¿Hasta qué punto tenemos privacidad en la Red?
Para el FBI el concepto de privacidad absoluta no existe.
En un momento actual en el que el mundo está conectado de manera global y las redes sociales han transformado para siempre la forma de interactuar con los demás, la exposición del usuario es constante y en algunos casos hasta excesiva, ya que nuestros móviles y ordenadores parecen saber más de nosotros de lo que queremos que sepan y transmitan. Para solucionar esto tenemos los Ajustes de Privacidad que cada dispositivo electrónico posee, que se convierten en la mejor baza para que no revele sobre nosotros lo que no queremos que otros vean. Pero aún así estos se antojan insuficientes, y lo cierto es que la sensación de sentirnos seguros en la Red es algo muy frágil.
¿Hasta qué punto tenemos privacidad en la Red?
Quitar la localización cuando subimos algo a una red social o usamos Windows es algo que elimina un poco la exposición digital, pero también tenemos que lidiar con otras cosas como son la constante recogida de información personal que hacen los dispositivos. En Windows tenemos el Advertising ID, esa función que cada cuenta Microsoft posee y que permite recoger información sobre su usuario para una experiencia más personalizada en cuanto a los anuncios publicitarios. En sí se puede desconectar, pero no garantiza que el sistema operativo deje de recolectar cosas sobre nosotros.
Y lo mismo con Google, porque cada vez que usamos el buscador estrella de la Red para alguna cosa, ya sea buscar una dirección en Maps, una consulta en Search, mirar un video en YouTube o usar el asistente de voz, Google está registrando todo lo que decimos, miramos y hacemos. ¿Por qué lo hace? Pues tanto con fines publicitarios -anuncios personalizados- como para mejorar la experiencia del usuario y adelantarse a sus acciones. Cada vez que decimos ‘Ok Google’ se graba todo lo que digamos a continuación. Sí, se puede desconectar esto y hasta eliminar los audios guardados, pero eso no impide que Google siga acumulando datos del usuario por otras maneras.
Recolección de datos
A inicios del año pasado tuvimos el mayor debate de la historia sobre la privacidad en la Red, cuando el FBI y Apple se enzarzaron en una batalla mediática por el caso del asesino de San Bernardino. El FBI quería los datos del iPhone 5c del asesino, y Apple se negaba a darlos. Lo que vino después fue una histeria de seguridad, y apps populares como WhatsApp anunciaban sistemas de cifrado para las conversaciones de sus usuarios, haciendo que se sintieran más protegidos.
Pero en verano saltaba la alarma de que Facebook, dueña de WhatsApp y que perjuró al comprarla que no afectaría a la privacidad digital de esta, iba a hacer uso con fines publicitarios y de otros tipos de los datos de cuentas de cientos de millones de usuarios de la app de mensajería. Unas cuentas que sus dueños habían metido en WhatsApp pero que no tenían porqué acabar en manos de Facebook.
Para hacerse una idea de lo poco protegidos que en realidad estamos, no sólo es cosa de Google, Windows o las redes sociales, sino que esa recogida de datos se da incluso en los mismos navegadores que usamos a diario para entrar en Internet. Firefox, Chrome, Safari, Edge u Opera son browsers de los que nos fiamos, pero que como vimos en diciembre gracias a la web ‘What every Browser knows about you’, pueden saber de un usuario hasta el nivel de brillo que tiene su pantalla del PC y la batería que le queda.
No existe para el FBI
Para rematar todo esto, el director del FBI, James Comey, ha señalado hoy en su discurso para la Conferencia de Ciber Seguridad de Boston 2017 que “no existe nada de eso llamado privacidad absoluta en América. Incluso nuestras comunicaciones con nuestras esposas, miembros y compañeros, con nuestros abogados no son absolutamente privadas“. ¿Y por qué no? Pues porque “en circunstancias apropiadas, un juez puede llamarnos a declarar a cualquiera de nosotros sobre esas comunicaciones muy privadas”.
Haciendo una alusión clara a lo sucedido con Apple, que no consintió en piratear su propio producto ni darle al FBI las claves para que pudieran acceder a cualquier iPhone del país si así lo considerasen oportuno -una acción que les valió el apoyo de la mayoría de empresas del sector-, en el FBI están cansados del tira y afloja con las empresas tecnológicas, ya que por ejemplo desde septiembre a noviembre de 2016, de los 2800 dispositivos electrónicos que recibieron en diferentes casos para ser examinados, 1200 no los pudieron desbloquear ni acceder a ellos.
¿Hay posibilidad de colaboración? Eso es algo que el FBI señala que tendrá que poner de su parte y bajar la cabeza en señal de humildad sin recurrir al espectáculo mediático-patriótico que montó para conseguir el acceso al iPhone 5c de San Bernardino. Según el FBI “todos valoramos la privacidad. Todos valoramos la seguridad. Jamás deberíamos tener que sacrificar una por la otra“. Pero lo cierto es que entre agencias de seguridad, órdenes judiciales y servicios, sistemas y programas que almacenan datos de usuario sin que estos se den cuenta, la privacidad en la Red se asemeja cada vez más una quimera.