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Child of Eden

Child of Eden

Rez conoce a Kinect

Aunque pasara sorprendentemente con poco bombo por la conferencia de Kinect, la nueva apuesta de Tetsuya Mizuguchi ya está en nuestras manos. Prepárate para la fusión casi perfecta entre Rez y Kinect

De toda la parafernalia que vimos en el pasado E3 durante la conferencia de Microsoft, en su gran mayoría enfocada a Kinect, sorprendió que se diera tan poca publicidad a Child of Eden. De hecho ya lo mencionamos en el podcast especial que hicimos al respecto, porque verdaderamente estamos ante uno de aquellos títulos que parecen expresamente realizados y haber nacido para el dispositivo de control sin mando de la compañía de Redmont. Y no estamos hablando ni de Disney ni de pegar saltos delante de la pantalla, estamos hablando de otro tipo de experiencia mucho más seria y sólida.

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Y usamos el vocablo 'experiencia' de forma deliberada porque es la mejor forma de definir Child of Eden, sucesor espiritual y virtual remake de la obra de Tetsuya Mizuguchi que alcanzó su mayor gloria con PlayStation 2 y de nombre 'Rez'. Child of Eden es Rez y alguna cosa más que Rez no pudo ser, en gran parte gracias a Kinect, pero para definirlo de algún modo se podría decir que estamos ante un juego de disparos sobre raíles con grandes tintes de título musical. Y por encima de todo es un juego que polariza la reacción de los jugadores ante él: ámalo u ódialo, porque no va a dejar a nadie indiferente. Pero una cosa es bien segura: derrocha pura inspiración por los cuatro costados.

No vamos a dividir el juego por apartados porque eso sería hacerle un flaco favor al título y desvirtuaría completamente el objetivo que nos propone Q Entertainment. Estamos ante un producto que integra música, espectáculo visual y la interacción del usuario en un conjunto armónico muy difícil de disociar y que, aunque técnicamente es un 'juego', puede disfrutarse sencillamente como un paseo musical. El argumento nos sitúa en un futuro lejano donde internet, ahora llamado Eden, está formado por la esencia y recuerdos de las mismas personas. No obstante, un parásito está atacando el sistema y la seguridad de la primera persona que nació en el espacio, Lumi, está en entredicho. Nuestro deber consiste en desparasitar el sistema de los malvados virus para recuperar a nuestra bella protagonista y devolverla a Eden.

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Y la forma en la que debemos hacerlo es muy similar a la que vimos en el Rez original, pero optimizado para Kinect; con la mano derecha controlamos una retícula azul que nos permite seleccionar hasta 8 blancos simultáneamente para después - abriendo el puño hacia la pantalla - lanzar los misiles teledirigidos. Con la mano izquierda se abre una retícula púrpura especial para los enemigos de este color o que deberemos dirigir para abatir los disparos enemigos, cuando los haya. Alzando ambos brazos se activa la euforia, que limpia la pantalla de objetos, en el único momento en que deberemos utilizar ambas extremidades al mismo tiempo.

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Estos enemigos que mencionamos no son ni humanos ni alienígenas ni nada al uso. Son meros cuadrados de colores vibrantes que aparecen en patrones durante las misiones, diseñadas como si nos hubiésemos introducido en un caleidoscopio o en una matriz electrónica. De hecho, uno de los aspectos más remarcables del juego es precisamente su diseño artístico, que no se parece en nada visto hasta ahora excepto al propio Rez. Que nadie se deje engañar por su aparente simplicidad visual porque Child of Eden pone ante nuestros ojos ingentes cantidades de polígonos y efectos de partículas, aunque no de la forma en la que estamos acostumbrados a verlas.

Como decíamos, Child of Eden es un juego de disparos sobre raíles; eso significa que mayormente atravesamos los niveles con un margen de movimiento bastante escaso. Sí es posible descentrar la vista del objetivo principal, pero en todo caso vamos siempre guiados hacia un mismo fin. Ver jugar al juego por parte de alguien que no lo ha tocado en su vida es toda una sensación, pero hay que admitir que el tutorial no es lo suficientemente completo como para que un novato comprenda exactamente cuál es el sentido que la desarrolladora ha previsto para el título.

