Gaming Club
Regístrate
españaESPAÑAméxicoMÉXICOusaUSA
Shadow of the Colossus

Shadow of the Colossus

Análisis de Shadow of the Colossus (PS4)

¿Es un remaster? ¿Es un remake? Es Shadow of the Colossus, pero como nunca lo habías visto antes. Bluepoint Games lleva su trabajo con la restauración de juegos al siguiente nivel e insufla nueva vida en la obra maestra del Team ICO.

Shadow of the Colossus, análisis PS4

De entre las numerosas opciones con las que contamos en Shadow of the Colossus para adecuar la experiencia de juego a nuestro gusto, una que curiosamente no existe es la de saltar las secuencias en las que mueren los colosos que le dan nombre. Podemos saltar sus introducciones, o gran parte de las secuencias de la trama, pero no las derrotas. Es una decisión deliberada a pesar de no enmascarar cargas porque contribuye al mensaje central. Estas criaturas no sólo son jefes, enemigos de gran poder que se interponen entre nosotros y nuestro objetivo. Como Mono, la muchacha cuya vida queremos recuperar, también son sacrificios, así que merecen que contemplemos sus caídas mientras una música solemne nos hace dudar si se está celebrando nuestra victoria o lamentando su muerte. Hay algo trágico que no se expresa con palabras, pero se refuerza segundos después cuando unos grandes hilos de materia etérea negra abandonan sus cadáveres y persiguen al jugador, que sólo recupera el control para crear una falsa ilusión de libertad. Podemos correr, pero siempre nos alcanzan, penetrando con violencia en el cuerpo de Wander y dejándolo inconsciente.

Empezar por aquí, y no por el típico recordatorio sobre cuándo se estrenó originalmente la obra, o quién se encarga de esta nueva versión, es importante porque decir que estamos ante una remasterización de un juego de PS2 es como decir que Shadow of the Colossus es un boss rush: técnicamente cierto, pero simplificado hasta un extremo que pierde de vista lo que realmente le da sentido. Cuando Wander se adentra en la Tierra Prohibida y “negocia” con el dios Dormin las condiciones de la resurrección de la muchacha, el título no sólo establece una justificación para enlazar de forma coherente una serie de duelos a muerte. También plantea un tema y un tono muy específicos, perfila un mundo que inicialmente apenas alcanzamos a comprender, pero que se va dibujando de forma más y más nítida a medida que su magistral desenlace se acerca. Desde entonces hemos vuelto a montar a caballo, a explorar grandes mundos abiertos y a derrotar monstruos enormes en multitud de juegos, pero nada en los 12 años transcurridos desde su estreno ha sido capaz de ocupar el lugar de Shadow of the Colossus. Porque su clave no reside en el qué, sino en el cómo.

El gigante entre gigantes

Relanzar Shadow of the Colossus en pleno 2018 en forma ya no de port HD que va directamente a una tienda digital o un pack de varios juegos, sino de tratamiento completo que lo mete en el terreno del remake y permite su venta en solitario como novedad, provoca la clase de escrutinio que pocos títulos con más de una década a sus espaldas podrían superar con éxito. La tecnología mejora, las ideas alimentan nuevas ideas, y aunque a veces se dan algunos traspiés por el camino, la industria se mueve hacia delante. Juegos como Breath of the Wild, Horizon: Zero Dawn o The Witcher 3 eran casi inconcebibles cuando el Team ICO creó Shadow of the Colossus en 2005, pero helo ahí, intentando compartir generación con ellos. Y el resultado es tan asombroso como su valentía, porque el matrimonio entre la sensibilidad de la obra de Fumito Ueda y la eficiencia técnica de Bluepoint Games da lugar a una propuesta todavía muy vigente, que en rarísima ocasión, si alguna, refleja esa naturaleza limitada o anacrónica que dicta la lógica.

