De colosos verdes
Extinction era un título fascinante hasta unos diez minutos después de empezar a jugar. El material audiovisual disponible antes de su lanzamiento nos acercaba a un mundo vibrante donde gigantescos ogros del tamaño de pequeños rascacielos acechan a la humanidad de forma constante en un eterno campo de batalla donde pocos logran sobrevivir. Nuestro protagonista, ayudado de su asistenta, ha conseguido tornar la tecnología de estos ogros, a los que el juego denomina “Ravenii”, en su contra. Ahora busca la colaboración del monarca de su reino para lograr aniquilar esta perenne amenaza de una vez por todas . Si todo suena bastante Attack on Titans es porque, por lo menos la serie animada, es la más clara inspiración de Extinction. Desafortunadamente llega después de la excelente segunda entrega basada en dicho anime y resulta inferior en prácticamente todos los aspectos.
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La historia no llega mucho más allá de lo que ya hemos comentado y resulta tan tremendamente poco interesante y mal ejecutada que prácticamente no recordamos nada de la misma tras haberla terminado. La campaña emplea escasas secuencias animadas para contar su historia, pero la mayoría de la misma se transmite mediante diálogos durante las misiones. Aquí empiezan los verdaderos problemas de Extinction. Cada vez que muramos a lo largo de la partida lo que ocurrirá repetidas veces por problemas que hablaremos más adelante) nos veremos sujetos a una línea de dialogo por parte de uno de los personajes con los que interactúa nuestro protagonista. Esto no sería tan problemático sino fuera por la mediocridad de los actores de voz y lo mal escrito que está el juego o si hubiera una cierta variedad en estas frases. Pero no, cada vez que muramos escucharemos la misma insulsa frase sin ninguna variación, hasta que cambiemos de nivel donde disfrutaremos de otra insoportable frase distinta. Tras pocos capítulos el rencor hacia los personajes secundarios nos impedía disfrutar de la historia y terminamos optando por saltarnos la mayoría de diálogos , algo que el juego hace a base de dar brío a las conversaciones en lugar de directamente saltárselas. No todo es malo . Los primeros momentos jugando a Extinction son maravillosos, mientras contemplamos las extensas ciudades que forman los campos de batalla, amaestramos las mecánicas básicas y nos enfrentamos a nuestros primeros Ravenii. Desde un punto de vista gráfico nos recuerda a un Fortnite con ambientación fantástica, tirando más hacia la magia de Pixar que hacia el “realismo” de Attack on Titans. Técnicamente el juego va de maravilla, tirando a 60 fotogramas en casi todo momento en PS4 y siendo muy poco exigente en ordenador. Los colosales Ravenii son tremendamente expresivos, cada uno de sus movimientos gloriosamente animados, sus golpes dolorosos casi más allá de la pantalla. La forma en que las ciudades son progresivamente destruidas por estos monstruos, convirtiéndose en desolados parajes, deforestadas llanuras, es excelente. Trágicamente, Extinction es un juego a precio completo y no una demostración técnica, o vendría con nuestra encarecida recomendación.
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Aspirantes al desarrollo de videojuegos harían bien en mirar hacia Extincion como el ejemplo perfecto de como pésimas mecánicas y un bucle jugable aburridísimo pueden acabar con cualquier potencial que pueda tener un título. En Extinction hay tres actividades disponibles, independientemente del modo de juego que escojamos: salvar a ciudadanos, acabar con Ravenii y desplazarse hacia dichos objetivos. La primera partida que juguemos es hasta divertida, un constante malabarismo por parte del jugador entre las tres actividades, mientras intenta salvar al pueblo y alcanzar los requisitos para completar la misión, con un espectacular primer encontronazo con los Ravenii.
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Hacia la tercera misión (y la campaña tiene decenas), el tedio y la repetición habían amplificado todos los errores de diseño en cada una de estas actividades. Los ciudadanos están bajo constante asedio de los chacales, reptilianos asesinos a los que despachar, pero estos enemigos no cesan de atacarles mientras nosotros contraatacamos y las mecánicas del juego no favorecen el combate de masas. Así pués, nos vemos relegados a acabar con un enemigo mientras el resto se come a un par de ciudadanos, o podemos intentar rescatar a los ciudadanos con una larga animación que puede ser interrumpida por cualquier ataque chacal. Imaginad Dinasty Warriors con aproximadamente cien veces menos enemigos en pantalla, combate centrado en encontronazos uno contra uno y rehenes inútiles a los que rescatar y tendréis una idea bastante clara de lo que es el combate usual de Extinction. Para movernos entre ciudadanos contaremos con un poderoso arsenal de técnicas de desplazamiento, todas ellas muy bien animadas y adaptadas a los extensos mapas del juego. Al igual que en Attack on Titans contamos con un gancho con el que dispararnos hacia las alturas, pero al contrario que en este último no es nada satisfactorio de usar y termina siendo más bien frustrante por la dificultad de engancharlo donde queremos. Estas técnicas de movimiento las usaremos también para escalar los poderosos Ravenii, accediendo a sus puntos débiles y finalmente decapitándolos.
Grandes ogros, mayores problemas
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Hablemos pues de la base del juego, su principal reclamo y punto principal de la campaña de marketing. El combate con los Ravenii, cuya aniquilación es la única forma de terminar una partida. Verdadero único enemigo y verdadero único objetivo, la primera vez que nos enfrentamos a uno, observamos sus dimensiones y conseguimos derrotarlo obtendremos una enorme satisfacción. El segundo viene equipado con armadura en sus distintas extremidades, que deberemos penetrar para cortar las mismas y esto le añade un poco más de complejidad al asunto. A partir de ahí, al igual que el resto del juego, comienza el declive. Las variaciones entre Ravenii son escasas a lo largo de la campaña y no llegan a cambiar la forma de combatir contra ellos. A pesar de que nuestro único arma es una espada cuerpo a cuerpo, la única forma de hacerles daño es mediante un ataque cargado de distancia media, no asestándole con la espada. Así, el juego termina convirtiéndose en un constante ataque a las extremidades y armadura hasta que consigamos cargar la barra que nos permite decapitar a un Ravenii . Esto es especialmente difícil de hacer consistentemente gracias a ataques casi imposibles de esquivar que matan de un solo toque por parte de nuestros gigantescos ogros, una insoportable cámara que adora ser bloqueada por distintas partes del cuerpo de los Ravenii y un sistema de movimiento que de alguna manera nos llevaba siempre al sobaco de los mismos mientras tratábamos de escalar hacia su cuello. A las pocas horas de jugar la falta de variedad en el combate y el cúmulo de desastres jugables involucrados en el proceso nos hicieron temer a los Ravenii, no por su gran tamaño o poderosos ataques, sino por lo aburridísimo que es acabar con ellos.
Quien esté contento con este bucle jugable tiene una amplia variedad de contenido del que disfrutar en Extinction. Una campaña con ocho episodios, cada uno con varios capítulos jugables; un modo de escaramuza con enemigos y un mapa generados al azar; un desafío diario en el que competir contra nuestros amigos por las mejores puntuaciones e incluso un modo ilimitado donde podemos morir definitivamente (durante el resto de modos solo perdemos cuando el pueblo es destruido). Un árbol de habilidades desbloqueables nos mantendrá ocupados durante la campaña, pero ninguna de ellas hace del juego algo mejor que tolerable. Pero por desgracia no nos imaginamos que alguien pueda disfrutar de lo que el juego ofrece durante el tiempo suficiente para disfrutar de todo este contenido.