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Nintendo Labo Día 1: el Antenauta, la niña, la moto y el piano

Nuestra primera sesión con Nintendo Labo y algunos de sus proyectos más atractivos. ¿Vale la pena en familia?

  • Algunas partes excesivamente frágiles
  • El diseño en sí es bastante simple 

Día 1 con Nintendo Labo: Antenauta, Kit Moto y Piano

Berta tiene cuatro años, y desde el viernes sabía que el domingo tocaba “una sorpresa”. Construir un piano y una moto. Ella, como la gran mayoría de niños y niñas de su edad, más pequeños y más mayores, disfruta mucho creando (y sobre todo, destruyendo) todo tipo de construcciones. Ya sean piezas tipo lego pero en formato blando (una caja de 100 piezas llamada Molto Blocks preside, cual espada de Damocles, el comedor de casa convirtiéndose en el Ragnarök cuando se vuelca por arte y gracia de la joven o de su hermana pequeña); O ya sea la casa de la Pepa Pig. Nos gusta hacer torres enormemente largas. Castillos de varios pisos. Y luego tirarlos. Les gusta a los pequeños de ahora y nos gusta a nosotros, que crecimos con LEGO y con Tente. 

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Por eso, Nintendo Labo nos llamó la atención a muchos -sobre todo padres y madres-. Una experiencia basada en construir y luego jugar. Como la gran mayoría de juguetes. Por ejemplo, el barco de Bob Esponja exige de una complejidad para izar las velas que ríete tú del propio Labo o de cualquier mueble de Ikea. Y una vez construido, seguramente acaba medio desmontado a la hora en algún rincón de la casa. Y más tarde, se recupera, se vuelve a montar y tras usarlo un rato, se vuelve a olvidar. Es ley de vida del juguete medio. Aunque Nintendo quiere alargar este ciclo algo más.

 

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Cuando uno tiene descendencia, vive cosas maravillosas y otras que no lo son tanto. Sin entrar a detallar en que grupo ubicaríamos lo siguiente, lo cierto es que ser padre implica ir a muchos cumpleaños. De amigos de clase de tus hijos, de primos mayores o de hermanos de amigos de tus hijos. Celebraciones donde se regalan muchos juguetes a los pequeños. Y es difícil no ver en Nintendo Labo una sorpresa ideal para ciertas edades. Seguramente todavía no la de Berta (lo nuevo de Nintendo viene con un +6 en la caja) y seguramente tampoco como regalo de un compañero de clase que viene casi por obligación. Pero sí de la abuela que siempre se estira un poquito más. O de los propios padres. 

Por eso algunos teníamos ganas de probar in situ el juego familiar de Nintendo. Para ver qué y cómo. El resultado final han sido unas seis horas de montaje y juego para dar con el Antenauta, la Moto, el Piano y trastear algunos extras en el Día 1 con Nintendo Labo. 

 

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El Antenauta y la puerta de entrada 

En casa empezamos por el Antenauta: el pequeño bicho hecho de cartón que con los joy-con a cada lado se puede controlar como si fuera un coche por control remoto. Lo primero que sorprende de todo es el tutorial en vídeo de Switch: es imposible perderse o dar un paso en falso. Está todo indicado de manera precisa. Desde las piezas que necesitas para cada momento hasta todas las acciones a realizar con ellas. 

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La mecánica es sencilla y se va repitiendo en todas las creaciones que vayamos realizando. Cogemos una pieza y marcamos los dobleces para luego ir dándole forma y, usando las pestañas correspondientes, encajándolo todo hasta tener una parte de la estructura de turno. Es el artilugio en el que nuestra pequeña protagonista de cuatro años más aporta. El cartón es lo suficientemente duro para que se doble sin problemas y a la vez no se rompa y las partes desechables -huecos o pestañas que debemos quitar para dejar espacios abiertos- son evidentes y salen con facilidad. No hay ningún paso, por pequeño que sea, que se omita en el tutorial, que se puede avanzar o retroceder según necesidad.

Berta marca, dobla y limpia cada parte de las caras, solapas y extremidades del Antenauta sin problema, necesitando solo de nuestra ayuda para acabar de encajar bien las piezas o clavar las pestañas más pequeñas y precisas. Una vez está todo listo (no dura más de 15 minutos crearlo), colocamos los joy-con en la estructura de cartón y nos disponemos a ver su funcionamiento.

