Hace más de una década que la casa Porsche sorprendió a propios y extraños con un juego de leyenda –tal y como rezaba la campaña publicitaria-, en el que se recorrían los momentos más importantes de la escudería empleando el peculiar estilo de conducción de la serie Need for Speed. El evento tuvo lugar poco antes de que EA Games tomase la decisión de dar el salto al mundo del tuning, con el consecuente aterrizaje de NFS en el Olimpo de los más vendidos y la ya conocida ristra de secuelas que acabó por defenestrar la buena reputación adquirida con el paso del tiempo. Aquel título sirvió como ejemplo de lo que hoy se considera un trabajo bien hecho: una cantidad innumerable de pruebas se daba la mano con los modelos más reputados del sello, toda vez que se indagaba en la historia de los pilotos abanderados de la misma. Viene a la memoria aquel título cuando se descubre el material que esconde en sus adentros Ferrari Racing Challenge, la última itinerancia en el catálogo de Test Drive. La conocida serie automovilística, que recientemente se había entregado en cuerpo y alma a un estilo de conducción que le desmarcaba de la competencia (el denominado free-roaming, o la libertad de tomar un coche y recorrer una ciudad entera realizando carreras basándose en un mapeado real), vuelve por sus fueros para servir en esta ocasión como base para desplegar la maestría de la escudería italiana Ferrari. Popularizada por la F1, originalmente concebida como una de las primeras constructoras de automóviles en apostar por la velocidad y por la agresividad en el diseño, cualquier presentación que se pueda hacer sobre ella es redundar en la información que día a día aparece en televisión y en el resto de medios de comunicación.
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Decimos que viene a la memoria aquel regalo a los aficionados de Porsche porque la premisa en la que se basa Ferrari Racing Challenge es exactamente la misma que aquella, solo que esta vez cuenta con el amparo de Slightly Mad Studios –los encargados de Need for Speed: Shift-, que lejos de lo esperado, se ciñe a las características de Test Drive para dar rienda suelta a los deseos de los aficionados de Ferrari. La propuesta de esta entrega, más allá de regresar a los orígenes de Test Drive (atrás queda lo visto en Unlimited), es básicamente recorrer la historia de Ferrari desde la década de los 40 hasta la actualidad, pasando por todos los modelos, circuitos y pilotos que han alzado la licencia hasta cotas insospechables de popularidad en la industria del motor. Todo ello a través de una simple interfaz, que viene a sugerir la clase de producto que el jugador encontrará cuando se sumerja en las aguas de este híbrido entre la simulación y el arcade. Un recorrido de leyenda Un vídeo de presentación muestra la evolución de los modelos de Ferrari desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días. La susodicha evolución sigue los patrones que un aficionado del motor emplea por sentido común: mejora ostensible en el rendimiento del motor, entrada en vigor de un mayor caballaje, nuevas líneas aerodinámicas que permiten un agarre fiable sobre el asfalto, etcétera. No sólo cambia la dinámica del vehículo, sino también la forma en la que se presenta ante el público, cada vez más agresivo. El espíritu señorial combinado con cierto deje adolescente es el rasgo distintivo con el que Ferrari ha firmado sus modelos más conocidos, probablemente los que han colaborado a cambiar esa ‘evolución’ del motor de la que hablamos en este párrafo. Buena cuenta de ello da la bienvenida al título, casi tan simple como la interfaz del menú principal, desde el que descubrimos las principales opciones en las que el jugador podrá indagar de ahora en adelante.
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La última edición de Test Drive no muestra especial ambición a la hora de incluir modalidades de juego que reinventen la rueda, sino más bien todo lo contrario. Dejando al margen los modos de acceso rápido a la carrera (modo contrarreloj o carrera rápida), la única opción que permite algo de divertimento a largo plazo es la Campaña. Aquí contamos con tres posibles ventanas para descubrir la historia de Ferrari a lo largo de su historia, bien sea en sus años de plata (años 40/70), de oro (70/90) o en la actualidad (90/11). Aunque a priori sean tres marcos distintos para diferenciar la evolución del motor a través del tiempo, Slightly Mad otorga un nivel de dificultad distinto a cada época, siendo la primera la idónea para familiarizarnos con la mecánica de juego. Por defecto existen tres modos de dificultad (fácil, medio y difícil), con los que varían ligeramente las exigencias de cada una de las pruebas a las que accedemos.
