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God of War, la tragedia griega de Kratos

Kratos es uno de los héroes más memorables de videojuegos, protagonista de God of War, una de las sagas más célebres por su violencia exacerbada y creativa y por su representación de la mitología griega en su faceta más oscura. Hoy repasamos su trágica y emocionante epopeya narrada a lo largo de siete entregas. Cabe mencionar que el presente reportaje contiene spoilers de la saga.

God of War, la tragedia griega de Kratos

Kratos, héroe trágico griego

El 20 de abril llega la nueva entrega de la historia de nuestro Fantasma de Esparta. Al mismo tiempo reinicio y continuación, God of War —ni siquiera God of War 4— nos sitúa en tierras vikingas, en las que viviremos su mitología y cultura a través de los ojos de un antihéroe más maduro y sosegado, que busca empezar una nueva vida en la que su pasado sea el recuerdo de una cruel pesadilla.

Y es que la historia de Kratos es, literalmente, una tragedia griega. Su narrativa mantiene el esqueleto del género helénico: un héroe, fiel a los dioses, se ve traicionado por ellos y obligado a cumplir la fatalidad, es decir, un destino ineludible, pese a todas las tretas que se interponen para eludirlo. Kratos, por su lado, es leal a sus dioses, pese a estar destinado, sin saberlo, a condenarles a la destrucción. Este general espartano, consagrado a la batalla, se ve superado durante su combate contra los bárbaros, con lo que suplica la ayuda de Ares, dios de la guerra: "¡Destruye a mis enemigos y mi vida es tuya!", clama. Entonces la divinidad se toma esta promesa al pie de la letra y otorga a Kratos la victoria, a cambio de convertirle en su esclavo militar. Para el espartano, el acto de matar se vuelve tan automático como la respiración. Arrasa con pueblos enteros, ebrio de una sed de sangre que ha nublado su raciocinio. Y, en mitad de esta tormenta de violencia, acaba con la vida de su esposa Lisandra y su hija Calíope. 

Kratos, al recuperar la conciencia, queda destrozado ante el crimen cometido. Las cenizas de la mujer y la niña impregnan su piel, como recuerdo funesto que, junto con la fama de sanguinario granjeada, inspiran el apodo El Fantasma de Esparta. Nuestro (anti)héroe se siente traicionado y despojado de lo que más amaba. En él sólo queda dolor, odio ante un orden divino que le ha fallado y un único deseo: la venganza contra el Olimpo, que configurará el tema principal de la saga God of War.

El primer God of War, canto épico en hack and slash

Para hacer partícipe al jugador de una historia de venganza, hacer sentir a través de sus manos la ira que mueve a Kratos durante una senda anegada de sangre divina, es necesario un género de acción. El hack and slash es la elección más idónea: acción trepidante, un héroe contra numerosos grupos de enemigos en pantalla, a los cuales ejecutará con una danza violenta cargada de crueldad creativa, a través de la cual el jugador descargará adrenalina. 

El estudio Santa Monica lanzó el primer título de la saga el 22 de marzo de 2005 para PlayStation 2. Siguiendo la estela de un género cuyo pionero fue Devil May Cry, God of War combinaba los combates frenéticos con puzzles muy sencillos y plataformas. Su sistema de lucha premiaba la ejecución elegante de los combos con un mayor número de orbes rojos como recompensa, los cuales se invertían en mejoras de habilidades. También había gran presencia de eventos de tiempo rápido, durante momentos clave contra jefes finales o en minijuegos eróticos. En estos últimos, Kratos muestra su sobrehumano vigor sexual con diferentes mujeres a lo largo de la saga a cambio de un extra de orbes rojos. Este añadido se convirtió en casi un imprescindible de la franquicia y nos permitía explorar la dimensión libidinosa de Kratos, quien, por otro lado, es incapaz de olvidar a Lisandra

Para ampliar la capacidad de salud y magia, debíamos coleccionar plumas de Fénix y ojos de gorgona que obteníamos en cofres que hallábamos en el camino, muchas veces recorriendo rutas alternativas. Al encadenar ataques, se cargaba la ira de los dioses, que, tras activarla, hacía que Kratos entrara en frenesí y sus golpes fueran más potentes durante unos segundos.  

Según David Jaffe, uno de los creadores del juego, durante una entrevista para IGN en junio de 2004: “deseamos hacer que el jugador libere su bestia interior a través del combate”. Dicha sensación fielmente recreada y que se convirtió en uno de los sellos de la franquicia. En 2006, God of War fue declarado como uno de los títulos más vendidos en PlayStation 2. En Spike Video Game Awards, estuvo nominado al Mejor Juego de Acción, Mejor Interpretación Masculina —por la excelente labor actoral de Terrence C. Carson como Kratos— y Mejor Sistema de Puntuación; Jaffe recibió el premio al Mejor Desarrollador. La Academia de las Artes y las Ciencias Interactivas le otorgó a God of War varios galardones de juego del año. Había nacido un nuevo icono para Sony.