La explosión de los mundos abiertos en los últimos años ha derivado en cierto desencanto por parte del público, ya que a la desaparición del factor sorpresa hay que sumar la frecuente incapacidad para llenarlos con una calidad de contenido proporcional a la cantidad de espacio. Esto, lejos de perjudicarlo, juega a favor de Shadow of the Colossus, ya que ni su escala resulta tan desproporcionada al lado de otros mastodontes recientes, ni intenta justificarla con recolecciones o tareas repetidas ad infinitum. Aún podemos cazar lagartos de cola brillante para aumentar la resistencia o recoger frutas de los árboles para aumentar la vida, pero es algo del todo accesorio que sólo distrae al que lo busca voluntariamente. Por regla general la Tierra Prohibida existe simplemente para estar, extenderse hacia el horizonte y proporcionar un entorno verosímil a la par que misterioso por el que cabalgar entre batalla y batalla. Sin enemigos corrientes, personajes secundarios o música que nos acompañe, el sonido del viento y los cascos de nuestro fiel corcel Agro entrecortan los silencios de un mundo melancólico. Majestuoso, y sin embargo desprovisto de vida que aprecie su belleza.

A pesar de las llanuras verdes, nuestra montura y la espada que empuñamos, la exploración de Shadow of the Colossus tiene más de Journey que de Zelda. El profundo remodelado y retexturizado llevado a cabo por Bluepoint (no queda nada de PS2 a la vista) puede privarle de parte de la cualidad onírica que favorecía el menor nivel detalle del original, pero a cambio materializa escenarios mucho más ricos e igual de evocadores. La cámara sabe jugar y adaptarse a diferentes perspectivas para enfatizar la épica, pero también promueve una introspección impropia de un juego sobre matar gigantes. Donde otros miran hacia sus protagonistas para elevarlos por encima de sus adversidades y rivales tanto a un nivel moral como físico (God of War, que coincidió con él entonces y vuelve a hacerlo ahora, es un gran ejemplo), Shadow of the Colossus se sirve de la escala y la soledad para buscar el efecto contrario y conseguir que Wander parezca tan insignificante cabalgando por las extensas colinas como luego al lado de los colosos.

Escalando hacia lo más alto

Así lo que sobre el papel podría sonar como la clásica fantasía de poder, en la práctica toma un rumbo prácticamente opuesto. Aunque no es un juego particularmente difícil ni en su modo más alto (ahora hay tres, accesibles ya de inicio), la inteligente combinación de narrativa, ambientación y diseño logra que la aventura se perciba como una gran odisea sólo superable gracias a la inquebrantable voluntad del protagonista. La animación siempre ha sido uno de los puntos fuertes del Team ICO, y gracias tanto a su minuciosidad como a algunos retoques de esta nueva versión, Wander se mueve y reacciona a su entorno de forma sorprendentemente natural, adaptando su cuerpo a los desequilibrios del terreno, tropezando en obstáculos o balanceándose en el aire cuando alguno de los gigantescos titanes intenta librarse de él. La dureza de los combates se vuelve real gracias a la sinergia entre lo que vemos en pantalla, la música que sí sale al frente en esos momentos, y el metódico aproximamiento desde el mando, donde se requiere un buen control de la mecánica de agarre en conjunción con ciertas dosis de paciencia para adaptarnos a la fisionomía y rutinas de cada coloso.

Y es que Shadow of the Colossus es un juego espectacular, pero no uno orientado al mero espectáculo. Sólo podemos derrotar a los colosos apuñalando sus puntos débiles, así que no hay combos, quick time events o set pieces para ofrecer situaciones molonas. Desde el inicio se plantea una serie de reglas básicas en cuanto al funcionamiento de las físicas, las armas (además de la espada también disponemos de un arco) y nuestra habilidad de agarre, y a partir de ahí los combates funcionan como un puzle que debemos resolver averiguando cómo encaja todo eso con el cuerpo de cada coloso, el escenario a su alrededor o incluso la velocidad y relativa autonomía de nuestro caballo. Como la representación más dramatizada de David contra Goliat que podemos encontrar en un videojuego, la fuerza siempre está del lado de nuestros contrincantes, por lo que el jugador se tiene que valer de virtudes como su observación, pericia e incluso paciencia. Gestionar la resistencia es vital, así como decidir cuándo retirarse a partes más estables para recuperar energía, o el tiempo que debemos cargar cada puñalada sabiendo que un fuerte meneo nos hace perder la postura y reiniciar el proceso.

