Headlander
- PlataformaXBOPS48PC8
- GéneroPlataformas, Acción
- DesarrolladorDouble Fine Productions
- Lanzamiento26/07/2016 (PS4, PC)18/11/2016 (XBO)
- TextoEspañol
- VocesInglés
Análisis de Headlander
Chistes malos y situaciones absurdas. Referencias a la ciencia ficción y otras obras de culto del cine B. Psicodelia y láseres. Una cabeza que vuela y va adquiriendo poderes. Crítica a la alienación del trabajador. Así es Headlander, el particular metroidvania de Double Fine, los creadores de Brutal Legend o Broken Age.
Un metroidvania espacial cuyo tráiler ya hacía referencias al cine fantástico y de terror de los 70 donde los chistes y situaciones absurdas son abundantes, en el que controlamos a una cabeza con el objetivo de ayudar a una rebelión robótica en un universo de trabajadores mecánicos alienados. Suena bien, ¿verdad?
Headlander es el nuevo trabajo de Double Fine, el estudio independiente fundado por Tim Schafer (The Secret of Monkey Island, Grim Fandango), orquestado por Lee Petty, quien ya se ocupó de Stacking y Autonomous. No es de extrañar que de tales mentes, sin miedo alguno a la experimentación, con su bagaje en el humor lúdico y las idas de cabeza constantes salga un juego que trata precisamente de esto.
Nuestro protagonista (cuya cabeza podemos escoger al empezar la partida) se despierta sin recordar quién es ni de dónde viene, con la sorpresa de que, vaya, parece que no tenemos piernas, brazos ni ninguna otra extremidad. Tan solo somos una cabeza que puede volar gracias a su escafandra, propulsarse y amarrarse a otros cuerpos que puede controlar. A lo largo de nuestra aventura nos acompaña una presencia robótica que nos irá ayudando a comprender las mecánicas de juego al comienzo del mismo, así como la historia y el universo en el que estamos.
Se trata de un mundo de ciencia ficción, de estaciones espaciales donde los humanos han perdido sus cuerpos reales para transferir sus mentes a unos robots de estética ochentera. En esos trajes de hojalata la “vida” transcurre de un modo que remite, por un lado, a la época hippie, con robots que se introducen en experiencias psicodélicas, toman “descargas” y bailan en la discoteca con sus peinados a lo afro; por otro lado, Headlander nos introduce en una crítica al modelo de producción capitalista típico en las narrativas de ciencia ficción. Los ciudadanos de este mundo tienen una piedra implantada para evitar que piensen demasiado. Trabajan durante larguísimas jornadas, en ocasiones en empleos que se pueden automatizar tan solo para mantenerlos ocupados en tareas agotadoras para regocijo del líder y artífice de esta distopía: Matusalén, una malvada entidad que controla el mundo que ha creado. Sin embargo, conoceremos a algunas rebeldes que han sobrevivido tras deshacerse de la piedra que atonta sus mentes y que también son ayudadas por esa voz en off que nos guía y nos da órdenes a lo largo de las 7 u 8 horas de aventura. ¿El objetivo de la rebelión? Devolver a sus cabales a la sociedad “humana”, recuperar los cuerpos, la vida carnal que se ha perdido gracias al progreso.
Para ello el juego nos propone unas mecánicas de metroidvania, combinando plataformas, puzles y enfrentamientos, algunos de los cuales funcionan como rompecabezas en sí mismos. Podéis esperar ascensores, puertas que solo reaccionan ante un láser de cierto color, caminos secretos que no podremos abrir hasta adquirir cierto poder y teletransportadores que nos llevarán de una parte a otra del mapa. Los combates y la mayoría de puzles tienen su particularidad pues se basan en que los láser que disparamos rebotan por los escenarios; manteniendo pulsado el botón derecho del ratón vemos la trayectoria que seguirán los proyectiles que llenarán de color la pantalla, permitiéndonos calcular el mejor disparo contra la cabeza de un robot enemigo o la trayectoria para alcanzar a un enemigo que se encuentra sobre nosotros en los escenarios verticales.
Pero todo ello se complementa con el pilar del juego: la posibilidad de despegar nuestra cabeza en cualquier momento, que manejamos directamente, y poder arrancar la cabeza de los robots para pasar a manejar sus cuerpos, o colarnos por recovecos, esquivando los láseres que llenarán la pantalla y emboscar a los enemigos. Además, poco a poco vamos mejorando nuestra cabeza voladora permitiendo que pueda hacer embestidas o que, acoplados en un cuerpo, podamos darle un cabezazo a otro robot para poner nuestra materia gris sobre sus hombros, entre otras muchas habilidades. Así, podremos intercambiar nuestro cuerpo por un robot de un color de nivel superior para conseguir abrir las puertas para las que antes no teníamos autorización, o conseguir otro tipo de robots y cuerpos necesarios para las misiones adicionales, como por ejemplo un perrito que tenemos que devolver a su dueña o un cuerpo de cuatro brazos que tenemos que entregar a una rebelde, pasando por aspiradoras o por robots en carga (que lo hacen, por supuesto, por el culo).
Las situaciones son absurdas, con un humor que oscila entre el chiste malo y el negro, pero no es lo único que contribuye a considerar Headlander un juego en el que este elemento es importante. Las puertas nos hablan cual Gla-DOS, con frases como la de color azul que nos dice “está CIANtíficamente comprobado que no te voy a abrir”. El propio argumento, las mecánicas, contribuyen a la hilaridad. Al fin y al cabo, se trata de un universo de robots drogadictos donde tenemos que contribuir a una revolución a cabezazos.
Mención aparte a la banda sonora, a cargo de David Gregory Earl. Conjuga perfectamente con la estética ochentera del juego, precisamente porque se ha hecho casi en su totalidad con aparatos de la época. Sintetizadores analógicos, cintas de casette e inspiraciones de la música electrónica retrofuturista.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. En algunos aspectos es más bien hojalata como la de los robots del juego. El combate, que al principio se promete estratégico, acaba en los tramos finales como un disparar y avanzar gracias a los mejores poderes y armamento al que tendremos acceso. Los puzles acaban abusando de mecánicas como el reflejar los proyectiles en espejos para que reboten hasta un punto concreto. Los enfrentamientos contra jefes finales, aunque no abundan, tiran de conceptos clásicos que quizá se merecían una vuelta de tuerca en un juego como este. El escenario del juego, aun con distintas zonas, no consigue diferenciarlas lo suficiente, lo que contribuye a que constantemente nos veamos en escenarios similares y a que nos perdamos. Y los bugs; en la versión PC, donde hemos analizado Headlander, hemos sufrido en alguna ocasión que el juego nos saque al escritorio o que se nos atasque la cabeza en una puerta. Sí, hasta los bugs suenan graciosos aquí.
Muy Bueno
Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.