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Roma Victrix: Ludus Potentia Est

Roma, la ciudad eterna, y su historia han servido de base a todo tipo de juegos, ya fuese estrategia RTS con decenas de legiones o pura acción en la arena del Coliseo con los Gladiadores o del Circo con las cuadrigas. Ceñíos la toga, patricios, pues el espectáculo va a comenzar.

Città Eterna
Roma. Ciudad con casi tres millones de habitantes; capital de la provincia de Roma, de la región del Lacio y de Italia. Cuarta ciudad más poblada de Europa y la que más concentración de bienes históricos y arquitectónicos del mundo posee. Mentar Roma es mentar una de las primeras metrópolis por antonomasia de la Humanidad, además de la dualidad que supone contener todo un estado extranjero en su interior, como es la Ciudad del Vaticano, ciudad-estado enclavada dentro de otra y uno de los seis micro-estados europeos además de centro neurálgico de la religión Católica. Desde su fundación el 21 de abril del 753 antes de Cristo por Rómulo y Remo, que según la tradición y el folklore fueron amamantados por una loba, Roma se convirtió en la sede principal de una las civilizaciones más importantes de la Historia.

Capital del Imperio romano, cuyos dominios abarcaban gran parte de Europa, algunos de los más grandes filósofos, pensadores, artistas, generales militares, los Césares más justos, los más despiadados, tiranos, gobernantes amados, justos, los líderes más recordados, odiados o temidos. Todos se dieron cita entre los muros de un corazón urbanístico que proyectó su influencia en la Humanidad que vendría después que ellos, alcanzando todos los pilares –arte, arquitectura, cultura, lengua, sociedad, religión, derecho, filosofía- en la vida del Hombre.

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La Ciudad Eterna sigue despertando un sentimiento único cuando se pasea por sus calles. Al igual que París o Nueva York, Roma tiene algo que la hace única, diferente. Es más que una ciudad: Es un icono recuerdo de una civilización y de una cultura cuya importancia estriba no solo en ser pioneros en varios aspectos de la sociedad, sino en que sus enseñanzas siguen impartiéndose hoy día, y su historia y cronología continúan siendo estudiadas desde la escuela, señal de que son eternas. Y su Coliseo, quizás el icono que mejor expresa lo que una vez llegó a ser el Imperio romano, un portento de construcción y arquitectura que sigue siendo desgranado y estudiado para comprender un funcionamiento perfecto en una época en la que la tecnología de hace tres mil años sigue fascinando a las generaciones actuales.

Las mismas que intentan replicar partes de él, o de cualquier elemento de aquella Roma dueña del mundo conocido, en los muchos videojuegos en los que desde simples legionarios a todopoderosos gladiadores, o curtidos generales con decenas de centurias bajo su órdenes, el esplendor y la gloria de un Imperio ha tratado de ser representado. Aprovechemos el buen tiempo del verano para calarnos la toga y pasear por los rincones virtuales de una cultura cuyo alcance está implícito en el nombre de su principal escenario. En el nombre de cuatro letras y el adjetivo que mejor la precede, cortesía de Máximo Décimo Meridio: Roma Victrix.

La Roma Victoriosa.

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“He visto parte del resto del mundo, es brutal, cruel y oscuro. Roma es la Luz”
Batallar. Conquistar. Ampliar los territorios del Imperio mientras se conservaban y extendían sus fronteras. Llevar la luz y modernidad de Roma a los bárbaros y pueblos ignorantes. Cada César procuraba que su reinado fuese lo más recordado posible. Y lo que más recuerda el pueblo no son tratados de Estado, obras públicas como acueductos o calzadas, o bellas poesías sobre los Dioses, sino victorias, conquistas y relatos de enemigos caídos desangrados, con sus jefes derrotados depositando su espada a los pies de generales con las Gladius envainadas, y siempre el águila SPQR - Senatus Populusque Romanus: El Senado y el Pueblo de Roma- eternamente enarbolada. De sobra es conocida la impresionante capacidad militar y estratégica de la milicia romana, la misma que les permitió apuntar sus Pilums por toda Europa y más allá.

