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Así paralizó Madrid Pokémon Go
Estuvimos en el kilómetro 0 de la capital española atrapando Pokémon Pokémon Go para expertos Pokémon Go ensucia más que el botellón en Japón
Así fue la Pokekedada madrileña
Vas por la calle dando un paseo. Sacando al perro o de camino a hacer la compra. A poco que vivas en una ciudad más o menos grande verás a tres o cuatro personas cabizbajas, sin enterarse demasiado de lo que ocurre a su alrededor. Probablemente estarán atrapando un Rattata o uno de esos malditos Zubat. Quizás seas tú el que anda por la calle con la nariz pegada al teléfono, atento a cada pokeparada, gimnasio o mirando como los metros restantes para que se abra ese huevo de 10 kilometros decrecen. Si es el caso y eres de Madrid, seguramente nos vimos ayer en Sol, aunque las 3000 personas que se acumulaban en el kilómetro 0, subidos a las fuentes, charlando, riendo y jugando a Pokémon Go no nos dejaran vernos las caras.
Gorros de Pikachu. Camisetas del equipo Valor, Instinto o el que de verdad vale: Sabiduría. Banderas de Pokémon que daban unos metros de sombra frente al caluroso sol madrileño de las 7 de la tarde. Chavales con poca edad para ir solos a una aglomeración acompañados de sus madres. Adultos que peinaban canas. Adolescentes con el pelo de colores fantasía. Gente que tan solo contemplaba atónita, casi con un pie dentro de las fuentes mientras sostenían una cerveza en la mano, lo que ocurría a su alrededor. Los gimnasios de alrededor echaban chispas (literalmente, pues cuando se disputa un gimnasio en Pokémon Go aparecen chispas y humo en las pantallas de todos los jugadores que se encuentren cerca). Un Dragonite irreductible en uno de los gimnasios, el recurrente Arcanine en otro un poco más arriba, cerca de la calle Montera, que tenía sus terrazas repletas con gente tomando un refrigerio mientras no dejaba escapar el Clefairy apareció un momento.
El calor, aunque se ensombrecía el cielo, seguía emanando de las losas de las calles del Carmen, Preciados y alrededores. Tras una hora hablando y escuchando a unos y otros, hizo su efecto. Entré a un bar a tomar algo, porque la terraza estaba repleta de gente aprovechándose de la pokeparada (y del Módulo Cebo que alguien había puesto) del local. El garito estaba casi vacío, con algunos turistas comiendo y mirando por las ventanas porque no comprendían muy bien qué estaba sucediendo. El camarero, que supongo que me vio jugando, me dijo: “¿también estás con “los pokemons”?”. Asentí. “Están locos. Estamos en alerta 5 de terrorismo y se juntan todos ahí. ¿Ponen una bomba y qué?”. Normal tener miedo. Frases similares oí en la desembocadura de la calle del Carmen a Sol, donde un coche y una furgoneta policial, junto a una ambulancia, velaban por la seguridad de las personas de todas las edades que estaban en la plaza más preocupadas de capturar ese Magmar (que no me extrañaria que acudiera por la alta temperatura) que del riesgo de que ocurra un atentado.
Los medios de comunicación, especializados o no, se hicieron eco del evento. Cámaras de televisión que pedían a los chavales que posaran y dijeran frases rimbombantes. Youtubers, viners y demás integrantes de la nueva forma de hacer comunicación de un lado para otro, arrastrando a la masa (curioso el momento en el que en una de las calles que suben a Gran Vía desde Sol una marabunta perseguía a un chico disfrazado de Pikachu con máscara gritando “¡El rubius! ¡El rubius!”). Periodistas iban de un lado para otro buscando lo diferente y lo extraño. No se tardaba mucho en encontrarlo, la verdad. Unos metros más adelante, las cámaras se agolpaban. Un chaval con un cartel de Pablo Iglesias y Pikachu: "Unidos Pokémon".
En un punto de la plaza mucha había una docena de personas sentadas en círculo. Estaban cargando sus móviles, ya que el juego de Niantic vacía la batería a la velocidad de un Impactrueno, en mitad de la calle. Un chico apasionado por los vehículos eléctricos había montado un coche que funcionaba, por una parte, gracias a la luz solar que captaba gracias a su panel delantero, por otra gracias a las baterías que incorporaba. Sin fines comerciales, tan solo para mostrar su trabajo, le puso unas pegatinas de Pokémon, una banderita que indicaba que ahí se podían cargar los teléfonos, y se convirtió en una de las sensaciones (y de los puntos más útiles) del evento.
Había más gente que intentaba aprovechar el evento. Conforme la noche avanzaba frente a Sol, no era extraño ver algún vendedor ambulante gritando “¡SERVESA, SERVESA!” como si se tratara de la plaza del Dos de Mayo. No era lo único que intentaban vender. Un chico vino desde Barcelona a intentar sacarse unos euros con chapas de los equipos de Pokémon Go. “En Barcelona vendí unas quinientas”, me dijo cuando le pregunté por el negocio, “aquí va peor, pero porque la quedada se ha dividido entre Sol y Retiro”.
Precisamente ese fue uno de los problemas del meollo. Unos días antes de la celebración el evento cambió de lugar, de Retiro a Sol. Pero no todos se enteraron, lo que hizo que la marabunta se dividiera. El objetivo era hacer la reunión de fans de Pokémon Go más grande hasta el momento y parece que se ha logrado “Si batimos el récord atraeremos la atención de Niantic para que el primer evento con Pokémon legendario sea en nuestra ciudad”, decían los organizadores en la página de Facebook. Objetivo conseguido, las más de 3000 personas ayer reunidas en un evento legendario son el mayor número visto hasta ahora en un quedada para Pokémon Go, y no cabe duda de que llegará a oídos de Niantic.
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Pokémon GO, desarrollado por Nantic y The Pokémon Company y distribuido por Nintendo para dispositivos iOS y Android, es una aventura free-to-play que se vale de la realidad aumentada para localizar y atrapar Pokémon en el mundo real y enfrentarlos a los de otros jugadores.