Santa Monica había tomado la mitología griega y había creado su propia versión, con una óptica más oscura. Si bien los fundamentos de su lore son bastante respetuosos con el mundo helénico, hay varios añadidos que sirven a construir la jugabilidad. Así, los dioses son mortales ante la Espada del Olimpo, que nuestro héroe trágico debe encontrar para cumplir su venganza. Kratos asesina monstruos como la Medusa o la Hidra, que según las leyendas fueron eliminadas por Perseo y Hércules, respectivamente. El mismo Kratos tiene una identidad diferente a la de su homónimo griego, que es un dios menor del poder y la fuerza masculina, aunque el Fantasma de Esparta encarna dichos valores. 

Los escenarios están basados en localizaciones de la Grecia antigua, recreaciones que se inclinan más por la imaginación al servicio de crear un ambiente ominoso, que por la fidelidad histórica. Recorremos Atenas, Creta, la Atlántida, Esparta, el mismo Inframundo… y en todos los lugares apreciamos un juego de luces y sombras que llena la escena de un aura divina y, al mismo tiempo, lúgubre.

Una narradora en off relata las gestas de Kratos a lo largo de sus juegos, con un estilo literario solemne. Se trata de Gaia, la titánide de la tierra y madre naturaleza, quien nos ayuda a comprender el alma de Kratos durante su espiral de destrucción.

El icono de la saga, presente a lo largo del juego tanto en decorados, como en menús, es la omega, la letra griega que simboliza el fin. Tal vez marca el fin de una era, la del gobierno de los dioses por encima del ser humano, que es lo que representará Kratos durante la ejecución de su venganza contra el Olimpo.

Durante el primer God of War, conocemos el trasfondo de Kratos y el detonante de su plan contra los dioses. El general ha vivido por y para la guerra, siguiendo la filosofía de Esparta, polis griega cuyos máximos valores son la valía bélica, la eugenesia y la austeridad. Su entrenamiento, desde su infancia, ha sido férreo y poco contemplativo ante las flaquezas humanas. El resultado puede apreciarse en el mismo diseño del personaje: un hombre de casi dos metros de estatura, con una musculatura desarrollada y ataviado con una toga anudada a la cintura bordeada en cenefas helénicas, raída por el desgaste. Su pecho queda al descubierto y no lleva armadura alguna, ya que, en palabras del mismo Jaffe, quería conferirle un aspecto individualista, no vinculado a ningún ejército, pese a su cargo militar. Su cabeza y su torso lo cruzan un tatuaje rojo, el color insigne de Ares. Su expresión es adusta y mantiene el cuerpo en constante tensión, ligeramente doblegado, y en su voz marca pasión y aflicción en cada una de sus palabras. Kratos no sólo transmite la dureza de un general espartano, sino el devastamiento emocional de un héroe trágico. 

En este primer juego descubrimos el juramento de Kratos a Ares, el cual le otorga las Espadas del Caos, las hojas gemelas que se convierten en el arma predilecta del espartano y que quedan fundidas a sus brazos mediante unas cadenas. Con este simbolismo visual, percibimos que Kratos queda atado a una promesa de muerte y no tardaremos en comprobar sus consecuencias fatales. Pese a que Ares, que personifica el rostro más visceral de la guerra —y su cabello en llamas transmite el carácter temperamental del dios— trata de convencerle que el asesinato de su familia era necesario para formarle como el guerrero perfecto. Kratos niega su parte de responsabilidad en los hechos y se considera un títere de los intereses de su señor. Su psique queda destrozada y las pesadillas devoran su paz interior. 

Kratos consulta el Oráculo, como era habitual en la Grecia antigua cuando se requería una guía en un momento clave de la vida personal. Aquí es donde recibe el castigo de impregnarse con las cenizas de Lisandra y Calíope y servir a los dioses para poner fin a sus terrores nocturnos. Tras diez años de servicio, Kratos pide ayuda a Atenea, diosa de la sabiduría y la guerra en su faceta más estratega. La divinidad, que habla en todo momento con una voz tranquila que refleja su personalidad serena, le pide que debe eliminar a Ares. Kratos ve en ella una aliada y es tal vez la única olímpica a la trata con respeto durante su periplo. Tras una aventura de unas ocho horas de juego, en la que el Fantasma de Esparta despliega se enfrenta a monstruos mitológicos como Medusa, la Hidra de Lerna, el Minotauro —y muchos de ellos pasan a ser enemigos numéricos, como las Gorgonas, y hordas de minotauros—, hallamos la Espada del Olimpo, que nos permitirá enfrentarnos a Ares. Tras un enfrentamiento que puede calificarse de titánico por el tamaño que adoptan ambos contendientes, Kratos asesina al dios bélico. No obstante, su venganza no estará satisfecha, y su paz interior no habrá regresado. Kratos sigue atormentado por sus visiones y su propio dolor, al que intenta poner fin suicidándose. Sin embargo, Atenea frustra su intento y le eleva al Olimpo, donde el espartano se erige como nuevo dios de la guerra.