A veces puede resultar frustrante caer por un error de cálculo, un aspaviento inesperado o las reacciones provocadas por las colisiones entre nuestro personaje y los colosos, pero es parte del aprendizaje, de esta odisea aparentemente imposible de Wander. Además, aunque no tan visible como la exhaustiva remodelación gráfica, también disfruta de una pequeña capa de pulido extra en el plano jugable y funciona mejor que la versión original de PS2 o el remaster de PS3. El framerate es estable, la respuesta más rápida y el agarre más fiable, sin olvidar que también se han aumentado las configuraciones del mando para que cada uno elija su preferida. Como resultado este “nuevo” Shadow of the Colossus construye una experiencia todavía más sólida sobre las geniales ideas y mecánicas dejadas por el Team ICO, sin adulterar su esencia, pero reduciendo las inconsistencias derivadas de problemas técnicos. De vez en cuando la cámara aún acaba en posiciones incómodas, y las interacciones con algunos colosos pueden dar más dolores de cabeza que otros, pero son momentos puntuales que no impiden que el desenlace de los combates esté en manos del jugador.

La segunda juventud de un clásico

Y son esas mismas manos las que tras un arduo recorrido ejecutan a los colosos mediante una última puñalada que siempre se da a cámara lenta, para mayor recreación en el logro conseguido. Un logro, cerrando ya el círculo, que se torna agridulce gracias a la música y la dirección con la que se graban estas derrotas. Las criaturas, tan majestuosas y misteriosas como el mundo que habitan, se desploman sin vida, en muchos casos sin haber hecho mayor mal que defender su territorio o a sí mismas de ese diminuto atacante. De puesta en escena minimalista, Shadow of the Colossus triunfa a la hora de dejar la clase de poso que sólo un medio interactivo como los videojuegos podría dejar. Como jugadores somos cómplices de Wander aun sin necesidad de saber nada acerca de él o su relación con la fallecida Mono, pero a pesar de ello seguimos a su lado porque el mundo es fascinante, los combates intensos, y cada coloso sorprende con diseños y rutinas nuevas, creando un constante bucle de asombro, experimentación y superación que nos empuja hacia delante para ver más.

Es por eso que Shadow of the Colossus sigue siendo una obra tan recomendable en 2018 como lo era en 2005. No para todos, por supuesto. El que quiera mundos llenos de vida, personajes definidos a través de sus palabras en vez de sus acciones, o sistemas de combate donde un par de botones consigan resultados espectaculares en cuestión de segundos difícilmente encontrará aquí su juego ideal. Pero del mismo modo que antes sobresalía entre el grueso del catálogo de PS2 por rehuir convenciones como esas, ahora vuelve a hacerlo en una PS4 con obras de mayor calibre porque no dedica sus esfuerzos a marcar las mismas casillas. El concepto y la ejecución aún son únicos, trasciende al boss rush más allá de la semántica, y su absoluta dedicación a los elementos que lo sostienen en pie consigue que tanto el núcleo jugable como el emocional sean más férreos que en infinidad de juegos modernos. El hecho de que luego encima de eso Bluepoint reconstruya todo piedra a piedra, brizna de hierba a brizna de hierba, no hace más que legitimarlo como un nuevo destacado de esta generación.