Naturalmente, el Antenauta es el dispositivo más adecuado para casi todas las edades. los controles desde la Switch son sencillos: si pulsas un botón vibra uno de los joy-con y si pulsas los dos a la vez, ambos se mueven al mismo son y el artilugio avanza hacia delante. En casa tenemos varios dispositivos remotos que van desde un Mario Kart con control tradicional hasta el robot BB-8. El control de Switch se hace amigable porque los pequeños de ahora, acostumbrados a los controles táctiles, lo entienden mejor que con las palancas de un coche radiocontrol de toda la vida. Y también ayuda la velocidad del propio dispositivo, más bien lento. El dispositivo permite subir o bajar la frecuencia de uno o ambos joy-con, ver a través de la cámara de infrarrojos del joy-con derecho e incluso activar música desde la consola. Primera prueba superada: es sencillo de montar y su experiencia de juego tan simple como inmediata para las más pequeñas, aunque tiene algunos contratiempos: las patas del Antenauta son bastante frágiles y dobladas, pierde movilidad. La propia consola tiene consejos para reforzarlas si se rompen, aunque seguramente habría sido mejor diseñar directamente un modelo más robusto en ese sentido desde un primer momento.

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Lo mejor

  • Sirve para aprender las bases de construcción y el uso de la interfaz
  • Opciones de personalización de control
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Lo Peor

  • Sirve para aprender las bases de construcción y el uso de la interfaz
  • Opciones de personalización de control
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La moto y la creación de circuitos 

Animados por el buen sabor de boca del primer dispositivo, damos el salto a uno de envergadura: la moto. Se trata de un manillar en el que va colocado la pantalla de la Switch y con la que podremos jugar corriendo carreras, reventando globos o creando circuitos. La complejidad de esta pieza es mucho mayor que la anterior, y la consola ya te lo marca: de 90 a 150 minutos de montaje por los 10-15 del antenauta. Exageran, pensamos. Pero no.

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Es aquí cuando uno empieza a ver que esto del Kit Variado no son tres cartones mal puestos, sino algo bastante más ambicioso y completo de lo que la broma fácil puede brindar. Hay una gran cantidad de plantillas con sus partes bien diferenciadas. Muchas de ellas, por cierto, ni se usan en la construcción de las piezas principales y se guardan para extras a descubrir más adelante. Las partes desechables, por otra parte, pueden servir de recambio si se rompe algo, aunque como veremos más adelante, no habría estado mal replicar ciertas zonas por si la construcción no sale bien de primeras.

 

Volviendo a la moto, el proyecto cuenta con cinco pasos. El manillar izquierdo, el derecho, la parte central, la estructura para mantenerlo todo y los retoques finales para encajar la consola. De nuevo, poder seguir paso a paso cualquier doblez o uso de pestaña, por pequeña que sea, facilita mucho las cosas. Incluso podemos girar la imagen del tutorial a nuestro antojo para ver como encajar o meter una pieza. Lo mejor de la moto es ver como haciendo pequeñas piezas de cartón podemos construir un botón para el claxon o una palanca para el freno. Sin gomas, sin muelles. Sin nada más. Donde sí se usan cuatro gomas es en el manillar derecho para, puestas sin demasiado problema, podamos simular la mecánica de dar gas de manera muy convincente. 

La moto, en todo caso, es una pieza que se aleja de las posibilidades de una niña de cuatro años. Tampoco creemos que con seis se consiga mucha más autonomía y el papel del adulto, algo que ya está enfocado así (de ahí el concepto de juego familiar con el que se presentó) sigue siendo imprescindible. Berta sigue doblando partes, quitando las partes inútiles y buscando la pieza que marca la consola en cada momento -porque sí, es otro de los juegos que tanto gusta a los pequeños, dar con la pieza del puzle necesaria- para poder avanzar. Pero más allá de eso, el encaje de piezas en ciertos lugares que exige presión, la misma colocación de las gomas o cerrar bien partes como la palanca de freno son cosas para los adultos.

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Lo mejor de este proyecto es el resultado final. Una vez la tienes hecha, con el soporte vertical que aguanta consola y manillar, lo clavas en el pecho y te preparas para jugar una serie de carreras en los circuitos predefinidos. Un botón (de cartón) para arrancar el motor, dar gas con el manillar derecho y a correr. Como si fuera Mario Kart pero en primera persona. Girando inclinando la estructura y no girando el manillar, como una moto de verdad. Se podrían crear minijuegos que explotaran esto (repartir periódicos a toda velocidad en un tiempo concreto, retar a otros amigos con el mismo Kit), pero esto ya se verá, suponemos. Aquí las pequeñas lo pasan en grande. El control por movimiento girando con mover solo el mando es uno de los aciertos para hacer que Mario Kart les atrape desde pequeñas, y esto no es menos… Aunque dar gas mientas giras no es del todo sencillo a su edad.

