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Satoru Iwata, segundo aniversario tras su último adiós

El cuarto presidente de la historia de Nintendo

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Dos años de un viaje al eterno descanso 

Una tarde de mayo de 2002, cuando quedaban pocos días para que comenzase la Copa Mundial de Fútbol organizada entre Corea y Japón, todas las escuelas niponas no podían ocultar su de esa índole en el deporte rey en Occidente. La ilusión se extrapolaba a casi cualquier otro ámbito de la sociedad, pero en Nintendo no eran tantas las sonrisas; estaba a punto de producirse un momento clave para el porvenir de la firma de Kioto: Hiroshi Yamauchi iba a dejar su cargo como Presidente de Nintendo.

Esa posición, que había ocupado desde 1949, sería relevada por un experimentado Satoru Iwata, el primer miembro ajeno a la sangre de los Yamauchi escogido para ejercer tal importante rol.

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Un lenguaje cifrado que solo unos pocos podían leer

“El motivo por el que Satoru Iwata ha sido seleccionado se debe a su conocimiento y capacidad para comprender tanto nuestro hardware como el software”, dijo Hiroshi Yamauchi poco tiempo después de retirarse como Presidente de Nintendo en el año 2002. La decisión de Satoru Iwata como nuevo CEO de la compañía no fue fácil, pero sí estaba premeditada. Ahora  bien, Yamauchi tenía una condición, una promesa que el señor Iwata debía cumplir desde ese mismo momento: “que Nintendo diese lugar a nuevas ideas y crease hardware en el que se pudiesen reflejar esas ideas. Asimismo, desarrollar software que adhiriese esos mismos estándares”.

Con una mejora del 20% y el 41% en los beneficios netos de la compañía en sus dos primeros años al cargo, Satoru Iwata prometía seguir a rajatabla el mensaje de Yamauchi, poniendo sobre la mesa ideas revolucionarias como una consola doméstica cuyos controles se basarían en el control por movimiento; mientras que en el terreno portátil recogería el testigo de Gunpei Yokoi y sus Game & Watch para rescatar la doble pantalla, una de ellas táctil. Además, también daría luz verde a un simulador de perros capaz de vender varias decenas de millones de unidades en todo el mundo; como también lo hizo un título que desafiaba nuestro intelecto y concentración. Estos fueron solo algunos de los ejemplos que demostraron que Iwata no estaba perdiendo el tiempo trabajando codo a codo con el resto de miembros de Tokio y Kioto, que eso de “que sea el cielo el que decida” formaba ya parte de la impronta de un ejecutivo con madera de líder, pero sangre de jugador.

Un ADN heredado a base de trabajo

Esa capacidad de canalizar las necesidades de sus jugadores, esa habilidad para leer entrelíneas y prever lo que sería un éxito en el futuro inmediato, o lo que es mejor, el hacer un éxito aquellas ideas por las que pocos hubiesen apostado, corroboraron al señor Iwata como uno de los seres más trascendentes de la primera década del presente siglo en esto del ocio electrónico.

Los errores no faltaron en su camino, pero por desgracia esta travesía sobre el ardiente asfalto de la industria del videojuego repleta de momentos dulces terminó parándose en el momento menos oportuno; y no porque la travesía dejase de tener recorrido, que lo tuvo, sino porque el motor de su corazón dijo basta en silencio, cuando seguramente nadie lo esperaba. Ese motor, eterno, reanudó la marcha poco después reconduciéndose por donde él mismo había estipulado unos meses antes.

Hoy, 11 de julio de 2017, se cumplen dos años del fallecimiento de Satoru Iwata (1959-2015), el cuarto presidente de la historia de Nintendo. DEP.

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