La visión que todos hemos tenido en un libro de texto de una centuria romana avanzando en formación de Tortuga, con los escudos cubriendo frontal, trasera, flancos y cabeza de todos los soldados, solo para abrirse un momento, lanzar las Pilums y volverse a ocultar, es algo que hace muy poco pudimos ver y probar en Ryse: Son of Rome de Xbox One durante el E3 2013. Abanderando la próxima generación y sistema de Microsoft, el honor, la traición y la venganza formarán parte de una historia digna del Péplum más dramático. Nuestro personaje, Marius, el joven militar protagonista, se embarcará no sólo en una cruzada personal contra los bárbaros de Britania para vengar a su familia, sino que deberá descubrir al peor enemigo de Roma, aquel que habita en el Senado y usa la Diplomacia antes que las armas.

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Sombras y Ceniza
Visualmente espectacular, la acción pura y dura –aunque ya han señalado que será más difícil que la comentada demo del E3- se apoderará de un gameplay que exhibe no solamente ejecuciones Gladius en mano, sino avances en formación de Tortuga y ataques con Pilums para abatir enemigos a distancia. Aún es mucho lo que nos queda por saber, como si la jugabilidad se diversificará algo más que esto, o cómo será ese multijugador basado en combates sobre la arena del Coliseo y gladiadores personalizables que Crytek se guarda. Pero de momento, este Hijo de Roma se presenta como uno de los favoritos en ventas durante el lanzamiento de Xbox One. Aunque no será la única muestra romana que está por llegar, ya que antes le toca el turno a uno de los RTS de estrategia más esperados, cuyo antecesor dejó un listón altísimo.

Y ese es Total War: Rome II, que viene con la intención de estar a la altura de la primera entrega, que hace 9 años conquistó a estrategas virtuales por doquier. Una vez más, prepararemos a nuestras legiones y nos dispondremos a conquistar todo el mundo conocido bajo un mismo emblema. En nuestras manos está el futuro de la República de Roma, y el convertirnos en su glorioso Emperador. Rome II: Total War se ambientará en los primeros años de la República de Roma, y se extenderá hasta el momento histórico de la caída del Imperio. Este paso no se dará como un evento predeterminado, destinado a producirse en una fecha en particular, si no que tendrá que ser provocado por alguna de las familias existentes en el juego. Solamente acumulando poder, podremos transformar la República en Imperio, para gloria de nuestra estirpe, elevando a uno de nuestros miembros al rango de Emperador dentro de un escenario mayor que incluye Europa, el norte de África y una mayor cantidad de territorios orientales, lo que nos permitirá aventurarnos a las tierras al Este del Imperio.

Uno de los aspectos clave del nuevo Total War: Rome II, será la importancia de las legiones y sus soldados, y The Creative Assembly quiere que la profundidad traspase las filas de los ejércitos, y nos deje centrarnos en los combatientes casi a nivel individual. Este hecho se hará patente en el nuevo motor gráfico para las batallas, capaz de lograr un mayor nivel de detalle sobre los edificios y entornos del escenario, y que nos permitirá acercarnos hasta observar cómo dos soldados pelean fieramente, cómo si los hubiésemos aislado del resto de la contienda. Con las intenciones de profundizar aún más en lo que el primer Rome logró, el 3 de septiembre será la fecha en que los Dioses nos escogen para ser los elegidos, y comprobar si también otorgan su favor una vez más a Creative Assembly.

Eco y Eternidad
El futuro de la ciudad eterna en los juegos parece seguro, al menos en el género de la estrategia. Pero Roma y sus maravillas también se han dejado ver en otros títulos. Sin ir más lejos, en la presente generación, la capital italiana prestaba sus calles, su imponente arquitectura, su Coliseo y palacios a la saga histórica de Ubisoft en las entregas Assassin’s Creed II y La Hermandad. Y también cedía su urbanismo clásico-moderno de la forma más fotorrealista posible para uno de los circuitos de Gran Turismo 5. Lara Croft en el mítico Tomb Raider de 1996 descubría un Coliseo oculto bajo tierra, en uno de los instantes más sobrecogedores de todo el juego merced a un tema musical –y a los límites del motor en cuanto a distancia de dibujado- hipnótico, que aunque mejorado en su remake Anniversary, este último no lograba superar ese halo de misticismo del original, por más que ahora sí viéramos el coliseo al completo. Y en la quinta entrega, Chronicles, el primer nivel nos llevaba directamente a las calles de una moderna Roma tan llena de secretos como aquellos que encontrábamos en el tramo final del primero de los cuatro episodios.