God of War II: la lucha contra el destino

Kratos, al alzarse contra los dioses, comete el único pecado contemplado por la religión helénica: el hibris, es decir, considerarse un dios y ser digno de rivalizar con ellos. Muchas leyendas helénicas tratan el tema y sus protagonistas reciben un castigo letal: Aracne, Ícaro, Belerofonte, Psique, etc. 

No obstante, el hibris de Kratos tiene un final más retorcido, que se contempla en las primeras escenas de God of War II, la segunda entrega que llegó a PlayStation 2 en Europa el 27 de abril de 2007. 

Kratos es el nuevo dios de la guerra, ataviado con una armadura reluciente. Embriagado por su propio poder, acude a la plegaria de un general espartano que le implora “que vuelva la gloria de Esparta”, petición que piensa cumplir destruyendo Grecia entera. Y es que Kratos sigue envenenado por el odio y las ansias de venganza. Se arroja a la ciudad de Rodas para iniciar su masacre con las habilidades que había obtenido en el primer God of War. Atenea castiga esta hibris despojando a Kratos de parte de sus poderes e insufla vida al Coloso de Rodas, la célebre representación de Helios que fue considerada una de las Siete Maravillas del mundo antiguo. Zeus acude a la ayuda de Kratos y le entrega la Espada del Olimpo, con la que podrá destruir al coloso. Tras la victoria, el nuevo dios de la guerra se ve traicionado por sus compañeros, ya que la hoja absorbe sus poderes divinos y le devuelve su condición mortal, mientras la armadura se desprende de su cuerpo. Zeus le exige obediencia y el orgulloso espartano se niega a servir una vez más a los dioses que le fallaron, con lo que es asesinado por el Rey del Olimpo.

En el Tártaro, la región del Inframundo helénica destinada a los criminales, Kratos es atormentado por las mismas pesadillas que deseaba erradicar en vida. No sólo arrastra el hibris cometido, sino el asesinato de su familia y de los inocentes que cayeron durante su vida al servicio de Ares. Y es aquí donde halla a una nueva aliada: Gaia, la Titánide que personifica la Tierra, representada como una gigantesca y corpulenta mujer con la piel hecha de roca, vegetación y ríos. Es así como God of War II recupera la Titanomaquia, conjunto de mitos helénicos que narran la guerra entre los dioses y los titanes por el trono del mundo, con la derrota resultante de estos últimos. Los titanes viven condenados y, al igual que Kratos, ansían venganza, con lo que ambas partes se unen por un objetivo común. El espartano debe encontrar a las Hermanas del Destino —conocidas también en la cultura clásica como las Moiras, tejedoras del hilo de la vida de todos los mortales— para viajar en el tiempo, hacia el momento exacto en el que Kratos derrotó a Ares para recuperar la Espada del Olimpo y así derrotar a Zeus.

A lo largo de este periplo, Kratos se enfrenta a dos héroes griegos clásicos: Perseo y Teseo. En la cultura clásica, estas figuras representan valores helénicos nobles. Ambos luchan contra situaciones injustas: Perseo libera a la princesa Andrómeda y a su propia madre del acoso de Polidectes, y Teseo se ofrece como sacrificio al Minotauro para derrotarlo y liberar a Atenas de Creta. Sus cualidades se retratan idealizadas: valientes, protectores y leales a su patria, dignos de ser venerados por los helenos. No obstante, en God of War II vemos una versión mucho más gris de ellos: entrados en una edad madura, con un carácter agrio impropio de quien tiene un lugar entre los dioses. Ícaro, con quien también nos enfrentamos, muestra una imagen muy alejada del muchacho que, cegado de ilusión, voló con sus alas de cera demasiado cerca del sol, hibris que el dios Helios castiga con la muerte del joven. El Ícaro que conocemos en God of War es un anciano enloquecido por un sueño sin cumplir, convertido en obsesión. Sigue con vida, conserva aún sus alas, y se desquicia ante la imposibilidad de superar sus límites humanos. Kratos deberá matarle para arrebatárselas y obtener el poder de volar.

Otros enemigos a los que Kratos se enfrenterá son Euríale, gorgona y hermana de MedusaCerbero, el can tricéfalo guardián del Hades, que impide la entrada de vivos y salida de muertos; el Kraken, monstruo marino de Poseidón, el titán Tifón y, por supuesto, las Moiras: Cloto, Láquesis y Átropos. También conocerá a Titanes como Cronos, Atlas y Prometeo, a quien deberá poner fin a su castigo eterno de ser devorado por un águila todos los días por traer el fuego del Olimpo a los mortales. 

Al final del juego, Kratos consigue la Espada del Olimpo y se enfrenta a Zeus. Antes de asestarle el golpe final, Atenea se interpone y recibe la herida mortal. En su último aliento, le revela a Kratos que es hijo de Zeus y que éste quería matarlo por temor a ser destronado. El rey del Olimpo había acabado con su padre Cronos, quien devoraba a sus propios hijos por el mismo miedo. Zeus temía que el ciclo de parricidios se repitiera. 

