Bienvenido a Rust. Desarás no haber venido.
Vivimos en una inesperada era dorada del genero de supervivencia . Tras su nacimiento o entrada en el mainstream hace unos años con Minecraft y DayZ la última media década ha consistido de títulos a medio formar en Early Access y pequeños juegos sin ambición con apenas unas pocas mecánicas. Este año, sin embargo, ya hemos recibido el excelente Subnautica , en unos meses saldrá The Forest , ambos títulos que llevan varios años en desarrollo comunal. Pero hay otro título que lleva años en la incubadora, un juego más oscuro, violento y visceral que todos los demás. Hablemos de Rust.
Rust comienza su existencia como un clon del por aquel entonces extremadamente popular DayZ . Lejos de lo que es hoy en día, se trataba de otro juego de supervivencia multijugador con zombies tratando de capturar el éxito de su precursor, un poco como está ocurriendo hoy en día con los Battle Royale. Afortunadamente, el equipo encargado de Rust no era una desarrolladora cualquiera, sino que estaba encabezada por Garry Newman, creador del ya popular Garry’s Mod. Hasta hace unos años este era una aparición omnipresente en las listas de juegos más vendidos en Steam, una modificación de Half Life 2 comercializada adorada por su legión de fanáticos pero incomprensible para cualquier otro jugador que cosechó también una substanciosa audiencia en Youtube. Garry’s Mod no era necesariamente un juego tradicional sino una de las primeras “cajas de arena” que hoy en día comienzan a popularizarse por fin, un lugar donde podías jugar con tus amigos en el más puro sentido de la palabra y crear tus propias experiencias y aventuras gracias a las físicas del motor Source. Tras deshacerse de los zombies en Rust al darse cuenta de su sobreutilización en los juegos de la época y lo poco que aportaban a la experiencia , Garry y su equipo en Facepunch Studios comenzaron a dar forma a lo que hoy en día es el juego más terrorífico de Steam.
Lo increíble de Rust es lo poco que se aleja del molde inicial que creó Minecraft para llevar la experiencia tradicional de supervivencia a nuevas y absurdas cotas. El comienzo de una partida en Rust sería muy parecido al de una partida de Minecraft si no hubiera otros jugadores: usamos nuestra roca para talar árboles, picar piedras, crear herramientas para hacerlo más eficientemente y tratar de aunar suficientes recursos para crear un primer refugio. Pero en Rust no estamos solos, de hecho prácticamente nunca estaremos solos a no ser que decidamos entrar al servidor a las más altas horas de la noche. Los servidores de Rust pueden hospedar a varios cientos de personas, cada una de las cuales es un agente independiente que posiblemente vaya a matarte y del que seguro no puedes fiarte. El combate en Rust nunca está desactivado, la garantía de que otra persona no vaya a matarte no existe. Haremos amigos, exploraremos este inhóspito mundo con ellos y nos traicionarán a la primera que les demos la espalda. Una y otra vez. No hay otra expresión de arte en el mundo capaz de hacerte desconfiar más de la raza humana que Rust. El causante principal de que prácticamente toda interacción en Rust sea significativa y memorable es el chat de voz. Lejos de otros juegos del género que lo limitan a grupos o amigos, aquí podremos escuchar las vociferaciones de todo el mundo o, más comúnmente, sus llantos de súplica o gritos de ira. Uno de los mejores detalles de Rust es que el juego simula la posición de los otros jugadores con respecto a su voz, de tal manera que podemos percibir cuando otros se acercan a medida que sus voces se vayan elevando. Este pequeño detalle que probablemente lleva un tiempo exorbitado de programación y desarrollo para funcionar como lo hace cambia completamente la experiencia de Rust. Unido a la prevalencia de micrófonos entre los jugadores (es prácticamente imprescindible tener uno) y lo disparatadas que son las situaciones en las que nos pone el juego, esta se convierte en una de las experiencias más sociales que hemos probado desde los días del hotel Habbo.
Esta sociabilidad es un arma de doble filo. Es cierto que tendremos más experiencias sociables en Rust que en casí cualquier otro juego contemporáneo, pero estas interacciones son tan terribles, tan escalofriantes que nos harán perder cualquier esperanza en la humanidad como especie, si bien solo temporalmente. Uno comienza Rust con la esperanza de hacer amigos, pero hay un número determinado de veces que nos pueden asestar una pedrada en el cráneo antes de que nuestro espíritu se rompa. Tras una media hora jugando se nos acerca otro jugador, su voz la de un niño de Europa del Este. Como nosotros, está desnudo y no parece llevar ningún arma. Comienza a hablarnos amablemente, nos ofrece su amistad y protección pero algo nos hace desconfiar de él, principalmente que cada vez que ve un cadáver procede a cortarlo en pedacitos cual maníaco. Esto no es un comportamiento normal sino algo propio de un jugador veterano de Rust, alguien que lleva un tiempo sumergido en este cruento mundo. Quizás sea joven en la vida real, pero unos años aquí envejecen a cualquiera. Predeciblemente, minutos más tarde nuestro joven compañero nos atraviesa con una afilada lanza de madera. Rust está lleno de experiencias como estas, pequeños momentos irrepetibles de los que nos acordaremos eternamente, o como otros lo llaman: experiencias traumáticas. Adolescentes forzando a adultos a ofrecer favores sexuales virtuales a cambio de recursos y protección, violentas escabechinas entre supuestos compañeros de grupo, jugadores cuyo único objetivo en la vida es matar a los desnudos principiantes... La totalidad de la experiencia humana está resumida en Rust , siempre que nuestra visión de la humanidad sea extremadamente pesimista y violenta. Es también esta violencia omnipresente, esta crueldad que empaña la atmósfera, la que hace que las pocas experiencias positivas en Rust sean también más memorables que en otros juegos. Simplemente el cruzarnos con un jugador armado y experimentado que responda a nuestros clamores de misericordia con pacifismo nos hará sentir más alivio que la victoria en otros juegos.