Pero donde la verdadera grandeza de Roma se ha dejado sentir con la fuerza que su impronta ha dejado en la piel de la Historia, ha sido siempre en los juegos que directamente se situaban en las distintas etapas del Imperio romano. Comenzando siempre por su parte militar, por ese ejército imbatible y temido, tan bien organizado como adiestrado y disciplinado en el combate. La perfecta coordinación de infantería, caballería, arqueros, catapultas y órdenes precisas en un terreno de batalla y contra un enemigo estudiados a fondo es algo que desde la segunda generación los videojuegos nos llevan enseñando, como es el caso de Legionnaire, el primer título que nos permitió en 1982 combatir recreando las campañas del más conocido de los gobernantes, el eterno Julio César, en su conquista de los pueblos bárbaros.

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Con un uso pionero en el sector de estrategía y táctica en tiempo real, los sistemas de 8 Bit Commodore 64, Atari y Apple II ponían en pantalla mapeados muy básicos que representaban terrenos con distintas elevaciones y cotas de altura. Los símbolos rosas éramos nosotros y nuestras legiones, y los azules los bárbaros. Usando iconos para representar a cada tipo de unidad, la infantería era una espada, la caballería venía con un icono de cabeza de caballo, y la propia Guardia Imperial de Caesar era el símbolo romano militar por excelencia: el Águila. La pantalla siempre enseñaba una parte muy pequeña del mapeado, en el que la elección correcta del terreno era clave para la victoria. A pesar de que la IA enemiga no era precisamente dificultosa, y de que nuestros ejércitos pegaban bien fuerte, el uso de combate en tiempo real elevó la dificultad, ya que nos obligaba a mirar el mapa y pensar con rapidez.

Caesarem vehis, Caesarique fortunam
“Llevas a César y a la fortuna de Julio César”. Y en Centurion: Defender of Rome, sucesor espiritual del Defender of the Crown ambientando en el Medievo, así era siempre que llegásemos al final. Comenzábamos siendo un centurión del ejército romano, y el objetivo era  conquistar, vencer, progresar hasta convertirnos en el mismísimo César de Roma. Manejando a Roma durante su expansión, conquistando para ello otras provincias y territorios, la gestión requería de contrarar Generales asignarles legiones que ibas entrenando en las regiones bajo tu mando. Los Generales tenían sus propias habilidades para influir sobre sus tropas, que fijaban incluso la distancia máxima a la que podía alejarse una tropa si no querías que dejase de recibir órdenes, o las tácticas de despliegue que podías escoger. La variedad de este título de EA y Bits Magic era tal que hasta teníamos batallas navales junto a otras disciplinas propias de la época romana.

 Las provincias las podías anexionar mediante conquista, pero a veces era mejor usar la diplomacia para, digamos ‘convecer’ a los bárbaros. Otra novedad era preocuparnos de nuestros ciudadanos, y para elevar la moral nada mejor que ofrecerles carreras de cuadrigas y combates de gladiadores gestionados por nosotros mismos en los que incluso podíamos apostar para sacar beneficio, ya que levantar un Imperio nunca fue barato. Las carreras se resolvían mediante una cámara cenital con varias barras en la interfaz referidas a los caballos, la velocidad o el carro, y un mapa de la pista. Y las luchas en la arena bajo una clásica perspectiva en 2D lateral. Todo un clásico de la estrategia con una BSO MIDI que bebía del estilo Miklós Rozsa en Ben Hur y que fue porteado de PC a Mega Drive, y en cuya variedad reside su atractivo, ya que incluso al firmar la alianza con Egipto podíamos intentar seducir a la emperatriz del Nilo, la bella Cleopatra con los rasgos de Elizabeth Taylor.

