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Fallece a los 69 años Harold Ramis, Egon en Los Cazafantasmas
Y director de cintas como Atrapado en el Tiempo o Una Terapia Peligrosa.
“¿Quién es Harold Ramis?”, os preguntareis los más jóvenes de por aquí, un hombre cuyo legado se traduce en unas doce películas como director y no demasiadas más como actor en poco más de 30 años de carrera, algunas verdaderos iconos en la cultura americana, y con cierta popularidad en su momento en este país, pero olvidadas en el tiempo. Y aún así, Harold Ramis conseguirá perdurar en el imaginario colectivo no solamente como el verborreico doctor Egon Spengler en los Cazafantasmas, o el director de Atrapado en el Tiempo, sino como uno de los renovadores de la comedia americana de situación en su transición a la época contemporanea, con un particular sentido del humor vitriólico en ocasiones, de manual Slapstick otras, pero siempre punzante en su más pura esencia y con el absurdo y/o la seriedad por bandera.
Ramis empezó tras la pantalla con la adaptación de National Lampoon, traslación física de los cánones de la rompedora revista satírica nacida en los 70 –en plena etapa de la guerra del Vietnam-, escribiendo Desmadre a la Americana, una de las cintas más representativas del cine americano popular y la película definitiva sobre las hermandades universitarias, protagonizada por una hermandad de estudiantes borrachos, sucios, pasotas que quieren hacerle la puñeta al Decano serio en la que brillaba un John Belushi pre-Blues Brothers pletórico, popularizando el grito de guerra yankee universitario que podéis ver aquí: “Toooga, toooga, tooooga!!!”. Meatballs, Los Incorregibles Albondigas, fue su segunda cinta como guionista, y la primera en la que lo reúne con compañeros junto a los que repetiría como Ivan Reitman en la dirección y Bill Murray frente a las cámaras. Caddyshack, El club de los chalados en España, supuso su debut en la dirección, con otros iconos de la comedia USA de la época como Chevy Chase o Rodney Dangerfield, además de Murray de nuevo en el reparto.
Al año siguiente, 1981, Ramis y Murray se ponen frente a la cámara de Reitman para El Pelotón Chiflado, otra de esas películas que forman parte de la cultura popular de los EEUU, y de las que muchas líneas de sus diálogos forman parte del léxico americano. Otra entrega de National Lampoon, Vacation, con el personaje fetiche de Chevy Chase ‘Clark Griswold’ –mitificado en la icónica SOS Ya es Navidad-, pone a Harold tras las cámaras en 1983. Pero al año siguiente llega el que sería su papel más conocido frente a las cámaras y de sus mejores guiones: Los Cazafantasmas, The Ghostbusters. El ejemplo perfecto y habitual que ejemplifica la definición más básica de blockbuster de entretenimiento y espejo de la cultura popular de los años 80, Ghostbusters era una cinta carísima, con una mezcla únicay muy arriesgada de comedia seria y cinta de fantasmas que llega a asustar –su director siempre la define como “una comedia que da miedo y una peli de terror con la que te ríes”- merced a una BSO que pone los pelos de punta en su partitura y una trama con un background informativo tan trabajado que parece real –Dan Aykroyd es un firme defensor de la parapsicología y la Ufología. Su destino era fracasar, pero no fue así, sino que su destino rea fue entrar en cultura popular. Y Ramis iconizó al nerd Egon Spengler, autor de todos los gadgets y los populares equipos de protones que todo niño de los 80 queríamos.
Cada vez más alejado de la pantalla como actor –aunque volvía de vez en cuando-, Ramis siguió haciendo en los 90 lo mejor que se le daba y fiel a su estilo, que se tradujo en otras cintas quizás adelantadas a su época como Mis Dobles, Mi Mujer y Yo o la más comercial Una Terapia Peligrosa –una relectura cómica de la carrera de papeles mafiosos de Robert de Niro con unos gags excelentes y unos actores entregados-, como la respetuosa parodia de El Padrino. En el nuevo siglo no vimos brillar su genio en la comedia como antes: Al Diablo con el Diablo es más recordada por una sensual y pérfida Elizabeth Hurley y un despliegue de personajes de Brendan Fraser; la secuela de Una Terapia Peligrosa fue demasiado floja tras una primera entrega que seguía siendo divertidísima. Y la naturaleza indie de bajo presupuesto de The Ice Harvest pasó muy desapercibida. Después de desfoguearse de nuevo a gusto con la serie de The Office, Ramis dirigió y escribió su último film, Year One, que también pasó sin pena ni gloria y con unas críticas mediocres.
Sin ser un éxito de ventas, son muchas las críticas a su (agradecida en los tiempos que corren) alta dificultad y a su esquema de control, en el que teníamos que cazar, debilitar y atrapar a la mayoría de entes. Un ritmo de juego que exige paciencia y que llegó a ser desesperante para algunos, aunque reconfortante para otros, cansados de apretar el gatillo sin más. La versión PS3 se benefició además de la implementación del sixaxis, que permitía hacer uso de sus funciones para cazar a los fantasmas, apresándolos, tirando de ellos y metiéndolos en la trampa. Todo un ejercicio físico (al igual que Folklore) durante las 8-10 horas de juego. Redondeando un conjunto no del todo perfecto, aunque tampoco aspiraba a ello, teníamos las voces originales de los cuatro integrantes, magníficamente dobladas por sus respectivos dobladores, y el magistral uso de la tenebrosa BSO de la primera película. Un juego que divide a los usuarios pero que sin duda encanta a los acérrimos fans de la saga y que supuso el broche en general a la carrera de Harold Ramis, que al menos en formato virtual, se despidió con un material co-escrito como debe ser, con su amigo Dan y digno de él y de su humor, que impregna cada diálogo y parte de la trama –la mejor frase made in Ramis es sin duda cuando Aykroyd/Ray se pregunta porqué de nuevo el hotel Sedgewick se ha llenado de entes y Ramis/Spengler le contesta con su seria ironía “Bueno, la gente sigue muriéndose cada día”.
“Un psicólogo me dijo una vez que solamente existen dos preguntas importantes que debemos hacernos a nosotros mismo: ¿Qué sentimos realmente? Y ¿Qué queremos de verdad? Si logramos contestarnos ambas, seguramente podemos dejar nuestras neuras atrás”, Harold Ramis