Redención y gloria
Por supuesto, no siempre seremos unos pusilánimes sin recursos ni armamentos. A medida que vayamos aprendiendo como jugar a Rust, lo cual es difícil dada su carencia total de tutoriales adecuados, podremos transformar nuestro entorno en utensilios, fortalezas y eventualmente un poderoso armamento. La recolección de recursos en Rust es complicada dada la gran cantidad de jugadores capaces de asesinarte en cualquier momento y robar todas tus posesiones. Para compensar este extremo riesgo Rust tiene un sistema de construcción de bases, casas, fortalezas y demás excepcional. Si bien no alcanza la complejidad de Minecraft, se trata de algo más similar al sistema empleado en Fortnite donde los bloques vienen predeterminados para que los configuremos a nuestro parecer. Lo brillante es que en Rust las casas tienen permanencia en el tiempo. La mayoría de servidores tienen una vida útil de dos semanas, tras las cuales el servidor es reseteado y todos los edificios y construcciones del mismo desaparecen. Es una oportunidad de que los nuevos jugadores estén en equilibrio con los veteranos y hace que las glorias pasadas desaparezcan rápidamente si no estamos preparados a trabajar de nuevo. Al mismo tiempo, está duración de semanas hace que cada partida en Rust tenga más importancia, al menos para el jugador que disfruta de su casa y trabajo duro durante varios días en lugar de la tendencia actual de partidas y progresión contenidas en si mismas. Esta longitud entre reseteos del servidor sitúa a Rust en un punto entre los MMORPG de antaño y los juegos multijugador contemporáneos , un compromiso excelente para aquel que quiera experiencias más significativas en sus juegos multijugador sin tener que sacrificar media década de su vida a ellos.
Lo cual no quiere decir que uno no pueda dedicar media vida a Rust. Los jugadores veteranos tienen una infinidad de labores que pueden desempeñar, además de una serie de consideraciones adicionales a tener en cuenta. Así, a medida que tus fortalezas ganen en tamaño o quizás te unas a una alianza de jugadores, deberás tener más cuidado con otros grupos de jugadores enemigos que tratarán de destruirla así como con los vehículos militares, controlados por la máquina y extremadamente agresivos. Es cuando llevas unos cientos de horas (o te haces amigos suficientemente experimentados) que la experiencia de Rust cambia por completo. Lejos quedan nuestros días desnudos en la playa sin nada que protegernos, somos ahora poderosos guerreros armados hasta los dientes y blindados hasta la retaguardia. La cantidad de opciones de crafteo para jugadores experimentados es impresionante y apenas unos minutos en la wiki de Rust son suficientes para dejarnos mareados con la variedad en oferta. Desde poderosas trampas para nuestras fortalezas hasta poderosas ametralladoras, ballestas o explosivos el compromiso con Rust desde luego nos hará más fuertes y dada la naturaleza multijugador y cruenta de Rust, este poder es más tangible de lo normal . Aquí los novatos apenas se atreverán a mirarnos si nos ven armados y protegidos.
Visualmente Rust es una maravilla. Su mundo se compone de preciosas praderas, afiladas canteras y vastos complejos militares. Las texturas son de las más detalladas que hemos visto hace un tiempo y la distancia visible es impactante. Pero lo más destacable de los gráficos de Rust es su iluminación. Por algún motivo técnico que desconocemos la iluminación en este título es una de las mejores que hemos visto nunca. Los días son soleados y claros como deben ser, los atardeceres abrumadores y de noche las estrellas brillan de verdad, lejos de ser meros pixeles en el cielo como antaño. Ver como un grupo de jugadores veteranos destruía un helicóptero a millas de nosotros mientras leíamos sus expleciones en el chat del servidor fue sencillamente espectacular y gran parte de ello es el motor de iluminación que imita perfectamente el resplandor fugaz de las balas en el horizonte. Todo esto contrasta con un mundo en el que la mayoría de jugadores son hombres o mujeres completamente desnudos, organos reproductivos claramente visibles en toda su frondosidad pero es que nadie pediría a Rust que no fuera un fiel reflejo de la realidad. Eso sí, la optimización brilla por su ausencia y en nuestro potente ordenador Rust daba constantes tirones y mal rendimiento. Ese chat de servidor que hemos mencionado es otro de los grandes alicientes de Rust. Recordándonos a aquellos tiempos en que las experiencias multijugador eran comunitarias por naturaleza, en Rust da la sensación de que hay un grupo de personas disfrutando de la misma experiencia. Novatos preguntando como hacer algo, veteranos recomendándoles usar un comando de consola que les hará cerrar el juego, insultos, consejos verídicos, provocaciones entre clanes, discusión de futbol en alemán... Para ser una experiencia jugable tan turbia y negativa, el chat de Rust es sorprendentemente amigable y puede ser un buen sitio donde socializarse virtualmente.