Senatus Consultum Ultimum
Las victorias, la conquista, anexión, subyugación del rival bajo el emblema SPQR y la fe romana son parte importante del legado militar de Roma. Pero detrás de estas, de las centurias, de las armas, de los soldados, de las legiones, existía un proceso previo de gestión a varios niveles. Había que alimentar a los soldados, darles armas, entrenamiento militar, ofrecerles líderes a los que seguir hasta la muerte. Había que gestionar todo eso antes de lanzarse a clavarle la gladius a un enemigo en alguna desierta llanura. Y si gestión y manejo de recursos es lo que nos gusta, entonces Europa Universalis: Roma es una de las opciones en esta generación más acertadas. Estrategia política, diplomática, militar, tecnológica, religiosa y expansionista. Todo esto viene dentro de un juego que incluso obvia el apartado de combate militar en tiempo real para centrarse en lo previo que lo hace posible.

Se trata de construir, gestionar y mantener nuestro Imperio durante años in-game, estableciendo para ello pactos y tendiendo la Pax Romana a otras provincias, para mantenerlas o traicionarlas según nos convenga. Ofrendas, tratos de favor, anexiones, progresar de forma teológica para que nuestro líder se identifique con los dioses, mantener la sociedad y evolucionarla para las revueltas sean menores, sofocar sublevaciones en El Cairo o Egipto. Todo ello a través de pantallas y pantallas de una gestión que absorbe como muy pocos, y un tutorial diseñado para enseñar hasta al más nóvel en esto de la estrategia y las micro-gestiones. Aunque cuidado, porque este Europa Universalis ciertamente exige bagaje en el género para sacarle toda la diversión posible, incluido un multijugador a 32 usuarios.

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Y es que, más que controlar legiones en el campo de batalla, no hay duda de que colarnos e influir al máximo nivel es en ocasiones más divertido. Del Senado de Roma partían todas las decisiones del mundo romano. Y eso era posible de manejar en uno de los mejores títulos RTS que hemos visto en el género, Rome: Total War. Lanzado en 2004, en su campaña principal debíamos escoger una de las tres familias a elegir, comenzando con pactos entre ellas. Aunque esto solamente era el inicio, ya que pronto todo deriva en lo primario: Conquista y control. Para poder gobernar una ciudad, ésta debía estar dirigida por alguien de nuestra familia, que se verá representada en forma de árbol genealógico y con cada uno de sus miembros masculinos puntuados con respecto a su capacidad para liderar tropas y dirigir emplazamientos.

Siendo un gran líder y obedeciendo al Senado, este nos recompensaba de forma generosa. Pero llegará un momento en el que el pueblo nos ame tanto, que el propio senado ya desconfíe de nuestro poder y no nos considere precisamente el nuevo Rómulo, sino un objetivo peligroso al que hay que exigirle incluso suicidios. Sintiéndonos entre la gladius y la pared, darle la espalda al Senado significa una guerra civil en la que las otras familias se unen a este para declararnos la guerra. Traer ejércitos, comenzar con los subterfugios y la diplomacia para sobornar, plantear estrategias como no atacar Roma directamente, sino sitiarla y bloquear su puerto. Todo vale en un juego en el que los combates suponen la mitad de su jugabilidad, siendo la astucia y gestión la otra mitad. Un título mayúsculo cuya secuela podría convertirse en lo mejorcito del género.

El corazón que late en Roma no es el mármol del Senado. Es la arena del Coliseo
El senado de Roma… Ejemplo de política, de toma de decisiones, aunque también de conspiraciones antiguas, de podredumbre y codicia como sucede siempre en los altos estamentos políticos en todas las civilizaciones. Todo son conversaciones en voz baja, susurros que terminan con un Emperador muerto, y uno nuevo reinando. La muerte más famosa siempre será la de Julio César, asesinado a los 55 años el 15 de marzo del año 44 Antes de Cristo. Y esta fue la base precisamente de uno de esos títulos de PlayStation 2 que puede que no sean perfectos, pero que muchos seguimos recordando con una sonrisa por la diversión que brindaron. Uno en el que Capcom mezcló dos aspectos tan diferentes como el Senado y los gladiadores, la infiltración con el hack ‘n Slash más visceral, gore y sanguinario: el dividido Shadow of Rome.