Kratos viaja a través del tiempo hacia el fin de la Titanomaquia, y trae a los titanes a su línea temporal para que se enfrenten a los dioses y recuperen su lugar arrebatado. El Olimpo se prepara para una nueva guerra, y así quedó la puerta abierta a un tercer God of War, que se lanzaría para la siguiente generación de PlayStation.

God of War II incluía nuevas armas y magias que usar, con una funcionalidad muy similares a las que se vieron en su precuela. Se presentaron un mayor número de reliquias —artefactos que conceden a Kratos poderes especiales necesarios para avanzar en el juego—, de las que se mantuvo el tridente de Poseidón para respirar bajo el agua. Las alas de Ícaro le permitían volar, el vellocino de oro —procedente del mito de Jasón y los Argonautas— era un reflector de ataques y con el amuleto de los Hados se ralentizaba el templo si había una estatua de los Hados cerca. Se añadía el sistema de urnas, que eran tesoros ocultos en los escenario y que otorgaban una serie de ventajas, como una multiplicación de los orbes obtenidos o la magia ilimitada. La fórmula esencial de God of War se mantenía intacta, y continuó funcionando entre sus seguidores. Según declaró Cory Barlog, director del juego, a IGN en febrero de 2007: “God of War no necesitaba ningún cambio radical. Con esta nueva entrega, queremos continuar con la historia establecida en el primer juego, explorar temas que no habían quedado difusos y añadir más secuencias épicas durante la partida, en lugar de limitarlas a las cinemáticas”.

God of War II se erigió como Juego del Año en 2007, y en los BAFTA obtuvo un galardón a la mejor historia, personaje y avance técnico, además de estar nominado al Mejor Juego de Acción y Aventura, Mejor Uso del Audio y Mejor Sistema de Puntuación. Asimismo, recibió un Premio Satellite al Mejor Juego de Acción/Aventura.  

La epopeya de Kratos había inspirado a crear material adicional. En 2009, se anunció que las dos primeras partes de la saga serían novelizadas. Los escritores Matthew Stover y Robert E. Vardeman se encargaron de llevar al papel la tragedia de Kratos, ahondando en sus personajes y otorgándoles una mayor profundidad. La editorial Del Rey publicó los libros en 2010 y 2013, respectivamente, y Titan Books se encargó de llevarlos a Europa. Actualmente, pueden adquirirse en formato físico, electrónico o audiolibro.   

God of War: Betrayal, la llegada de Kratos a los móviles

Mientras esperábamos expectantes un tercer episodio del canto épica de Kratos, Santa Monica nos obsequió el 20 de junio de 2007 con la única entrega en una plataforma fuera de Sony. Aquí el juego pasa a un 2D que nos devuelve al beat’em up, género predecesor del hack and slash, y unos gráficos que evocan la era 16-bit. En sus mecánicas se conservaron las bases de sus predecesores, y unos controles más simplicados para favorecer la interfaz móvil. 

Si trama se situaba después de los acontecimientos del primer God of War, cuando Kratos lidera su ejército espartano en la conquista de Grecia. La diosa Hera, reina del Olimpo, envía a Argos, el gigante de cien ojos, para que frustre los planes del nuevo dios de la guerra. Una misteriosa figura acaba con el monstruo, con el fin de destruir la reputación del espartano a ojos de los dioses. Kratos persigue al asesino hasta toparse con Cérix, hijo del dios mensajero Hermes, quien le solicita que cese su masacre. El Fantasma de Esparta se niega y acaba con él, tras lo cual es consciente de que jamás recibirá el perdón de Zeus.

La identidad del asesino de Argos no es revelada, aunque hay teorías que apuntan a que se trata de Hermes, que conspira junto con Hades en causar la destrucción del nuevo dios de la guerra.

Betrayal es el título menos conocido de la franquicia, pero recibió buenas críticas por preservar el espíritu de la serie y mantener las dosis de brutalidad y la visión oscura de la cultura helénica, al mismo tiempo que se supo adaptar a la plataforma móvil y sortear sus limitaciones técnicas.

Chains of Olympus, el sueño arrebatado de Kratos

God of War III estaba aún por llegar, pero la epopeya de Kratos tenía algunos capítulos pendientes que inspiraron una precuela: Chains of Olympus, que llegó para PlayStation Portable el 4 de marzo de 2008. Según una publicación de Cory Barlog en el blog oficial de PlayStation, la intención de Chains of Olympus era exprimir al máximo la capacidad de la consola portátil de Sony

El estudio Ready at Dawn trabajó codo con codo con Santa Monica para adaptar el juego a una plataforma diferente de la consola de sobremesa habitual. Se cambió a la cámara fija y se mejoraron la iluminación y texturas para dar un efecto más realista. 

IGN le ortorgó varios premios como mejor juego de acción en PSP, así como a sus gráficos y uso del sonid. En los Spike Video Game Awards estuvo nominado al mejor título portátil. Metacritic lo declaró el mejor juego para PSP. 