Este proyecto viene con dos detalles más. Por un lado, poder crear una especie de pistola-escaneador que permite, con los infrarrojos de uno de los joycon, marcar zonas de la casa con relieve y crear con ellas circuitos cerrados con montañas y saltos donde vamos reventando globos. Por otro, la mini moto que nos permite, moviéndolo en todas direcciones, generar circuitos a nuestro gusto y hasta crear una copa personalizada de tres carreras. Es cierto que ni una cosa ni la otra tienen una gran precisión, y que seguramente su concepción de juego en solitario le hace perder enteros, pero en global la propuesta es de las más completas.

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Lo mejor

  • Las opciones que ofrece, muchas más de las que puede parecer
  • Divertido a nivel jugable 
  • Las propuestas de creación de contenido una vez terminada la pieza
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Lo peor

  • El escaneo es poco preciso
  • Se podría explotar mucho más a nivel de minijuegos

 

El piano y su estudio de grabación 

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La sesión terminó en casa con el piano, el proyecto que un servidor más ganas tenía de ver. Tras más de tres horas de montaje y juego, Berta decide irse a otras cosas. Pero el piano será cosa del que suscribe el artículo y un amigo, también padre de familia que quiere saber si esto vale o no vale la pena. El montaje sube el listón, sobre todo porque cogeremos decenas de piezas de siete u ocho plantillas diferentes. El piano era de lo más atractivo de las presentaciones de Nintendo Labo y damos fe que vale la pena, aunque el camino para tenerlo es más largo que otros y tiene algunos momentos repetitivos.

Empezamos creando la carcasa exterior y la base donde irán las teclas. Aquí ya dejamos entrever que el sistema usado para que funcione como si fuera un instrumento de verdad parece mágico (ya estamos con la magia cuando se habla de Nintendo, dirán algunos), porque no hay nada -o casi nada- que parezca fuera de lo común. Solo cartón. Un diseño pensado por genios y unas tiras pegadas en la parte posterior de las teclas. Estas pegatinas que tendremos que poner con paciencia -y cierto hastío en algunas zonas- se dejan ver en el interior del piano cuando se pulsa su tecla. Al otro lado, la cámara infrarroja de movimiento del joy-con que hemos colocado la identifica y hace sonar la tecla en la consola. 

 

Pero volviendo al paso a paso, lo cierto es que el piano es el que tiene el proceso menos agradecido de todos. La creación de hasta 13 teclas -cinco negras- es bastante repetitivo, y hacerlo solo puede ser algo pesado. En nuestro caso, siendo dos fue todo mucho más ágil. Una vez hecho esto nos quedaba crear los diales, también repetitivos porque son cuatro piezas circulares de estructura similar y que además precisan de llevar seis pegatinas pequeñas para que funcionen. Cada uno de ellos cambia el sonido del piano (que canten gatos, en tono acústico, voces fantasmales…) y en el modo estudio, sirven para regular las notas de distintas maneras: el volumen, la forma de onda de una nota para hacerla más o menos envolvente, la reverberación de las notas y por último… el modo acústico. Con el dial de la redonda y colocando el otro joy-con encima del piano, el sonido es totalmente distinto al de los demás.

El piano es sin duda una de las sorpresas más gratificantes, una vez terminado de construir, que deja el primer día de Nintendo Labo. No solo por su funcionamiento, sino también por las opciones del modo estudio. En él podremos cambiar de octava para abarcar todas las notas posibles que parecen no disponibles con el teclado de 13 piezas, poner tarjetas que podemos personalizar creando agujeros que cambian una base rítmica sobre la que tocar o grabar secuencias de notas y canciones que aprendamos a tocar. 

Lo mejor

  • Parece increíble como funciona con los materiales que usa
  • Entretenido y satisfactorio de construir
  • El modo estudio es un lugar para perderse, trastear e inventar
  • El uso de los diales

Lo peor

  • Mejor no saber qué pasa si pierdes o rompes una de las pegatinas…
  • Algún tramo de la construcción puede hacerse repetitiva si lo hacemos solos

 

Mucho por descubrir 

Y así han pasado unas seis horas en las que apenas se ha rascado todo lo que ofrece el Kit Variado de Nintendo Labo. Empezando como algo familiar, pero acabando compartiendo la experiencia con un amigo, ambos por encima de los 30, disfrutando como podríamos hacerlo con un puzle u otro juego de mesa. A lo largo de la semana desgranaremos cómo ha ido el resto de propuestas del Kit como la caña de pescar y la casa… Pero sobre todo, los extras que explotan mucho más la base del Make/Play/Discover del que hace gala esta propuesta y que no son precisamente escasos. Por no hablar del Taller Toy-Con, que invita a inventar nuevos artilugios; y, claro está… el Kit Robot.