Porque efectivamente hay un medidor de vida y las partidas, siempre que las juguemos en modo de dificultad normal o superior, pueden acabar con 'game over'. Pero no se trata de acabar con los enemigos y basta, se trata de hacerlo buscando la inmersión del jugador dentro de la música, porque ese es el objetivo del título. Una música producto de la banda que integra el propio Mizuguchi y de estilo marcadamente electrónico, pero que consigue con su ritmo creciente que cada vez nos integremos más y más dentro de la dinámica de ir moviendo los brazos y disparando a los enemigos creando nuestra propia sesión musical casera.

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No estamos ante un juego rítmico tipo Guitar Hero, pero desde luego que Child of Eden premia que te fundas con tus acciones en la melodía en forma de puntuación. Cada acción en las fases, ya sea seleccionar objetivos, disparar, lanzar euforia, impactar en enemigos de color púrpura, recolectar vida o abatir disparos tiene su propia correspondencia sonora y visual y de esa forma uno tiene la sensación de estar formando parte de una banda de jazz que improvisa parte de su repertorio cada vez que toca, por eso Child of Eden se hace muy rejugable a pesar de que es posible 'terminar' las 5 fases que contiene en apenas hora y media de juego lineal. Y además, si suena bien, consigues una puntuación más alta.

Y es obvio que observado desde ese punto de vista, el producto que distribuye Ubisoft se antoja corto. Para alargar su vida útil se han incorporado tres niveles de dificultad, y en uno de ellos no se puede morir; después también se pueden subir los datos a internet para comparar las estadísticas con el resto de usuarios e incluso hay un modo de retos que obliga a cumplir ciertas particularidades para considerarlo como conseguido. No hay modo multijugador ninguno, lamentablemente, aunque sin lugar a dudas está pensado para disfrutarse en comunidad antes que sólo en casa.

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La multitud de desbloqueables que incorpora son un añadido extra que se agradece, pero hubiese sido mejor que se hubieran incluido un par más de mundos que explorar, la verdad. Es curioso que la interfaz, a pesar de estar diseñada para usar con las manos, resulte tan poco atractiva y difícil de navegar, teniendo que alternar entre controlador y manos para poder alcanzar todas las opciones. Es imposible determinar la cantidad de horas de juego de Child of Eden, porque oscila entre las dos y las mil dependiendo de lo dentro que nos cale el producto, por lo que recomendamos encarecidamente su prueba antes de su compra.

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Como hemos dicho antes, es posible jugar al juego con mando - y no se juega mal - pero la gracia consiste en hacerlo con Kinect. El reconocimiento de las extremidades funciona de forma excelente excepto en algunas situaciones, que simplemente no capta el momento de disparo. Es muy raro y ocasional, pero fastidia bastante cuando sucede. Y además, por qué no negarlo, cuando uno se solidariza con la música (que debe estar a un buen nivel de volumen) y empieza a moverse ante la pantalla (que debe ser lo más grande posible), Child of Eden cansa bastante las extremidades superiores.

Las fases alternan momentos de 'tranquilidad', en los que simplemente deberemos ir eliminando enemigos en pantalla con la mayor gracia que sepamos, con puntos de auténtico frenetismo en los que vamos alternando el uso de ambas manos al estilo jedi. Cuando las cosas salen bien, el juego consigue emanar una estupenda sensación de trabajo bien hecho, de satisfacción merecida. De repente parece como si el universo entero estuviera bajo nuestros pies y fuese nuestra tarea ponerle orden, como una gigantesca orquesta de la que somos el director. Es algo difícil de explicar con palabras, y eso es ciertamente vergonzoso para alguien que escribe, porque Child of Eden es un juego fundamentalmente emocional.

El momento cumbre es cuando llegamos a los jefes de final de fase o de mitad de nivel; es cierto que en ocasiones el título se pierde un poco y si no somos mínimamente hábiles con las manos resulta sencillo descentrarse de la acción principal, pero la verdad es que los encuentros merecen la pena. Son el verdadero clímax del juego y por momentos, sin importar las veces que los hayamos matado, consiguen poner la carne de gallina. Y a medida que nuestro cuerpo deja de estar tenso y empezamos a fluir, el título solamente mejora.

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8

Muy Bueno

Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.