Con una buena carga gráfica –mejor en personajes que en escenarios-, el problema fue emplear dos tipos de jugabilidad que el estudio no logró mezclar bien, por lo que las secciones de infiltración con Octavio, implementadas para aliviarnos de tanto combate en la piel del caído Agripa, que pasaba de ser un condecorado general a un gladiador –saludos, Ridley Scott. Demasiado lineales y carentes de emoción de un Metal Gear Solid o un Tenchu, por poner dos ejemplos, aunque esenciales para hacer avanzar la narrativa de conspiraciones y secretos al nivel de los senadores, lo bueno era cuando saltábamos a la arena del Coliseo con el monstruo Agripa, y arma en mano nos disponíamos no a matar a nuestros enemigos, sino a entretener a nuestro público, que vibraba a cada estallido de sangre que provocábamos, en algunas de las secciones más intensas y que mejor han recreado las sensaciones de films como Gladiator o Espartaco. Quizás se les iba la mano con el tamaño de algunas armas, pero como gritaba Russell Crowe, "¿¡OS HABÉIS DIVERTIDO!? ¿¡OS HABÉIS DIVERTIDO!? ¿¡ACASO NO ESTÁIS AQUÍ PARA ESO!?"” Pues sí que muchos nos divertimos, y bastante procurando convertirnos en los Helios Maximos de Capcom.

“El les ofrecerá la muerte. Y ellos le amarán por ello”
Por suerte, la vuelta al modern Peplum digital y la épica que Gladiator propició trajo consigo varias experiencias más en las que pudimos pisar la palpitante y roja arena del Coliseo, teñida por la sangre de miles de muertos. En Colosseum: Road to Freedom teníamos 50 días para obtener nuestra libertad, o perecer bajo las armas de otros gladiadores. Y no bajo un mero machacabotones, sino una aventura con tintes RPG y abierta en la que creábamos un personaje de cero y lo entrenábamos antes de saltar al recinto de pelea, comprándole incluso comida. Con el único fallo de una cámara fija sin posibilidad de rotarla –pegar al aire, calcular mal el golpe, no era algo raro-, Colosseum nos sumergía como muy pocos en peleas en las que estudiar al enemigo y su estilo nos daba más garantías de victoria, antes que intentar vencerlos por la fuerza bruta.

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Por supuesto, el éxito y la recompensa venían de cuánto se divirtiese la plebe con nuestras escabechinas, por lo que obtener su favor era esencial también. Lo mejor venía sin duda de los distintos modos que Tecmo Koei implementó en el juego. Teníamos desde un Todos contra Todos a un Todos contra Nosotros de pura supervivencia, más duelos y lucha por equipos. Aunque las favoritas eran Hunting, en la que nos tocaba pelear contra bestias como tigres, leones, elefantes, en un combate en el que el cazador no se sabe quién es; y la Recreación de las Batallas, que convertían al Coliseo en el escenario de las victorias de su ejército para diversión del pueblo –la escena de las Hordas Bárbaras del film Gladiator.  De acuerdo que todo se reducía al fin y al cabo a matar, pero así era la vida de un Gladiador. Y Colosseum, con sus geniales entrenamientos, nos sumergía en ellas.  Y por dos veces, aunque su precuela de 2010 en PSP, Gladiator Begins, no estuviese a la altura del original.

Hasta el momento, todo ha sido ejemplos de títulos que nos ponían en la piel de un gladiador que tenía que lidiar por su vida en la arena del Coliseo, pero, ¿Qué pasaría si un despótico emperador de nombre Arruntius quisiera organizar los Juegos Definitivos y para ello, cual Manhunt B.C. derribase parte de Roma para alargar el Coliseo y la zona de combate? Esto sucedía en Gladiator: Sword of Vengeance, en una tarde de sangre y arena, el héroe Thrax salta al recinto para hacer lo que mejor sabe: decapitar, desmembrar y cercenar. Pero de repente, la Tierra que conocemos se mezcla con el Elíseo, y el Elíseo con un mundo mitológico en el que se cruzan lo divino y lo humano, lo real y lo mitológico con el único fin de conseguir que nuestro elegido no concluya con éxito su misión.

