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[OPINIÓN] ‘Tomb Raider’ la película, rompiendo una flecha a favor
"Lara grita para llamar nuestra atención, para decirnos que está aquí, y que ha llegado para quedarse."
‘Tomb Raider’ como película en 2018 dista mucho de las que se estrenaron a principios de este siglo. Y cada cual pertenece a su tiempo. Aquellas mostraban una Lara Croft en sintonía con los juegos y cierto tono de las películas de Indiana Jones que los inspiraron. Angelina Jolie se imponía con su presencia en secuencias que no se ruborizaban por su inverosimilitud. Era una superheroina capaz de bajarle los humos a un enorme tiburón blanco de un puñetazo en los morros, de ejercer de artista del Circo del Sol esquivando balas en piruetas imposibles sujetada por arneses. La mirada siempre altiva, anticipando la derrota de los malos con una medio sonrisa maliciosa en la cara. Aquella Lara era más Bond que Indy. De nuestro querido arqueólogo cogía lo contextual y estético, pero no su cercanía. Teníamos los viajes a lugares exóticos al encuentro de milenarias civilizaciones y los templos que guardaban en su interior letales mecanismos, pero no la vulnerabilidad, la humanidad que notábamos en los ojos cansados de Indy, siempre a un pequeño paso de la derrota. Faltaba el sudor.
Tanto la Lara de polígonos como la de carne y hueso tiraban de pasado aristocrático y mansión señorial. Disponibilidad de ilimitados recursos para sacar partido a ese parque de atracciones en que habían convertido al mundo. En los videojuegos funcionaba, en celuloide no tanto. Y en esto que llegó el reboot virtual de 2013.
‘Tomb Raider’ se movía desde hacía años en piloto automático con juegos solventes pero continuistas. Parecía que no había pasado el tiempo desde su mítico debut a mediados de los 90… Y vaya si lo había hecho. ‘Uncharted’ irrumpía en escena en 2007 redefiniendo la aventura digital a la vez que rescataba la esencia de su génesis fílmica. Indiana Jones reivindicaba el serial clásico con héroes al límite de sus posibilidades. Y ahí es donde se dirigió Nathan Drake, al lugar en el que el protagonista deja en vilo al respetable con un Continuará a un paso del fracaso, la derrota y la muerte. El renacimiento de ‘Tomb Raider’ tomó el testigo de ese alumno que se había convertido en sabio maestro.
Recapitulemos: ‘En busca del Arca perdida’ se basó en los seriales clásicos de aventuras, ‘Tomb Raider’ se miró en Indy, ‘Uncharted’ en Lara e Indy y el reboot de ‘Tomb Raider’ en ‘Uncharted’. Ese último paso es el que sigue a pies juntillas la película de 2018.
Los tráileres de adelanto de ‘Tomb Raider’ no auguraban nada bueno. Daban la sensación de producción barata televisiva de domingo por la tarde. Sin ambición, sin presupuesto digno, haciendo gala de una planificación de andar por casa. Sobre el papel, el físico de Alicia Vikander distaba enormemente del personaje digital original y de su encarnación en el poderoso físico de Angelina Jolie… pero encajaba a la perfección en la nueva visión del personaje que se reinventó en 2013. Más delgada y fibrosa, Vikander suple con carácter su supuesta fragilidad. Es una Lara más cercana que acepta con determinación los sacrificios que están por venir. Igual que en el juego.
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Durante los excesivos 120 minutos que dura la proyección se pone a la protagonista en contexto, conocemos el trauma familiar con la figura del padre ausente como centro, encadenamos forzadas set pieces de acción que hacen avanzar la trama y aparece esa isla perdida que guarda un mortífero secreto. Dolor, sufrimiento, heridas que tornarán en eternas cicatrices. Estupefacción al matar por primera vez a un ser humano, arco y flechas, el campamento de anónimos enemigos que ya es un estándar en los videojuegos, sigilo. Un avión de la segunda guerra mundial coronando roído una catarata. Dolor, más dolor. Las cinematográficas escenas de acción que los últimos juegos de ‘Tomb Raider’ cogieron prestado de Uncharted luciendo en todo su esplendor en la pantalla de cine. Casi sin darnos cuenta pulsamos en nuestras mentes botones imaginarios: salta, salta, izquierda, izquierda, arriba, derecha, ¡SALTA! Ahí está el templo, los puzles, las trampas, la maldición milenaria que no puede caer en malas manos. Espera, espera un momento.
PAUSE
Indy, Lara y Nathan han lidiado en sus aventuras con elementos sobrenaturales y seres que no encajaban en nuestra realidad, desde espíritus a T-Rex pasando por naves extraterrestres y monstruos de las nieves. A veces resulta difícil mantener la suspensión de la realidad con tal plantel. El tono ‘realista’ de la película que nos ocupa parecía dirigirse sin frenos hacia ese final que dibujara en nuestro rostro una mueca de incredulidad. Dos horas sentados en nuestras butacas para terminar con un sonoro WTF! Pues no. Los guionistas se las arreglan para que esa amenaza que ha sido enterrada en la montaña de una remota isla para proteger así a la humanidad, una vez desvelado su misterio, eluda de forma inteligente la intromisión fantástica y funcione de igual manera desde la propia realidad. Bravo.
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A sabiendas que el pasado aristocrático suponía un lastre para la credibilidad de la protagonista como personaje cercano, este es esquivado de forma consciente a lo largo de casi toda la trama. Al final del metraje, Lara acepta su condición de millonaria y hace suya la mítica mansión que le pertenece de forma consanguínea. Afortunadamente, para entonces ya ha pasado con nota el examen.
‘Tomb Raider’ es una película humilde y sincera, con fallos pero también con aciertos. Su final abierto pide casi desesperadamente nuestro beneplácito. Los gritos ya no resuenan en la sala, la aventura ha terminado y la sonrisa vuelve al rostro de Lara, ya de vuelta en la civilización, mientras empuña dos pistolas en una tienda de compra/venta. Es una promesa de lo que está por venir. Que cuente conmigo para acompañarla.