A.O.T. Wings of Freedom
- PlataformaPSVXBO6PC6PS46PS3
- GéneroAventura, Acción
- DesarrolladorOmega Force
- Lanzamiento26/08/2016
Análisis de Attack on Titan: Wings of Freedom
Omega Force nos trae un nuevo título con mecánicas divertidas y diferenciadas del resto de musou pero con multitud de fallos técnicos y de diseño.
Omega Force nunca ha tenido problemas en hacer juegos de una calidad aceptable basados en franquicias del anime y el manga. Ya cuenta con una fórmula, la de su saga Warriors, que encaja como un guante en sagas como One Piece, El puño de la estrella del norte o el próximo Berserk. Es por ello que se pueden permitir mantener unos estándares de calidad a la vez que siguen una producción en serie. Solo en este año se han ocupado de siete juegos, entre ellos Hyrule Warriors Legends, Toukiden 2, el mencionado Berserk y el título que nos ocupa, Attack on Titan: Wings of Freedom.
Probablemente el musou basado en el shonen de Hajime Isayama les haya traído algún que otro dolor de cabeza por la necesidad del estudio de salir de su zona de confort con esta adaptación para desarrollar nuevas mecánicas que reflejen la velocidad y la tensión que vimos en el anime de 2013. Y eso, para un estudio que produce un título tras otro sin ocuparse demasiado de los detalles, es un problema. Un problema que han sabido resolver pero no han conseguido pulir.
Shingeki no Kyojin, como se conoce a la serie en el país del sol naciente, nos introduce en un mundo medieval donde la sociedad vive recluida en poblaciones fortificadas por enormes muros de los que nunca han salido por miedo a los titanes, monstruos humanoides de varios metros de alto que se alimentan de personas. El conflicto que da comienzo a la historia comienza con la aparición de un gran titán que abre un agujero en el muro exterior (se trata de fortificaciones circulares concéntricas) dejando que la masa de seres hambrientos y sin inteligencia arrasen con las aldeas y sus habitantes. Es ahí donde entran los protagonistas. Eren, Mikasa, Armin y otro puñado de adolescentes que se forman en el ejército encargado de proteger a la población gracias a su habilidad y al equipo de maniobra tridimensional, que les permite ir volando por los edificios cual hombre araña y alcanzar el único punto débil de los titanes: la nuca.
Combates titánicos
Esto se lleva al videojuego con una mecánica que sorprende al principio y a la que más tarde se le ven las costuras. Volar con el EMT, que es como acabaremos desplazándonos constantemente, es sencillo y frenético, y desde el mismo aire podemos fijar la cámara en un titán, necesario para poder atacarles y apuntar a cualquiera de sus miembros o la nuca. Cortarle los miembros a los titanes no solo servirá para hacer más lento su movimiento o impedir que nos atrapen, sino que algunas de esas partes nos otorgarán recursos que podremos usar para mejorar las espadas, los tanques de gas (recursos ambos que deberemos restaurar en los mismos niveles gracias a los asistentes de batalla) o el EMT mediante el simple sistema de crafteo y mejora de equipo que han incluido. Los titanes no son todos iguales; los hay “normales” y anormales (se comportan de manera distinta, fijando objetivos o moviéndose de forma errática), y dentro de esas categorías pueden ser pequeños, medianos o grandes. Esto no cambia el combate ni la forma de enfrentarnos a ellos, sino en la cantidad de golpes necesarios para vencerlos, en la necesidad de amputarles algún miembro (sí, el juego es bastante sangriento, aunque siempre puedes desactivar el “tomate”) para que no puedan cubrirse la nuca o en tener que lanzar una granada de luz o sonora, según el titán, para aturdirlos. Tampoco se sienten diferentes los titanes que aparecen para poner fin al nivel -con unas cinemáticas, por cierto, que veremos repetidas decenas de veces. Aunque en las primeras pantallas será a través de este método como descubriremos nuevos titanes anormales, conforme vayamos acercándonos al final de la aventura ese “boss” no es más que “un titán más”, aunque hay algunas ocasiones contadas que marcan la excepción a la regla.
Sin embargo, los titanes no logran transmitir el acongojamiento de la serie. El juego es tan fácil (en dificultad normal no hemos muerto una sola vez) que se acaba viendo a estas extrañas criaturas como mero recurso del que extraer materiales con el que mejorar nuestro equipo para poder matarlos en las sucesivas misiones de forma aún más sencilla. Incluso cuando vemos 7 u 8 titanes en pantalla no solo se acentúa esa idea de verlos como “mina de oro”, sino que otros problemas salen a la luz. Cuando fijamos un titán solemos girar alrededor de él, pero con tal cantidad la cámara hace extraños, como ponernos delante un árbol que impide que sigamos enganchados al monstruo o que la masa de titanes nos impida centrarnos en el que queremos; todo es demasiado caótico. A ello hay que sumar las ralentizaciones cuando hay muchos enemigos en pantalla, sobre todo cuando hay efectos de humo, o que cuando se destruye uno de los clónicos edificios de los mapas (como si fueran de cartón piedra) algún titán se quede bloqueado, “botando” en el suelo. A todo ello hay que unir los fallos en las trampas que se encuentran en algunos de los mapas. Aunque rara vez las usaremos porque tardamos menos en matar a un titán con nuestras espadas que atrayéndolos a una trampa, funcionan cuando les viene en gana; algo similar pasa con los cañones que hay repartidos en algunos niveles, que además de escombros las villas para poder avanzar, sirven para matar titanes, pero la “hit box” es un desastre.