La historia se situaba en la época en el que Kratos servía a los dioses a cambio de purgar su crimen y, así, liberarse de las pesadillas que le atormentaban. Durante una misión en la que el espartano salva la región de la Ática de la invasión persa, percibe una niebla oscura que domina la tierra. Tras esto, desaparece el carro de Helios y el mundo queda sumido en una noche eterna. Atenea advierte a Kratos de que Morfeo está sumiendo a los dioses en un letargo, y le pide que devuelva el Sol al cielo. La búsqueda lleva a Kratos al Inframundo, donde el barquero Caronte, encargado de transportar las almas de los muertos por el río Estigia hacia el Hades, arroja al espartano al Tártaro. Kratos escapa, y vuelve al embarcadero de Caronte, a quien asesina y usa su embarcación para proseguir con su misión.

Durante su aventura por el Inframundo, Kratos escucha la melodía que su hija Calíope tocaba en su flauta cuando estaba viva, y va tras ella con la esperanza de volver a ver a su pequeña. Es entonces cuando se topa con Perséfone, la reina consorte de Hades, quien le ofrece un espinoso trato: si abandona sus poderes, podrá vivir con la niña en los Campos Elíseos, la región idílica del Inframundo destinada a los héroes. Aquí es donde presenciamos una perspectiva amarga del mito de Perséfone: la hija de Zeus y Deméter fue raptada por Hades para convertirla en su esposa y, durante su estancia en el reino de los muertos, probó unos granos de granada que la vincularon para siempre a su nuevo reino. Hay varias lecturas que sugieren que tal vez fuera Perséfone quien comiera el fruto con la intención de llevar una nueva vida, aunque en God of War: Chains of Olympus tenemos una nueva visión de ella: La diosa se vio forzada al matrimonio con un dios al que no ama, y guarda un deseo de venganza contra los dioses, motivo por el cual Kratos ve en ella a una nueva aliada. La Perséfone que vemos en el juego es muy diferente a la dulce y melancólica muchacha que nos ofrece la cultura griega; en el juego contemplamos a una diosa llena de odio y rencor, consciente de su poder. De hecho, no tardará en desvelarse como la auténtica enemiga de esta entrega, puesto que su plan era acabar con el Olimpo y destruir por completo a la humanidad quien, según ella, ha demostrado no ser merecedora de vida. La diosa ha liberado al titán Atlas, quien está destruyendo el Pilar que Sostiene al Mundo. 

Kratos vive en Chains of Olympus el reencuentro más emotivo y doloroso de la saga. Perséfone cumple su promesa y él se reúne en los Campos Elíseos con su pequeña, lo cual provoca en él la única sonrisa que vemos en su historia. No obstante, cuando el espartano descubre las auténticas intenciones de la diosa, se acaba entregando al deber y renuncia a la posible felicidad en el Elíseo con la niña. El mismo jugador debe pulsar círculo repetidas veces para que Kratos se libere del abrazo de Calíope, y este acto provoca un desgarro emocional mayor que las ejecuciones más sangrientas de la saga. 

Una vez Kratos elimina a Perséfone y derrota a Atlas, éste es obligado a sostener sobre sus hombros el globo terráqueo. En la Titanomaquia original, dicho castigo es el que le imponen los dioses tras declararse vencedores.

Kratos restaura el Sol, y el mundo vuelve a su orden. No obstante, el espartano, quien había rozado la esperanza con los dedos, sigue sumido en un mal sueño eterno.

En Chains of Olympus conocemos un poco mejor a Calíope, quien debe su nombre a la musa de la poesía épica, que es la destinada a narrar las gestas de los héroes. La inocencia y ternura de la muchacha contrastan mucho con el tono sombrío de la saga, y es así como representa el lado sentimental de Kratos, adormecido bajo los hechos que desatan su tragedia. Es curioso hallarla en los Campos Elíseos, puesto que esta región estaba destinada a los grandes héroes de Grecia que hubieran dado su vida al bien común. Sin embargo, esta licencia sirvió en la narración para plantear a Kratos un posible final feliz a su tragedia: la vida eterna en una región paradisíaca, al lado de su amada hija. Pero la historia de Kratos no estaba terminada aún, y la felicidad no parecía tener aún cabida.

God of War III, contra el Olimpo

En la nueva generación de consolas, llegó la esperada tercera parte de God of War para PlayStation 3 el 16 de marzo de 2010. El HD permitió un mayor despliegue gráfico que fue elogiado por la crítica, con un consecuente amplitud de ángulos de cámara. El número de enemigos en pantalla aumentó, así como las interacciones de Kratos con el escenario. Su aventura había subido un escalón más en su épica: Kratos pasaba de matar a algunos dioses en los anteriores juegos a enfrentarse con el Olimpo entero.

