Siguiendo con la línea de reportajes "Juegos Ocultos" buceamos entre los catálogos de la anterior generación para descubrir algunas gemas que no brillaron tanto como podrían haberlo hecho por su calidad e idea.
Cuando hace un tiempo planteamos "Juegos Ocultos: PS2" se hizo con una idea muy definida de que no sería la última vez que se visitara esa generación. La consola de Sony es un caso atípico en tanto que cuenta con un catálogo masivo, en el que es fácil de encontrar multitud de títulos de los llamado tapados. Pero en esa revisión quedaba pendiente un vistazo a las plataformas que compitieron esos años con ella: Gamecube y Xbox, dos consolas que llegaron algo tarde para plantar batalla, pero que acumularon un catálogo notorio de juegos tanto exclusivos como multiplataforma. Por ello, este reportaje va dedicado a las tres máquinas, con títulos exclusivos y multiplataformas que complementen la anterior lista. Como siempre en esta línea de reportajes, no hay una regla específica que marque que es un "juego oculto", la idea sigue siendo hablar de juegos que pese a su calidad y buenas ideas, resultaron menos populares y menos exitosos que los grandes nombres de su época. Nombres que para unos aficionados pueden ser bien conocidos, quizás no lo sean tanto para otros, por lo que el objetivo en las siguientes páginas es al menos conseguir que el lector descubra uno o varios nombres que se le pudieron escapar en su día, o que el usuario más joven pueda tener una ventana abierta a títulos interesantes de la pasada generación para expandir sus propio conocimiento. En cualquier caso, se espera que al menos sea un ameno repaso a títulos destacados, originales y sorprendentes, alejados de la influencia y el éxito de los grandes superventas de su época.
El calamitoso primer intento de Microsoft en Japón con Xbox no serviría para asentar la consola en el país del sol naciente, pero al menos sirvió para establecer relaciones y convencer a algunos estudios de las bondades de la nueva máquina. Sega fue en esos primeros años una gran aliada, apostando por la plataforma con varios títulos propios y licenciados, entre los que se encuentra Otogi. From Software fue la responsable de dar vida a este hack’n slash mitológico, cabalgando sobre la imperante moda por estos juegos siguiendo la estela de Devil May Cry o Onimusha. Hubo en esos años muchos juegos parecidos, además de las obligatorias secuelas, así que no es fácil encontrar títulos destacados, pero Otogi brilló con luz propia. From Software se entregó a fondo a aprovechar la potencia de la plataforma, generando un juego de gran belleza técnica y creativa, con multitud de efectos que hacían cada combate un espectáculo. Historia bien hilada, un sólido sistema de combate, una dificultad más que reseñable y un cuidado desarrollo forman uno de los juegos más interesantes y desconocidos del catálogo de la Xbox original. Su secuela supo evolucionar y mejorar la fórmula, introduciendo nuevos personajes jugables y llevando el juego a nuevos horizontes creativos.
El problema de las licencias es que a veces resulta complicadas tomarlas en serio. Estamos educados a la fuerza en que, salvo honrosas excepciones, un juego de licencia suele ser mediocre en el mejor de los casos. Particularmente, una licencia televisiva como Buffy en manos de un grupo como The Collective -que en el 2002 acumulaba una poco impresionante línea de juegos como Men in Black-, no era precisamente la mejor receta posible. Sin embargo, el equipo sorprendió a propios y a extraños con un juego de acción muy notable, con un buen sistema de combate y los toques justos de variedad para darle ese necesario aspecto de aventura, técnicamente a un alto nivel, con una gran banda sonora y perfectamente fiel al espíritu de la serie y sus personajes. Un ejemplo de cómo tratar una licencia a todos los niveles.
Metal Arms es uno de esos títulos de los que no sabes qué esperar. Ves la portada con un robot con cara de mala leche un cañón por mano y piensas “no me llama mucho”. El componente algo infantil del personaje nos hace pensar involuntariamente en uno de esos juegos accesibles para todo tipo de público, más o menos competente pero carente de algo que lo haga genuinamente interesante. Pero una vez que dejas los prejuicios al lado y te pones a jugar, resulta que no sólo es un gran título, también es uno de los mejores shooters de su tiempo. Gran variedad de armas, multitud de vehículos, un sistema de combate medido e intenso, una IA muy competente, sistema de combate sobresaliente, con una acción muy satisfactoria... A eso hay que sumarle un multijugador impecable al que sólo le falta cooperativo y tenemos un gran shooter, muy ignorado en su época -la secuela fue desgraciadamente cancelada-.
Aunque el juego de la japonesa Acquire se ha desarrollado en toda una serie con múltiples entregas, la saga siempre ha estado orientada a un público más bien minoritario, capaz de perdonar sus defectos y carencias por los originales elementos que pone sobre la mesa. Way of the Samurai nos pone en el papel de un ronin en plena caída del shogunato Tokugawa, en los mismos comienzos de la llamada restauración Meiji. La sociedad feudal japonesa estaba en un proceso de profundo cambio y nuestro papel es decidir qué destino vamos a perseguir en un juego de historia abierta. Lo interesante de Way of the Samurai es que no plantea una estructura abierta meramente como un "haz lo que quieras", sino que pone todo énfasis en la situación social, en las tensiones entre clanes y en las decisiones que tome el jugador para guiar su historia personal, buscando y perdiendo alianzas mientras desarrolla su técnica de combate y su arsenal de katanas.
En estos tiempos en los que Rare no es ni la sombra de la compañía que llegó a ser, es agradable reencontrarse con este título, el primero que hicieron para Xbox. De todos los juegos desarrollados bajo el sello de Microsoft, éste es posiblemente el que más cerca está de las raíces del estudio, incluyendo su gloriosa época en los ordenadores de 8 bits como Ultimate. Jugabilidad y estructura simples, presentación técnica de altura para la época y una idea mecánica capaz de dar juego durante muchas horas, un Beat'em Up diferente en el que el protagonista podía combatir a los cómicos muertos vivientes de una mansión usando prácticamente cualquier objeto que se nos pusiera a mano. No fue un juego del todo comprendido, especialmente porque se esperaba algo más en la línea de grandes aventuras plataformera como Banjo, pero desde la distancia se puede apreciar el ingenio, la simpatía y algunos elementos especialmente destacados como la genial banda sonora.
A punto de aparecer un nuevo Total War en la forma de Rome 2, es interesante recordar uno de los experimentos de Creative Assembly fuera de la estrategia. Jugando con el popular nombre de la saga, el estudio británico trató aquí de conseguir encajar su gusto por las grandes batalla y un motor capaz de reproducir grandes escenarios y gran número de unidades con un juego de acción, controlando a un guerrero favorecido por los dioses y capaz de acabar él solo con decenas de enemigos, e incluso usar armas divinas como el escudo de Medusa o las espadas de Atenea. Era tremendamente divertido ver los escenarios, con cientos de soldados luchando en batallas de gran escala, mientras nosotros peleábamos con hordas de enemigos e incluso hacíamos frente a fuerzas sobrenaturales. Hubiera necesitado ser algo más largo y contar ofrecido más opciones de combate para conseguir un gran Hack’n Slash, ya que se notaba la inexperiencia del grupo para llevar su idea de combate a nuevos niveles. Pero a pesar de ello, un título que merece ser más reconocido, al igual que su “continuación” en la presente generación, Viking: Battle for Asgard.