Guerra de mafias

La saga Yakuza ha sido siempre una de esas franquicias hechas totalmente para el mercado japonés y con pocos visos de escapar de aquellas fronteras. Por ello, siempre ha sido una exclusiva de las consolas de Sony, donde tienen un porcentaje de mercado mucho mayor que en otros territorios. Cada vez que sale uno a la venta, hemos de cruzar los dedos y esperar a que SEGA decida lanzarlo en occidente y el resultado no ha terminado de ser del todo satisfactorio. Conocidos son los problemas de Yakuza 3 que tanto nos indignaron a causa de diversos recortes, que hicieron menos atractivas si cabe las versiones europea y norteamericana. Esta vez parece que la tijera se ha empleado menos y con mucho más sentido.

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En esta ocasión el esquema en el que nos es presentada la historia ha cambiado un poco. Contamos con cuatro protagonistas, cuyas desventuras nos son narradas de forma episódica, alternando el control entre cada uno de ellos. Por un lado está un peculiar prestamista Shun Akiyama, que utiliza su dinero para forzar a los que se lo concede a volver a la senda del bien, sin cobrar intereses. También tenemos a Taiga Saejima, un corpulento recluso, condenado a muerte tras perpetrar una masacre contra el clan Ueno y que logra escapar de la cárcel. Masayoshi Tanimura es un joven y aparentemente corrupto policía de la zona de la zona de Kamurocho, cuyas intenciones son mucho más caritativas de lo que da a entender. Finalmente nos queda Kazuma Kiryu, el protagonista por excelencia de la serie, que se ve envuelto en los sucesos acaecidos en esta entrega.

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Esta forma de relatarnos el argumento tiene sus pros y sus contras, pero analizándolo todo, es difícil no decantarse por ella. En primer lugar hay mayor variedad de situaciones e incluso eso beneficia a la parte jugable. Por otro lado, tenemos la oportunidad de ir descubriendo la trama desde distintos puntos de vista, lo que siempre es interesante. Se pierde parte de la idea de mundo abierto, al estar encorsetados a una estructura dividida en capítulos que marcan las localizaciones y los tiempos, pero se gana una mayor continuidad y cohesión al argumento principal. No obstante, pese al desarrollo absolutamente lineal, no faltarán opciones para evadirnos un tiempo y conocer el entorno que nos rodea.

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Nuevamente ése es el punto fuerte de Yakuza 4, la impresionante recreación del distrito rojo de Tokyo, Kabukicho, aunque presentado bajo el nombre de Kamurocho, del mismo modo que Rockstar no llama Nueva York a su Liberty City. Pasear por esas oscuras calles, llenas de luces de neón, es como trasladarnos físicamente a la capital nipona y sumergirnos en su ambiente. En cualquier momento podemos entrar en los locales de moda, rondar por las salas de Pachinko o incluso acercarnos a un karaoke, todo ellos iconos del ocio en el país del sol naciente. Estamos ante un vivo retrato de la cultura japonesa que tanto nos llama la atención a muchos y el motivo por el que quizá no es apreciado por gran parte del público occidental.

Visualmente está a un nivel muy similar al de Yakuza 3, pues no obstante emplea el mismo motor sin muchos cambios. Esto consigue que los entornos presenten un gran nivel de detalle, tanto en el diseño de los edificios como en los elementos que adornan las calles, que no nos cansaremos de decir son fiel reflejo de al menos una parte del actual Tokio. El otro punto a destacar es el de las cinemáticas, varias horas de vídeo en con un nivel de calidad altísimo. La expresividad de los rostros, la naturalidad de las animaciones y el magnífico doblaje nos invitan a sacar un bol de palomitas y disfrutar de la película al completo, sin tener que coger el mando. 

