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Mario vs. Donkey Kong: ¡Megalío en Minilandia!

Mario vs. Donkey Kong: ¡Megalío en Minilandia!

  • PlataformaDS8.5
  • GéneroPuzle
  • DesarrolladorNintendo
  • Lanzamiento04/02/2011
  • EditorNintendo

De monos y fontaneros

Tan manido como es aquello de decir que el fontanero es pluriempleado y que se puede enfundar cualquier mono de trabajo, lo cierto es que Mario rellena el combustible de las consolas que apadrina con constantes apariciones en distintos géneros, habitualmente haciendo gala de un nivel de calidad cuando menos notable. La cuarta entrega de la franquicia Mario vs Donkey sigue los estandartes establecidos en el pasado con el añadido de nuevos puzles, mucho ingenio y el carisma de siempre. Un cartucho para aficionados que, sin novedades significativas, sigue en la línea triunfal de anteriores capítulos.

La ‘otra' faceta de Mario nos descubre un universo completamente distinto del que suele ofrecer en sus apariciones ‘estelares', aquellas que han marcado su carrera de manera exitosa y con un amplio reconocimiento obtenido por parte de la prensa especializada. La mascota de Nintendo ha aparecido en mil y un spin-offs en los que ha sabido combinar distintas disciplinas -deportivas, aventureras- con el peculiar sentido del humor que profesa la compañía afincada en Kyoto. Mario vs Donkey Kong retoma en cierto sentido la tradición del fontanero, poniendo en liza un planteamiento que aboga por la estrategia, el pensamiento y el ingenio, a mil kilómetros de distancia de los saltos imposibles con los que ha conquistado a medio mundo. El debut singular pronto se convertiría en una franquicia de reputado prestigio, acostumbrada a gozar de una recepción ejemplar por parte del binomio audiencia/crítica.

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Cuarto capítulo de una serie en plena expansión, Mario vs Donkey Kong: ¡Megalío en Minilandia! emplea como telón de fondo la apertura de un parque de atracciones presidido por Mario en el que se desata la tragedia. El fontanero emplea como regalo de bienvenida una figura en miniatura de Pauline, la enamorada de Mario cuando se enfrenta a Donkey, que sólo será otorgada a los 100 primeros visitantes que hagan acto de presencia en el lugar. Donkey no acude a tiempo y, tras protagonizar su clásica escena ‘gorilesca', decide raptar a la auténtica princesa ante el asombro de los presentes. Al héroe no le queda otra remedio que perseguir al gorila a través de distintos escenarios, todos parte de su parque de atracciones, en los que debe superar una serie de obstáculos en forma de mini-Mario. Sus réplicas de juguete serán las encargadas de sacar las castañas del fuego, como ya hiciesen tantas veces en el pasado.

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La presentación, tan animada como entrañable, prescinde de enfatizar en detalles para limitase a presentar el planteamiento con pequeñas pinceladas, escasas pero suficientes para lograr que el usuario entienda el hilo argumental que presenta la obra. Nintendo no ha puesto especial énfasis en este aspecto, ni en esta ocasión ni en anteriores, por lo que no extraña la sutileza con la que se expone la trama. Secundaria a todas luces, sirve como excusa para presentar un universo compuesto de más de 80 niveles que de forma paulatina proponen mayor complejidad de ideas, toda vez que un aumento progresivo del nivel de exigencia que se ha de emplear en cada uno de los ocho escenarios que componen los ocho capítulos de los que figuran en el modo de juego principal.

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Puzlemanía
El auténtico protagonista de este cartucho es el ingenio, la omnipresente necesidad de anticiparse a los acontecimientos que se pondrán en marcha cuando comience a andar el primer Mario de juguete. La mecánica de juego apenas varía respecto a anteriores itinerancias de la franquicia: a través de puzles, escaleras, resortes y demás objetos, el fontanero ha de acceder a la puerta que le conduzca al siguiente escenario. Una vez puesto en marcha el cronómetro empieza a contar en nuestra contra, por lo que es menester tomar decisiones con presteza, sin dejar absolutamente nada al hacer. La esencia es puramente ‘Lemmings', clásico de Psignosis que encandiló a varias generaciones de jugadores: a medida que transcurren los niveles, nuevos retos se presentan para dificultar la marcha de los juguetes. 