Días después del lanzamiento del juego, llegó el cómic de God of War, una serie de 6 tomos publicada por Wildstorm, escrita por Marv Wolfman y dibujada por Andrea Sorrentino. Aquí se narraba el pasado de Kratos y ahondaba en la relación con su esposa y con Calíope. La pequeña había nacido con una enfermedad en la piel, por la que los espartanos, siguiendo su código de eugenesia, pidieron a Kratos que la sacrificara. No obstante, el espartano decidió apostar por la salvación de la pequeña, y va en busca de la ambrosía, el alimento de los dioses, para curar a su hija. 

Nos encontramos justo en el final de God of War II, en la Gran Guerra de los titanes contra los dioses. La eliminación de cada uno de los dioses que hallamos en nuestra senda empapada de sangre causa un desorden natural que aboca al mundo a su fin, pero a Kratos no le importa preservar la paz, sino cumplir su venganza. Nuestro primer combate es contra Poseidón, dios del mar, cuya muerte causa que la tierra se sumerja en una inundación masiva. En el Inframundo, matamos a su rey Hades, lo cual causa un descontrol en la mortalidad que termina con la vida de todos los seres humanos. Más adelante, acabamos con Helios, dios del sol, cuya cabeza arrancamos y usamos como una linterna macabra mientras sumimos al planeta en una oscuridad eterna. También luchamos contra Hermes, a quien cortamos las piernas para quedarnos con sus botas aladas que nos proporcionarán una mayor velocidad. En el juego, el dios mensajero asume el rol de Apolo, dios que rige la salud —entre otras áreas— y tras su muerte la enfermedad azota la humanidad. Una de las últimas divinidades con las que acabamos es Hera, diosa de los nacimientos, y su fallecimiento extingue toda vida en la naturaleza.

Siguiendo el código oscuro que es tradicional en God of War, la imagen que tenemos de los dioses es mucho más siniestra que la que nos otorgan los mitos griegos. Así, el carácter burlón de Hermes se ve mucho más acentuado, Hades —que luce un diseño grotesco— se muestra como un tipo obsesionado con su esposa, a quien habíamos asesinado en Chains of Olympus; Hera se aleja de la imagen de reina bella y majestuosa para mostrarse como una deidad envejecida y alcohólica, resentida por las constantes humillaciones de su infiel esposo Zeus. También conocemos al héroe Heracles —cuya voz en inglés la pone Kevin Sorbo, el mismo actor protagonista de la serie Hércules—, que aparece como una vieja gloria, con su musculado cuerpo en declive y decepcionado por unos dioses que han olvidado sus hazañas. La única deidad que se libra de la hoja de Kratos es Afrodita, diosa del amor, quien nunca ha tomado partido en el conflicto entre el espartano y Olimpo. Por supuesto, tenemos un enfrentamiento con ella, aunque éste se libera bajo las sábanas durante el minijuego erótico insigne de la saga.

Durante nuestro periplo, nos encontramos con Pandora, la primera mujer, creada por Hefesto. Sin embargo, aquí no es adulta, sino una muchacha adolescente. La joven está encerrada en el Laberinto de Dédalo —el cual, según las leyendas griegas, fue construido para contener al Minotauro, pero en el juego tiene un propósito diferente—. Entonces debemos escoltarla y protegerla de hordas de enemigos hasta la Llama del Olimpo, en la que deberá sacrificarse para que la Caja de Pandora sea abierta y se libere el poder que permita a Kratos acabar con Zeus. Durante el trayecto compartido, el espartano se encariña con la chica, puesto que le recuerda a Calíope y despierta en él un instinto paternal, que se manifiesta en el momento del sacrificio: Kratos se opone a que Pandora se arroje a las llamas, pero Zeus les interrumpe y la niña cae al fuego.

Tras el combate final del juego, en el que derrotamos a Zeus, el mundo está anegado por el caos más absoluto. Atenea, en su forma etérea, le revela que al abrir la caja de Pandora la esperanza, que es el auténtico poder contenido en el recipiente, quedó absorbida por el mismo Kratos. El espartano vuelve a convertirse en héroe, en el arquetipo de salvador que antepone el bien de la humanidad a sus propios intereses, y se sacrifica con la Espada del Olimpo para liberar la esperanza y dejar que ésta sane al mundo. 

Según la cultura helénica, la Caja de Pandora fue un regalo de los dioses a dicha mujer bajo la condición de que no la abriera. Movida por la curiosidad, la joven desobedeció dicha orden y todos los males del mundo salieron del recipiente, dejando en el fondo la esperanza. En el caso de God of War, al abrir la caja por primera vez, Kratos deja salir la corrupción que contamina a los dioses, convirtiéndoles en la versión perversa que encontramos. 

La tragedia de Kratos parece haber llegado a su fin, con un cierre épico que pone un broche de oro a toda una saga llena de sangre e ira, tras la cual el espartano ha conseguido perdonarse a sí mismo y convertirse en su propia versión de héroe clásico, merecedor de los Campos Elíseos. Sin embargo, en los últimos planos de su epílogo, vemos que en lugar de su cuerpo hay un reguero de sangre que lleva hasta el mar y que nos insinúa que la canción de nuestro Fantasma de Esparta no ha terminado.