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Como podéis imaginar, SEGA ha vuelto a optar por la fórmula del mínimo esfuerzo en lo que respecta a la versión occidental, así que nos tendremos que conformar con menús y subtítulos en inglés y ni siquiera han doblado el juego a la lengua de Shakespeare. Es la pescadilla que se muerde la cola: con esta saga obtienen unos discretos resultados en Occidente, así que hacen lo imprescindible para distribuirlo allí. Teniendo en cuenta el estado en el que nos llega, aún menos gente se ve interesada en el producto, así que las ventas no mejoran. De todos modos, al menos lo tenemos aquí, otros muchos juegos de este corte se quedan en las islas y no se traducen a ningún otro idioma.

Con apenas un año de diferencia entre el anterior Yakuza y el que hoy nos toca analizar, es difícil que haya muchos cambios a reseñar, cuando seguro la mayoría de los esfuerzos se han dedicado a la historia. Es más, donde realmente apreciamos diferencias es precisamente en la comentada estructura del juego, en la que primero se nos presentan los personajes en sus tramas individuales y luego, por avatares del destino acaban unidos en un propósito común. Y esto no creáis que ocurre en los 10 primeros minutos, ni muchos menos, sino que se alarga durante horas y horas, haciendo honor a la franquicia y su legendaria duración, pero con un mejor ritmo que en Yakuza 3.

El sistema de combate es pura acción, basado en un sistema de combos que iremos mejorando tras cada batalla. Según adquiramos experiencia, conseguiremos medallas que podemos emplear para aprender habilidades nuevas. Al ser cuatro personajes, cada uno tiene su propia línea de experiencia, lo que hace que tardemos más en adquirir todas las técnicas. Muchas de éstas dependen de otras, con lo que tendremos que ir desbloqueándolas en orden. Aprenderse el listado de ataques lleva un tiempo, pero al ser progresivo y tener un buen número de peleas callejeras que afrontar, en relativo poco tiempo nos haremos con el sistema sin ningún problema. Por suerte, la pesada carga que suponían los enfrentamientos aleatorios ha desaparecido y la mecánica se ha simplificado un poco, haciéndola más asequible.

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No sólo nos tendremos que vale de nuestros puños y patadas, sino que tendremos todo tipo de armas a nuestro alcance y cuando no dispongamos de una, nos la podremos inventar, agarrando cualquier objeto a nuestro alcance y golpeando con él a nuestro oponente. Algo que sin duda no ha cambiado ni un ápice desde la anterior entrega, y casi desde las primeras, son las animaciones en tiempo real, no la de las cinemáticas. Podemos decir sencillamente que no responden a los estándares de hoy en día y parecen hechas por el mismo patrón que en PlayStation 2, pese al paso de los años.

Si nos cansamos de pelear, siempre podemos dedicarnos a actividades más lucrativas, como dirigir un club de altene. Esta polémica característica, cercenada sin compasión de la versión occidental de Yakuza 3, nos llega esta vez intacta. Nuestra labor llega hasta los detalles más pequeños, llegando a elegir la vestimenta de las jovencitas de compañía antes de que se acerquen a los clientes. Hasta cierto punto entendemos que no quisieran sacarlo por estas tierras, pues es algo innecesario y demasiado machista, más teniendo en cuenta que no se hace con el objeto de reflejar de forma realista esta actividad en Japón, sino para entretener las pervertidas mentes de los jugadores nipones. Dicho esto, seguro que aquí mucha gente también lo disfruta, aunque sólo sea por el morbo y la curiosidad.

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Más allá de sucios negocios, quizá nos interesen otras cuestiones más sanas como jugar al golf o al tenis de mesa (bueno, esto último es algo más especial que eso), o simplemente pasear y conocer el entorno que nos rodea. Hay un buen puñado de minijuegos, varios que repiten y algunas incorporaciones nuevas, algo que ha sido una seña de identidad de la franquicia. Aunque hay menos misiones secundarias que en Yakuza 3 y la mayoría en realidad están bastante predefinidas, no faltarán cosas por hacer más allá de la continuar la historia.

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