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God of War Collection

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PS Vita recibe por primera vez al furioso Kratos en una conversión de sus dos primeras aventuras que llegan ahora en formato digital. Acción, brutalidad y mitologia se dan la mano en un port que no aprovecha todas las posibilidades del hardware

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“Soy lo que los Dioses han hecho de mí”

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Cuando se estrenó en plena canícula de un ya lejano 2005, quedó inmediatamente claro que God of War no era otro machacabotones en tercera persona más, sino que tenía ese aura no solo de AAA carísimo y cuidado, sino de aquellos destinados a convertirse en referentes evolutivos de géneros. Exploración, plataformas, puzles y combates, brutales combates componían una oferta jugable a la que muchos le achacaron solamente un defecto: brevedad. Y es que la odisea de un espartano que se enfrentaba a los dioses de la mitología griega hacía gala de una jugabilidad y capacidad de atracción de esas que hace que no sueltes el mando hasta que los créditos aparecen tras un final tan poderoso como todo su desarrollo previo.  God of War no solo se convirtió en todo un referente y techo gráfico a superar en PS2 -60 FPS constantes-, sino que además fue uno de los primeros títulos que popularizaron los Quicktime Events, insertados magistralmente no solo en los combates, sino en el resto de su desarrollo jugable. Las llamadas Espadas del Caos, con sus cadenas extensibles, brindaron combates frenéticos e intensos, en los que nuestros enemigos caían a puñados en ocasiones. También teníamos la Espada de Artemisa, más lenta, pero de mortal golpe. Y además podíamos desatar la ira de los Dioses con poderes como la genial Mirada de Medusa, o la potente Furia de Zeus y sus rayos.

No eran pocos los que se preguntaban cómo Sony iba a superarse a sí misma. La respuesta vino en forma de secuela que aumentó la escala de todo lo visto hasta tocar el techo técnico de PS2. Algo que hacía ya desde su primer nivel, una de las mejores fases introductorias jamás creadas en forma de combate contra el Coloso de Rodas que dejaba bien claras las intenciones del juego en cuanto a la espectacularidad y épica. Todo aumentó hasta el límite de lo que PS2 podía dar de sí: la escala de los escenarios, la variedad en las localizaciones, el aumento de la violencia -destripar jabalíes, arrancar el ojo a los cíclopes, cercenar las alas de los grifos en pleno vuelo-, con instantes memorables como cuando debemos escapar del Hades, con esos centenares de brazos que pugnan por agarrarnos, el primer vuelo con Pegaso, o la sección de plataformas a superar bajo el abismo de una enorme catarata. Todo ello llevándonos a un final de revelaciones y luchas familiares en la mejor línea de la tragedias griegas por antonomasia.

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Multiplicando por cuatro la cantidad de enemigos y Final Bosses, God of War II añadió nuevos elementos a las mecánicas de combate, exploración y puzles, como eran la capacidad de ralentizar el tiempo momentáneamente o el poder viajar en Pegaso y planear con las Alas de Ícaro. Junto a las Espadas de Atenea contábamos también con la Espada del Olimpo, el Martillo Bárbaro y la Lanza del Destino. En cuanto a magias, el Temblor de Atlas, la Furia de los Titanes o el utilísimo Perdición de Tifón (arco que dispara ráfagas de aire) nos ayudaban en nuestra cruzadade furia y sangre. Varias urnas y reliquias y multitud de cofres eran las recompensas a quienes decidían explorar un poco los vastos escenarios por los que se movía Kratos. Ahora, las dos aventuras del espartano llegan a PS Vita en un recopilatorio que sigue siendo imprescindible por la enorme calidad que estas dos obras siguen atesorando dos generaciones después, sobre todo por el Cross-Buy recibiendo gratis las versiones HD para PS3, aunque a nivel de control y gráficos Vita salga perdiendo cuando no tendría por qué hacerlo.

Lo primero que llama la atención son los controles. El esquema de control de PS2 se ha adaptado a la portátil, pero aprovechando más que necesitando las funciones táctiles de Vita.  Y decimos aprovechando porque los God of War de PSP fueron un ejemplo de cómo mapear un control de sobremesa en un dispositivo que solo disponía de un stick y no tenia 4 de los botones del mando de PS2. En Vita seguimos sin tener ni L2 ni R2, por lo que el panel trasero táctil se encarga de interactuar con el escenario a la hora de manejar cajas para los puzles, cofres y puertas que abrir, además de otros como salvar la partida, acciones que a veces realizaremos sin querer por el simple hecho de que toquemos el panel trasero sin darnos cuenta.

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El problema viene en su implementación en sí, carente del mínimo de originalidad y que parece hecha con prisa, algo que dado su uso considerable a lo largo del juego no debería haberse tomado tan a la ligera. La pantalla viene a sustituir a L3 y R3 para desencadenar los devastadores ataques tipo Furia de Titanes o la Ira de los Dioses, junto a  pulsando sus iconos correspondientes. Desde luego que el estudio de Sanzaru, que cuenta en su haber con otros ports como los de Sly Cooper, no se ha querido complicar demasiado la vida en este apartado, ya sea por causas de tiempo de desarrollo o que el material original tiene casi una década, pero lo cierto es que el mapeado de control no es tan satisfactorio ni logrado como en Chain of Olympus o Ghost of Sparta. Una pena, puesto que la jugabilidad, por más años que quieran echarle, sigue siendo bárbara, con un ritmo de combates, saltos, puzles y ejecuciones de enemigos todavía de referencia y de desarrollo cuasi perfecto.

Otro aspecto es que a nivel visual también decepciona un poco lo visto, sobre todo después de ver lo sobresaliente que la remasterización HD de los dos primeros GoW en PlayStation 3 lucían. Contando con potencia para ello –sobre todo teniendo en cuenta títulos como Killzone: Mercenaries, LittleBigPlanet o Tearaway-, PS Vita desaprovecha la ocasión de lucirse a nivel visual con el espartano, implementando un framerate que llega a 30fps y además sufre bajadas cuando la pantalla se llena de enemigos, momentáneas, pero que ahí están. El material de origen se resiente en las escenas de video, que se convierten en lo peor de la propuesta sufriendo su baja resolución que no ha sido aumentada y que denotan un port de PS2 a Vita sin pasar por proceso de remasterizado.

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Por suerte, y aunque obviamente se nota el paso del tiempo, el aspecto in-game del juego sigue siendo tan efectivo como siempre, con la majestuosidad de la escala de sus escenarios y la estupenda dirección artística. A nivel sonoro tenemos el mismo espectáculo de voces –Kratos, como siempre, gana en inglés por su contundencia-, efectos de sonido y banda sonora a golpetazo de sampler electrónico para reseñar con maestría la intensidad del combate, pero se nota que para meter todo el conjunto en la portátil han tenido que comprimir también este apartado, por lo que habrá quien no note diferencia y habrá quien sienta que la música o los sonidos no suenan con la misma contundencia, en particular el apartado de voces.

7.5

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.