God of War III recibió el premio BAFTA al Mejor Logro Artístico, así como los galardones al Juego Más Anticipado y al Mejor Juego de PS3 en los Spike Video Game Awards. De toda la saga, es el título con mayor éxito comercial, y se sitúa en el 9º puesto de los juegos más vendidos para PlayStation 3.

Ghost of Sparta, los cimientos de la tragedia de Kratos

Meses más tarde a God of War III, el 3 de septiembre de 2010 llegó a Europa un nuevo título para PlayStation Portable que nos narraría un capítulo más del pasado de Kratos: God of War: Ghost of Sparta

Mike Deenan, desarrollador de Ready at Dawn, contó en una entrevista para IGN en octubre de 2010 qué buscaban con una entrega más de God of War, al mismo tiempo que reflexionaba sobre por qué no sus mecánicas no se innovaban: “Es una fórmula de éxito, y los jugadores nos piden más y más. La mitología griega permite explorar la creatividad y dar pie a nuevas historias. Con Ghost of Sparta, queremos rellenar el hueco que hay entre el primer God of War y el segundo y dar un enfoque más personal a Kratos: por qué guarda tanto odio en su interior, en lugar de retratarlo como un destructor sin sentido”.  

En este nuevo episodio conocemos los orígenes trágicos del espartano, y que descencadenó su convulsa relación con los dioses. El Oráculo había vaticinado a Zeus que “el guerrero marcado traería la destrucción del Olimpo”. El rey divino envía a Atenea y a Ares a que le traigan al muchacho que amenazará su reinado. Cuando los dioses guerreros llegan al hogar de Kratos, le ven a éste con su hermano, Deimos, que tiene una mancha de nacimiento que cruza su cara. Identificando al presunto destructor del Olimpo, los dioses le secuestran. Kratos se interpone, y durante el forcejeo Ares le inflinge una herida en el rostro. El destino, según plantea el género de la tragedia griega, es ineludible, y ni siquiera los propios dioses se percatan de que la fatalidad se abre camino por atajos. Los dioses se han llevado al hermano equivocado, al cual encierran en el Tártaro y es torturado por Tánatos, la personificación de la muerte. 

Kratos se acaba de erigir como dios de la guerra, pero continúa atormentado por terrores nocturnos en los que revive sus crímenes contra su familia, con los que decide investigar sobre su pasado para buscar alguna clave. Su nueva aventura le lleva hasta Atlantis, donde encuentra a su madre, Calisto —llamada igual que la ninfa amante de Zeus y que fue convertida en la Osa Mayor—. Maldita por los dioses, es convertida en una abominación que el Fantasma de Esparta se ve obligado a ejecutar. Cuando la mujer vuelve a su forma humana, en su último aliento, le confiesa a su hijo que su padre es Zeus y que su hermano sigue con vida.

En el Tártaro, ambos hermanos se reencuentran. Deimos guarda rencor a Kratos por no haber ido en su busca antes, y se enfrentan en combate. Tánatos interviene para llevarse a Deimos a los Riscos del Suicidio y dejarlo colgado de un precipicio. El Fantasma de Esparta lo rescata y se reconcilian para convertirse en aliados. Juntos, se enfrentan a Tánatos, quien acaba con Deimos para ser ejecutado por Kratos poco después. 

Tras estos sucesos, Kratos regresa al Olimpo y su odio hacia los dioses ha aumentado, puesto que le habían ocultado su verdadero origen de forma tan mezquina. El nuevo dios de la guerra acumula ansias de destrucción en su interior, que desencadenarán los hechos que vimos en God of War II.

En Ghost of Sparta profundizamos más en los orígenes de Kratos y vemos en él a un hombre que conserva el cariño hacia su madre y su hermano. El hecho de tener que acabar con la primera es una herida más en su alma, y pocos combates a lo largo de la saga causan tanta carga emocional en el jugador. Deimos, llamado igual que la personificación del terror que forma parte del séquito de Ares, ha compartido con Kratos un pequeño rincón de amor fraternal dentro del crudo mundo que han vivido juntos. Es aquí donde descubrimos que el tatuaje rojo que recorre el cuerpo de nuestro héroe trágico es en honor a su hermano y a su marca de nacimiento. Asimismo, conocemos más aspectos de la cultura espartana; su insigne letra lambda está grabada en el escudo que Kratos obtiene al visitar su polis natal, y en los habitantes percibimos su consagración a la vida militar y una filosofía que aprecia la vida austera, alejada de los lujos.

En esta segunda entrega para PSP nos enfrentamos a otros personajes de la mitología, como el Rey Midas, a quien debemos ejecutar para que convierta torrente de lava en oro y podamos atravesarlo; Thera, una titán volcánica que destruye la Atltántida, todo un homenaje a la erupción volcánica que, históricamente, acabó con la isla que actualmente se conoce como Santorini; o Keres, diosa de la muerte violenta, hija de Tánatos.

Durante el E3 de 2010, Ghost of Sparta se llevó múltiples galardones, entre los que se incluía el Mejor Juego Portátil. Los Spike Video Game Awards lo volvió a ensalzar en esta misma categoría, por la cual obtuvo una nominación en los BAFTA.