Huelga decir que no alcanza los picos de las grandes producciones diseñadas desde cero para la máquina, como Uncharted 4, Horizon o el venidero God of War, y que también encontramos imperfecciones como popping o algunas texturas peores que otras. Pero en ningún momento evidencia sus orígenes de PS2: desde los modelos hasta la iluminación, pasando por las físicas del agua o la carga poligonal general, todo ha recibido un gran empujón. Lo que antes eran simples texturas ahora pueden ser rocas o baldosas talladas de forma individual, con motones de pequeños detalles y grabados. Y lo mejor es que a pesar de esta completa sustitución de recursos, el conjunto aún es fiel al espíritu del Team ICO, y también mucho más estable que el visto en The Last Guardian. Con Shadow of the Colossus Bluepoint establece un nuevo listón para esta clase de trabajos, más cercano al remake a pesar de partir del código original, e incluso va varios pasos más allá ofreciendo filtros para que podamos acercarnos al estilo desaturado de antaño, realzar la viveza de los colores o incluso disponer de un modo nocturno.

Modos y extras: Épica a la carta

Las opciones no terminan ahí, ya que si bien algunos podrán lamentar la pérdida del efecto 3D implementando en el remaster de PS3, esta versión añade HDR para quien tenga televisor compatible. Además, los usuarios de PS4 Pro también se podrán beneficiar de un incremento en la calidad de imagen, sobre todo en caso de disponer de tele 4K (modo cinemático), o en cambio elegir un rendimiento a 60 frames por segundo (modo de rendimiento fluido). Aunque los poseedores de la PS4 estándar no deben preocuparse, ya que ahí también corre sin ninguna clase de problema (el juego ha sido analizado en base a esa versión y todas las imágenes que acompañan al texto salen de ella), la mejora en Pro es palpable y luce todavía más la fantástica labor de Bluepoint. Por eso es de agradecer que también hayan decidido incluir el hoy por hoy casi imprescindible modo foto, que permite detener la acción en cualquier momento para jugar con la perspectiva, los filtros y otros efectos antes de sacar las capturas más bonitas u originales que se nos ocurran.

Otras de las nuevas opciones de personalización pasan por la desactivación de las pistas de Dormin (que podían “destripar” el truco si tardábamos mucho tiempo en derrotar a un coloso) o la posibilidad de jugar sin interfaz como en ICO. Es una experiencia interesante para los que busquen un reto extra, ya que el juego alerta mediante el sonido cuando nos queda poca vida o resistencia, pero hasta entonces no hay ningún punto de referencia y la gestión de la escalada se puede volver más tensa. Y hablando de desafíos, como ya adelantamos antes esta vez contamos con hasta tres modos de dificultad: se ha añadido uno fácil donde Wander inflige más daño y recibe menos; luego está el normal, el único que venía por defecto en PS2; y por último encontramos el difícil, antaño desbloqueable tras terminar el juego, pero ahora disponible desde el principio. Es una buena decisión de cara a los veteranos, que pueden preferirlo de inicio dado que, además de recalibrar los parámetros de daños, añade nuevos puntos débiles a varios colosos haciendo que las peleas sean más largas y variadas.

Claro que, para bien o para mal, la galería de artworks e imágenes sólo se puede desbloquear al completo jugando en las tres dificultades, así que a los que vayan con afán de conseguirlo todo no les queda otra que hacer varias pasadas. Por suerte, con la opción de nueva partida + también llega el nuevo modo mundo espejo, donde todo se invierte, y nuestros logros se siguen acumulando como en el original: por un lado se mantienen tanto las mejoras de vida como las de resistencia (algo que sirve para más que los combates); y por otro, podemos conseguir una serie de objetos si batimos determinadas marcas contrarreloj. Estas peleas cronometradas sólo están disponibles a partir de la segunda partida, también hacen distinción de dificultad, y nos proporcionan ítems como máscaras, espadas o flechas que más allá del cambio estético proporcionan diversas mejoras para Wander. Aunque en condiciones normales Shadow of the Colossus es un juego corto (la primera partida puede rondar las 8 horas), sus extras y secretos sirven para mantener el disco bastantes días dentro de la consola.

Análisis realizado en base a una copia de prensa facilitada por Sony.

9.5

Excelente

Un título referente en su género, que destaca por encima de sus competidores y que disfrutarás de principio a fin, seguramente varias veces. Un juego destinado a convertirse en clásico con el paso de los años. Cómpralo sin pestañear.