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Tratándose de una fórmula relativamente familiar, la pregunta más lógica a formularse pasa por cuestionar la cantidad de novedades que se hayan incluido, un aspecto en el que Nintendo no decepciona, aunque tampoco sorprende. Las réplicas de Mario no serán en esta ocasión las únicas protagonistas, sino que se suman las de Toad, Pauline e incluso del propio Donkey Kong, todas ellas necesitadas de la ayuda del usuario para alcanzar su meta. El stylus se convierte en la herramienta imprescindible del jugador, ya que a través de ella se controla absolutamente todo movimiento que tenga lugar en pantalla. La movilidad de los juguetes sigue siendo limitada: una vez puestas en marcha, es imposible variar su dirección. Sólo podremos guiarlas empleando los puntos estructurales con los que se posibilita la creación de puentes, entre otros objetos.

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Claro que la meta no podía ser tan aparentemente sencilla como la expuesta. Una vez superados los primeros niveles del escenario que da la bienvenida al jugador, aparecen nuevos componentes a tener en cuenta no sólo para acceder a la puerta de cada pequeña réplica que se presente, sino también para obtener las monedas y recompensas que aparecen en los lugares más inaccesibles y recónditos. Se aplica una especie de regla de tres para valorar el rendimiento del usuario al superar cada escenario: a menor tiempo empleado, mayor número de puntos; a mayor cantidad de monedas, mayor recompensa: en ausencia de éstas, no se otorga el trofeo con el que se verifica la superación total del nivel en cuestión. La partida se puede enfocar desde distintos puntos de vista, aunque en última instancia obtener todas las recompensas de cada nivel en la única vía para desbloquear los escenarios ocultos y demás sorpresas.

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De plantearse en otras palabras, se diría que el esfuerzo del jugador se recompensa con divertidos minijuegos a los que es imposible acceder de otra manera. Para ello se ha de rellenar una hilera de recuadros que conforman el nombre de mini-Mario. Aunque el dato parece totalmente anecdótico, es sólo un ejemplo del carisma que desprende este título pese a la relativa ausencia de novedades significativas en la mecánica de juego. Tanto el estilo narrativo que se emplea para explicar el argumento como los pequeños guiños de Mario como  el propio hecho de contar con una princesa que sigue bebiendo de la fuente primigenia que vio nacer al fontanero son detalles que subrayan una personalidad inherente que no desaparece pese al paso del tiempo.

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En cualquier caso es evidente que el jugo de este cartucho se encuentra en su jugabilidad, si bien esto no implica que no se haya cuidado con esmero la presentación visual y sonora, dos apartados en los que Mario vs Donkey vuelve a brillar pese a la utilización de conceptos que, insistimos, necesitan un lavado de cara para no perder brillantez en futuras ediciones. El uso de resortes, cintas transportadoras, cañerías y demás estructuras logra aportar el necesario soplo de aire fresco que se requiere a cada nuevo capítulo, pero el nivel de dificultad se antoja, pese a su excelente curva de aprendizaje, un tanto inferior al previsto. Este hecho se pone de relieve en los enfrentamientos que Mario y compañía disputan ante Donkey, que apenas exigen el uso del ingenio pese a presentar facetas divertidas, de nuevo íntimamente relacionadas con el uso del stylus. Se agradece su inclusión, no obstante, ya que favorece a ampliar la variedad de contenido que ofrece el título. Del mismo modo, los polifacéticos ‘shy-guys' se dejan ver, junto a otros enemigos, para entorpecer aún más si cabe nuestro camino.

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Edita tu mundo
Cambia el planteamiento pero la fórmula se mantiene. Aunque innove, Megalío en Minilandia desprende cierto aroma de costumbrismo en su planteamiento, hándicap inevitable cuando se carga a la espalda con tres capítulos prácticamente idénticos entre sí. No es de extrañar, por lo tanto, que Nintendo haya repartido el peso de la balanza jugable con la mirada puesta en un modo de juego concreto. En él se ofrece al jugador un amplio abanico de herramientas pensadas para dar uso a un editor que permite crear toda clase de escenarios. Las piezas esenciales para la construcción de las estructuras se combinan con distintos fondos con los que se otorga libertad creativa para hacer experimentos de diversa índole. Todo está en nuestras manos, con todo lo que ello conlleva. Asimismo, los mapas creados se pueden compartir o ser exhibidos en público para que otros jugadores ofrezcan su opinión sobre su calidad.

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A priori insignificante, un título de estas características se fortalece de manera significativa con la inclusión de un editor prácticamente ilimitado -mejorable, como todo-, con el que es posible retar a otros compañeros o simplemente dejar volar la imaginación. Además, Nintendo incluye adicionalmente una modalidad en la que reta a los jugadores a superar una serie de condiciones para crear nuevos mundos. No es precisamente la panacea del género, pero contribuye a ampliar la duración de la partida principal, así como a motivar a los jugadores que generalmente no prestan atención a este concepto para que adentren en el mundo del diseño, por así decirlo.

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8.5

Muy Bueno

Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.