Mezclando Colosseum con una mitología estilo God of War en la que hasta los esqueletos sangraban, era una pena que gráficamente las texturas no estuviesen al mismo nivel que la impresionante iluminación que Konami implementó en PlayStation 2. Un juego de acción con un esquema tan clásico como un Golden Axe, pero con un toque de imaginación extra al estilo Jason y los Argonautas en un guión de malos y venganzas doblado al castellano y con una IA enemiga decente, lo cierto es que este juego era uno de esos que PS2 oculta en un enorme catálogo y con el que es fácil engancharse de nuevo, aunque haya envejecido peor que algunos compañeros de año como el debut de Kratos.

“Hoy he visto como un esclavo se volvía más poderoso que el emperador de Roma”
Sin duda que las peleas de gladiadores eran los mayores espectáculos del Coliseo, pero, ¿y el circo romano? Destinado a carreras, espectáculos, y representaciones, que conmemoraban los acontecimientos del Imperio, las carreras de cuadrigas hemos visto que no han sido ajenas a los videojuegos –ahí tenéis las de Centurion. Y hasta ha habido títulos destinados en exclusiva a ellas, como el bautizado homónimamente como Ben Hur, en honor a una de las cintas más épicas de la historia del Cine. Basándose en la escena más recordada, la famosa de las cuadrigas que incluso George Lucas homenajeó storyboard a storyboard en su versión CGI de Star Wars La Amenaza Fantasma, Ben Hur: Blood of Braves es una de esas rarezas –por no tildarlo directamente de frikada- que de vez en cuando salen, sobre todo cuando en Microids ven la obra magna fílmica una vez más en DVD y se preguntan, “¿Y por qué no hacemos un juego de carreras con hechizos magicos?”.

Y no, lo de los hechizos no es un chiste nuestro, sino que a lo largo de las 17 pistas podemos encargarnos de los rivales con armas como espadas, jabalinas, hachas y hasta 65 tipos de hechizos -que seguro Charlton Heston le lanzaba a Messala en la versión del director que nunca veremos de Ben Hur. Pompeya, Giza, el Olimpo, el Circus Maximus, todo vale con tal de derrotar a los 21 tipos de personajes, de carros, caballos y ruedas entre los que elegir. Además, cada pista contaba con atajos y rutas secundarias, con tramos en los que teníamos que eliminar a los rivales para poder ganar en medio de tormentas de arena, lluvias o en la impenetrable oscuridad de la noche.

Pero si nos quedaban ganas de más cuadrigas, la difunta THQ nos las sació con Circus Maximus: Chariot Wars, que lanzó de manera multiplataforma antes que el Ben Hur de Microids. De la mano de Kodiak Interactive (WCW Mayhem, WCW Backstage Assault), la mecánica de los Road Rash de motos se aplicó a un esquema de juego en el que en la cuadriga iban siempre dos personajes, el conductor y el gladiador con el que peleábamos contra otros de cuadrigas rivales –y que podía ser una mujer. Jugando solos, y seleccionando entre carrera normal o de combate, antes de esta última teníamos que elegir si cogíamos las riendas de los caballos o la espada; en cooperativo a 2, junto a un amigo podíamos dividirnos los papeles, enfrentándonos a otros dos usuarios en multi a 4.

La variedad de personajes y carros se sumaba a la de entornos que atravesábamos, todos basados en localizaciones reales y que nos llevaban desde el corazón del Circo Máximo de Roma hasta los helados senderos de Germania mientras peleábamos con armas cuerpo a cuerpo y de proyectiles. Buscando una física y un gameplay más reales que Ben Hur, era fácil que a toda velocidad bastase uno o dos golpes para mandar a la cuadriga que se nos estaba acercando demasiado a besar la tierra. Lanzado en julio de 2002, el juego se tildó con un rotundo fracaso comercial, por lo que junto a su predecesor, las carreras de cuadrigas, exceptuando los pasajes de Prince of Persia: Las Dos Coronas, pasaron a dormir el sueño de los justos en los videojuegos.

