te gusta el género. Bien, pero mejorable. Cómpralo si te gusta el género y te gusta tenerlos todos.