Las pruebas se suceden de forma piramidal: no podemos acceder a la segunda sin haber completado antes la primera, aunque sí es posible disfrutar de los últimos modelos de la escudería (en total se distinguen más de 50) sin tener que pasar necesariamente por las dos etapas anteriores. Descubrimos más de 200 pruebas de distinta índole en las que se apuesta no sólo por un estilo de conducción en concreto –sea superar un crono, alcanzar la meta antes que nuestros contrincantes o terminar una carrera sin que se vacíe el tanque de la gasolina-, sino también por hacer retrospectiva. De esta forma descubrimos a algunos de los pilotos más conocidos que han desfilado por Ferrari, los circuitos en los que hicieron historia e incluso anécdotas que a buen seguro harán las delicias de los más curiosos. La variedad es, en este sentido, el punto más destacable de Ferrari Racing Challenge, unido a la posibilidad de competir con rivales de cualquier parte del mundo a través del multijugador Online. Cada época cuenta con una media de 70 pruebas. A su vez, cada prueba nos invita a adquirir los tres escudos posibles (en función del nivel de dificultad en la que la disputemos). A mayor número de escudos obtenidos, mayor será la recompensa a la que accederemos tras subir de nivel. La diversidad de los modelos se une a la variedad de circuitos en los que paulatinamente disputamos carreras, algunas de mayor duración que otras, aunque generalmente sin superar nunca los cinco minutos de carrera por intervalo. El único contratiempo que nos lleva a tener que repetir una y otra vez la misma etapa es la desmesurada curva de dificultad de la que hace gala el título, mal ajustada en cuanto a las exigencias que encontramos del nivel fácil a medio, con lo que se obtiene un preocupante desajuste en las condiciones de juego. Pese al gran número de pruebas, la estructura piramidal hace imposible dar una por perdida para seguir con la siguiente, perdiendo así dinamismo e interés en la partida. La falta de lógica a la hora de administrar la curva de dificultad contrasta con el trabajo que Slightly Mad Studios ha realizado en el resto de apartados del título, esencialmente en lo que se refiere a la mecánica de juego y al aspecto técnico. Como prácticamente todos los Test Drive que han aparecido hasta el momento en el mercado, las sensaciones que transmite la conducción se una mezcla a partes iguales entre arcade y simulación. Se preguntará el lector cómo pueden coexistir dos disciplinas tan aparentemente enfrentadas como estas dos y hará bien en hacerlo, dado que la conducción de los vehículos no termina de encajar con una ni otra tendencia. Existe simulación en cuanto se refiere al comportamiento de los coches entre sí: la clásica diferenciación entre un modelo clásico (que curiosamente aquí es más fácil de controlar que uno moderno) con los modernos (más rápidos y agresivos); pero no cuando buscamos algo más de definición en un GT o en un coche de fórmula 1.
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Sería injusto decir que ambos se controlan igual –también erróneo-, pero es importante dejar bien claro que el comportamiento de los coches se diferencia generalmente por el tiempo de frenada y el tiempo de aceleración unido a su velocidad punta, sin más elementos que logren separar las sensaciones que transmite un modelo aparecido hace dos años con uno de los que se pilotaban hace cincuenta. El resto de observaciones que se suelen realizar en simuladores de conducción aquí se llevan a la pantalla con soltura: la relación de la caja de cambios, la IA de los rivales (aunque en momentos puntuales brilla por su ausencia)… La esencia del arcade es indiscutible, en tanto que apenas perderemos unos minutos entre una prueba y otra. No hay factores variables en los vehículos ni tampoco condiciones climáticas adversas. Como podemos comprobar, Ferrari Racing Challenge se ciñe a ofrecer lo justo y necesario para contentar a los jugadores que no se quieren calentar la cabeza con más complicaciones de las estrictamente necesarias. Esto también se aprecia en el resto de modalidades disponibles, en las que únicamente podemos realizar carreras contra los tiempos que hayamos obtenido en carrera, o desbloquear nuevos modelos mientras aumenta el número de escudos que ganamos al superar una prueba u otra. La vida útil del título, teniendo en cuenta la gran cantidad de retos existentes, gira en torno a las 10 horas, aunque el multijugador se encarga de ampliarlo. Es una lástima que no se haya tenido en cuenta el local o cooperativo en ninguna de las facetas del contenido, lo que obliga a hablar de una extensión del resto del título para cumplir con las exigencias que hoy por hoy se han establecido en el mercado.
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Sin brillo técnico Aunque sea Slightly Mad Studios la desarrolladora que ha tomado las riendas de esta producción –por tanto alterando el estilo de juego que se emplea para dar vida a la mecánica-, el motor gráfico sigue las pautas marcadas por Test Drive Unlimited. Es curioso realizar una afirmación como esta si tenemos en cuenta la diferencia que existe a nivel técnico entre un título que obligatoriamente genera entornos repletos de detalle por necesidad y un juego que se limita a mostrar el trazado de un circuito, uno o varios vehículos y un fondo que apenas se puede vislumbrar con claridad. Al igual que sucedía con TDU, el diseño de los coches es loable, pero no así el de los entornos en los que nos movemos, generalmente vacíos. Los circuitos (en los que se ha vertido bastante esfuerzo para recrear las peculiaridades del Silverstone antiguo al moderno, por poner un ejemplo) son variados y enriquecen nuestra vista, pero la sensación de velocidad es pobre. Ferrari Racing Challenge se muestra igual de parco en el diseño de la interfaz de los menús que a la hora de explicar qué acontecimientos nos llevan a disputar la siguiente carrera. Se echa en falta más ambición a la hora de recrear la historia de Ferrari, lo que deja tras de sí un producto potable, pero poco más. Otro ejemplo de la mediocridad de este Test Drive es el trabajo que se ha realizado con el aspecto sonoro: a la poca distinción entre el sonido de los distintos modelos hay que sumar algunas anécdotas de menor importancia, como el hecho de escuchar siempre el mismo sonido al derrapar, o melodías sin ninguna clase de peso mientras navegamos por los menús. Apenas existe ambientación de carrera, como tampoco una presentación adecuada para narrar la historia de la escudería. Las voces, por cierto, llegan finalmente en inglés, aunque salvo los escuetos comentarios de nuestro asistente de carrera (encargado de ofrecer el clásico consejo que antecede a una carrera importante) pocas veces tendremos que esforzarnos en tratar de entender lo que nos comunican. En cualquier caso, los subtítulos sí han sido traducidos al castellano, por lo que hablamos de un mal menor.