Ascension, Kratos contra las Furias

En la cultura helénica, cuando una persona comete un crimen mortal es perseguido por las Furias: Alecto, Megera y Tisífone, un trío de deidades que personifican el remordimiento de conciencia. Presentes en el mito de Edipo después de que éste, sin conocimiento, asesinara a su padre y se casara con su madre; o en el de Orestes, que acabó con su madre y su amante para vengar a su padre. Esta figura castigadora no podía faltar en la epopeya de Kratos, y es por ello que tienen lugar en God of War: Ascension, que llegó a Europa el 13 de marzo de 2013 para PlayStation 3, y nos narraba cómo Kratos buscaba la redención después de acabar con su esposa e hija.

En esta aventura, Kratos conoce a Orkos —en griego, juramento—, hijo de Ares y de Alecto, quien le explica que sus visiones terribles son causadas por las Furias y se alía con él para ayudarle a liberarse de su pesadilla continua. Orkos le acaba revelando que fue concebido para convertirse en el guerrero perfecto que ayudara a Ares a derrocar a su padre, sin embargo, no estuvo a la altura de las expectativas y el dios renegó de él. Las Furias, por su parte, lo acogieron como Guardián del Juramento, quien se encargaba de velar por los pactos que los mortales establecían con los dioses. En el caso de Kratos, veló para que cumpliera con su promesa de entregar su vida a Ares si él le ayudaba a derrotar a sus enemigos, pero se rebeló cuando el espartano fue obligado a asesinar a su familia. En su misión, Kratos es apresado y encadenado por las Furias, y tras escapar, debe acabar con ellas, al mismo tiempo que es asediado por ilusiones creadas por Tisífone, en las cuales ve a su esposa e hija. Al derrotar a las diosas de la conciencia, vuelve a reunirse con Orkos, a quien debe sacrificar para liberarse de su juramento con Ares.

En un giro cruel de los acontecimientos, la muerte de las Furias y del propio Orkos no consigue ahuyentar las visiones de Kratos, quien sigue viéndose incluso más atormentado. El espartano debe iniciar otro plan, que es el que dará pie a los hechos del primer God of War.

En esta aventura, nos asomamos al lado más intimista de Kratos, que Tisífone explota para crear ilusiones que sometan la voluntad del espartano. Junto con Betrayal, Ascension es el único título de la franquicia en la que no hay minijuego erótico. Cuando este parece que va a tener lugar, se desvela que es una visión de Tisífone, lo cual busca tanto la decepción de Kratos como del jugador.

Durante el periplo de Kratos por liberarse del castigo de las Furias, conoceremos otras criaturas presentes en la mitología griega, como el Hecatónquiro, el monstruo de cien manos con quien tendremos una de las primeras batallas; los gemelos Cástor y Pólux, conocidos en la cultura helénica como Dioscuros y de los que vemos una versión más siniestra: dos siameses que asesinan al Oráculo de Delfos; y al propio Oráculo, que se trata de una joven llamada Alétheia —en griego, verdad—. 

Ascension fue el primer título de la saga en incluir modo multijugador, en la que los jugadores se enfrentaban en duelos o batallas por equipos en una arena. En cuanto al sistema de combate, se añadió la posibilidad de que Kratos pudiera desarmar a los enemigos y atacarles con sus propias armas. 

Las críticas que cosechó fueron dispares: mientras que medios como IGN elogiaron los añadidos al sistema de lucha, GamesRadar penalizó la descompensación de la curva de dificultad durante la fase del Juicio de Arquímedes. La narrativa en ambos medios fue criticada por su ritmo caótico, en el que costaba seguir el hilo dada su desordenada estructura.

God of War: Ascension estuvo nominado a varios premios DICE, NAVGTR y del Sindicato de Guionistas de Estados Unidos. Sin embargo, no se llevó ningún galardón.

God of War: 2018, un nuevo comienzo en tierras vikingas

El 20 de abril llega a PlayStation uno de los juegos más esperados: God of War, que supone un reinicio en la vida de Kratos, que lleva a sus espaldas un poema épico recitado en siete juegos. Nuestro espartano luce un aspecto mucho más maduro, una actitud más serena, aunque no ha abandonado la fuerza que le define. Ahora vive exiliado en tierras nórdicas, donde ha empezado una nueva vida en la que ha engendrado al pequeño Atreus, que le acompañará en sus nuevas andanzas. Con un sistema de combate que añade componentes tácticos y un nuevo ángulo de cámara al hombro, esperamos con mucha ilusión conocer más de este nuevo Kratos, que verá una segunda oportunidad para ejercer la paternidad, en una aventura que no estará exenta de la brutalidad de la cual la saga siempre ha hecho gala. En esta continuación de la epopeya de Kratos, cambiamos la cultura helénica por la vikinga, de la que esperamos empaparnos con un título que siempre ha sabido crear una acción trepidante dentro de un lore cautivador.