No son solo fallos técnicos los que acumula el juego, sino de concepto, de cómo representar el universo de Shingeki no Kyojin en una fórmula jugable. Por una parte hace bien en plasmar la sensación de estar en un campo de batalla, con compañeros que envían señales de alerta a través de las bengalas de colores que vemos en la serie de animación y a cuyo rescate debemos acudir (al cumplir varias de estas misiones mejorará nuestra puntuación en la pantalla de fin de nivel para intentar conseguir una puntuación “S”), que se basan sencillamente en limpiar su zona de titanes. Una vez hecho esto el personaje puede unirse a nuestro equipo. Precisamente la serie transmitía constantemente el sentido de equipo, de estar junto a compañeros que importaban y con los que se cooperaba. Aquí los hasta tres compañeros que puedes ir “recolectando” del campo de batalla no ayudan mucho, y en muchas ocasiones acabarás un nivel sin ni siquiera verlos (cosa que se soluciona, en parte, en el multijugador online - donde puedes jugar misiones complementarias, no la campaña - si juegas con amigos, pues con desconocidos el efecto acaba siendo el mismo ya que cada uno va a lo suyo debido a una dificultad que no hace necesaria la cooperación). Lo que sí se ha hecho bien es representar las distintas habilidades de los protagonistas de Attack on Titan, con Mikasa teniendo grandes habilidades de combate desde el principio, con Armin pudiendo dar órdenes fácilmente a sus compañeros… Otro de los fallos a nivel de mecánicas son las monturas. Hay fases en las que las villas o bosques se sustituyen por grandes praderas en las que debemos ir montados a caballo (que se comporta, también, de manera errática) como sucede en algunos capítulos de la serie. El problema es que el mayor aliciente del juego, lo realmente divertido, es el movimiento, el estar usando constantemente el equipo para volar por encima de los tejados. Que haya que seguir el guión de la serie y el querer aportar una falsa sensación de variedad no justifica el eliminar la piedra angular de Wings of Freedom.
Una historia ya vista
Sobre el guión (que se nos cuenta a través de vistosas cinemáticas que parecen sacadas del anime, en perfecto inglés para los subtítulos y japonés para las voces) de la campaña principal poco podemos decir para evitar spoilers a los que no hayan visto Attack on Titan, pero los que la conozcan se encontrarán los mismos acontecimientos que suceden en la primera temporada del anime punto por punto, sin más fanservice, profundización en la historia de ciertos personajes o la narración de otros conflictos paralelos (a excepción de un capítulo en concreto cuyos acontecimientos no se muestran en el anime). Es decir, Wings of Freedom no enriquece el universo narrativo de Shingeky no Kiojin. Y tenían la oportunidad. Una vez acabamos el juego principal (lo que nos llevado unas 20 horas, hablando con todos los personajes y haciendo todos los retos), tras los créditos, volvemos al campamento desde el que accedemos a la misión principal y las secundarias, mejoramos el equipo, compramos muñecos gigantes de titanes con el que decorar nuestro camping y hablamos con múltiples personajes que nunca tienen nada demasiado interesante que decir. Tras completar la aventura este escenario se llena de personajes que nos ofrecen retos que llevar a cabo dentro de las misiones secundarias , con algún pretexto en relación con el personaje (“hay que devolver la fe por los muros, mata a los titanes para que vuelvan a ser seguros”, nos dice el sacerdote, por ejemplo) pero que no nos sirven para conocer más de esos soldados adolescentes con los que algún fan puede haberse encariñado. Eso sí, cada cierto número de side-quests se desbloquea una misión principal que nos propone enfrentamientos con una criatura que solo los lectores del manga conocerán.
Algo que los fans recuerdan de la serie es la excelente banda sonora, con un tema de opening que permanecerá en la cabeza de más de uno por mucho tiempo. Lamentablemente, tampoco en el apartado sonoro destaca Wings of Freedom. La música pasa desapercibida (no hay un tema tan potente como el mencionado) y los efectos de sonido FX tampoco destacan, probablemente porque se ven tapados con las constantes conversaciones y gritos que ocurren mientras estamos en el campo de batalla, que sumergen al jugador en el mismo.
Correcto
No es lo último ni lo más original, tampoco cuenta con la mejor ejecución, pero puede divertir si te gusta el género. Bien, pero mejorable. Cómpralo si te gusta el género y te gusta tenerlos todos.