¡Veni, Vidi… Vici?
Tan importante como el Imperio romano es toda la cohorte de enemigos, pueblos y civilizaciones a los que conquistó o intentó conquistar ya fuese por la diplomacia o por las armas. Enfrentarse a emperadores de la talla de Julio César y sus huestes significaba un altísimo precio a pagar intentando vencer a la mejor organizada fuerza militar de combate de la época. Pero algunos lo hicieron, como Vercingétorix,  uno de los primeros líderes galos que logró exhibir un talento militar considerable. Vencido en el 52 A.C. en Alesia, fue apresado y encarcelado en el Tullianum de Roma durante seis años antes de su ejecución. Con él cayó toda la Galia y… Un momento, “¿Toda? !No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor”.

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El preámbulo obligado a todos los comics con los que los franceses Goscinny y Uderzo llevan enseñando la historia francesa de esa época desde 1959, y uno de los mayores iconos galos y de Europa, el pequeño guerrero galo Asterix, su inseparable Obelix y la poción mágica llevan en los videojuegos desde 1983 en la época Atari. Atravesando géneros y sistemas, en 1986 el Caldero Mágico llevó a los galos al campo de la aventura gráfica en Amstrad CPC, Commodore 64 y el ZX Spectrum, pero son las plataformas 2D y posteriormente 3D las que más han ocupado las incursiones del pueblo gobernado por Abraracurcix, como el Asterix y Obelix de 1996 de Infogrames para Game Boy, PC y Super Nintendo o El Gran Rescate de 1993 de SEGA para sus tres sistemas, Game Gear, Master System y Mega Drive.

A pesar de que en 3D también nos hemos encontrado con buenos títulos, como en la pasada generación con Asterix & Obelix XXL y su secuela, Missium Las Vegum, que tenía algunas de las  parodias-homenaje más descacharrantes que hemos visto en el sector –legionarios con anillos y pelo a lo Sonic, Splinter Cell, Ryu, escudos Pac-Man, hasta un/una Lara Croft entrado en kilos-, lo cierto es que las 2D y los píxeles calaron mejor el aspecto de la bande dessinée original. Y ninguno tan bien como la recreativa que Konami lanzó en 1992. Manteniendo el clásico esquema Beat ‘em up de avance lateral y scroll parallax que tan bien pegaba con la esencia del comic, nunca fue tan divertido y tan fiel pegarles a los romanos –la animación de estos gateando buscando escapar de la paliza, aunque podíamos zurrarles un poco más- bajo un aspecto visual colorista y espectacular. Por si fuera poco, encima teníamos sorpresas como esa carrera de cuadrigas nada más terminar el primer nivel. Una joya de los Arcades que a día de hoy Konami debería relanzar en servicios digitales con coop online, el sueño de aquellos que nos pegábamos poción en mano para coger sitio en los salones recreativos.

Ab Imo Pectore, Roma
Estrategia, Hack ‘n Slash, Infiltración, Acción, Plataformas, incluso Aventura Gráfica. Roma, la mítica que formaba el corazón y el alma del Imperio romano, ha servido como habéis podido observar para muchos juegos desde ese Legionnaire de la Segunda Generación. Por supuesto que nos hemos dejado ejemplos en el camino, ya que gracias a FX hemos podido disfrutar de más estrategia con las batallas de Imperium: Las Grandes Batallas de Roma; o construir nuestra propia ciudad romana con Imperium Civitas o los Caesar de Sierra; o seguir destrozando a enemigos a golpe de gladius y pilums en el frenético Spartan: Total Warrior, atípico spin off de la saga Total War que cambió los RTS por el Hack ‘n Slash más intenso.

Como siempre ocurre, seguro que nos hemos dejado ejemplos tan o más válidos que los expuestos aquí y que también ilustran a Roma, la ciudad eterna, el corazón de una de las mayores y más influyentes civilizaciones de esta Humanidad que nos toca vivir. Sus batallas, el Senado, el Coliseo, las calles y su sociedad, sus conquistas, héroes y enemigos. Esperamos sin embargo que el viaje haya merecido la pena.  Y aunque nos queríamos despedir con la cita de “Hubo un sueño llamado Roma” de Gladiator, mejor lo hacemos con su final, esa panorámica sobre un Coliseo vacío con el atardecer de Roma y Hans Zimmer & Lisa Gerrard clavando los sentimientos sonoros. Como dice Juba, ”Volveremos a vernos”

“Pero aún no…”

“Aún no”