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De Donkey Kong y Mario Bros al Príncipe de Asturias de Miyamoto

El icono de Nintendo se alza con el galardón a la tercera candidatura, tras más de 30 años dedicados al videojuego.

A la tercera va la vencida. Eso se acostumbra a decir, y eso se ha cumplido con Shigeru Miyamoto (1952, Sonobe) en la elección del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2012. Más de treinta años dedicado al mundo de los videojuegos y siempre ligado con Nintendo, la industria del ocio electrónico seguramente no se puede entender tal y como es hoy sin este diseñador japonés tan comedido en sus palabras, con un toque reservado que contrasta con los grandes mundos que su imaginación han sido capaces de generar. No en vano, entre sus creaciones están nombres como Super Mario Bros o The Legend of Zelda. El reconocimiento del Premio Príncipe de Asturias lo es también para una industria que no ha parado de crecer y cambiar en las últimas décadas.

Con Miyamoto como uno de sus grandes protagonistas. Nacido en un pequeño pueblo de los alrededores de Kyoto, la figura más importante dentro de Nintendo tuvo en su infancia los dos elementos que han marcado su manera de entender los videojuegos. Uno, la disciplina de sus padres; otro, lo que le rodeaba. Sensible con la naturaleza, siempre recuerda las aventuras y largos paseos que realizaba por toda la vegetación que inundaba los alrededores de su pequeño pueblo, ésta fue una gran fuente de inspiración para obras que acabarían viendo la luz posteriormente en formato digital. De esas excursiones descubriendo grandes valles, bosques, cuevas y un gran lago nació el concepto que se aplicaría en The Legend of Zelda (NES, 1986). Un videojuego rompedor que ofrecía al jugador un mundo abierto para explorar de manera libre. Avanzado a su tiempo.

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Antes de esto, Miyamoto se hizo un hueco imprescindible en la compañía en la que entró a finales de los setenta gracias a ejecutar en formato videojuego todo tipo de influencias de otras artes visuales. Heredero de todo aquello que seguía y absorbía, del triángulo amoroso de Popeye –licencia que no consiguieron para hacer un videojuego sobre ello- y la película King Kong salió el primer gran éxito del diseñador japonés: Donkey Kong (Arcade, 1981). Un personaje, Jumpman, intentando esquivar obstáculos hasta llegar a un gran gorila que tenía raptada a una princesa.

El éxito de esta obra permitió a Nintendo tomar la delantera en los años ochenta, donde la industria sufrió una gran crisis conocida como el Crash del 84. Fracasos de consolas, microordenadores, sobresaturación del mercado y una calidad media puesta en duda hicieron tambalear los cimientos de una industria todavía verde. Uno de los giros más importantes para hacer renacer este sector estuvo ligado a la llegada de la primera consola de Nintendo, NES. Enfocada como un juguete para toda la familia. Y con la gran obra de Miyamoto: Super Mario Bros (NES, 1985). Una auténtica revolución que popularizó la consola, vendió millones en todo el mundo y dio un empujón importante a la industria. Diversión directa y sencilla, un diseño de niveles que ofrecía posibilidades al usuario para descubrir secretos y caminos una y otra vez y un mundo original nunca visto. Suficientes motivos de éxito.

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Aficionado a la música desde muy pequeño y amante de las películas de Walt Disney, Miyamoto consiguió construir su propio universo de fantasía con toda la fauna y flora presente en las dos grandes obras ligadas desde siempre a la historia de Nintendo y de los Videojuegos.  Polifacético y presente en todo tipo de proyectos de Nintendo, desde juegos deportivos como Mario Tenis como en carreras futuristas en F-Zero  o disparos de naves espaciales como en Starfox, Miyamoto ha supervisado y metido mano en los grandes nombres de la compañía japonesa a lo largo de los años ochenta y noventa, además de seguir explotando y mejorando la serie Super Mario y The Legend of Zelda en sus siguientes aventuras.

Apasionado de la tecnología desde edades muy tempranas, recibió el apoyo de sus padres para dedicarse a eso cuando las posibles salidas parecían algo confusas, se encargó de otro giro de tuerca importante para la compañía y para la industria con Nintendo 64. El salto a las 3D con Super Mario 64 (1996) fue el primer ejemplo de cómo estar a la vanguardia tecnológica y divertir, algo imprescindible. Su gran obra moderna  se considera The Legend of Zelda: Ocarina of Time (1998), otro salto tridimensional de una de sus creaciones que se ha considerado en diversas ocasiones –en votaciones populares y elecciones en prensa especializada- como el mejor videojuego de la historia. Si más no, ambos mostraron el camino y fueron influencias claras para el resto de la industria: Como saltar de las 2D dominantes a las experiencias en mundos 3D sin perder la esencia de los juegos vistos hasta el momento.  No solo a nivel visual y de desarrollo, sino también simplificando los controles de los mandos y las acciones a poder realizar. La diversión directa y accesible era un caballo de batalla en los ochenta y lo seguía siendo para él años después.

En los últimos años Miyamoto ha ido teniendo un papel de supervisión en los grandes proyectos y caminos a seguir por Nintendo. A pesar de no haber estado tan al pie del cañón, todo pasa por su mirada y todo se modifica y cambia si no lo acaba de ver claro. Definido por los trabajadores como “perfeccionista y muy exigente”, Miyamoto ha estado presente en el devenir de la compañía con los nuevos sistemas de control de Nintendo Wii y lo que está por llegar con Wii U y su mando con forma de tableta. Cree en este sistema, siendo él en persona el encargado en el pasado E3 de Los Ángeles de demostrar cómo se movía la espada de Link en el último The Legend of Zelda: Skyward Sword (Wii, 2011. Defensor de estos controles para simplificar más el acceso a los videojuegos y poder ofrecer lo que siempre ha buscado: diversión.