Splatterhouse
- PlataformaPS37.53607.5
- GéneroAcción
- DesarrolladorBandai Namco Entertainment
- Lanzamiento26/11/2010
- TextoEspañol
- VocesInglés
- EditorBandai Namco Entertainment
Sangriento retorno
Una franquicia clásica de finales de los 80/principios de los 90 regresa por todo lo alto con una producción que satisfará a aficionados y nuevos usuarios con su gran jugabilidad y su abundancia de contenido. Eso sí, su gore extermo y su contenido lo convierten, como no podría ser de otra forma con esta franquicia, en un título no apto para menores.
Hablar de Splatterhouse es hacerlo de la propia historia del videojuego. No en vano, es una de las franquicias clásicas que los más veteranos del lugar echaban de menos en sus consolas, ya que no en vano hacía casi dos décadas que no se veía una entrega del terrorífico beat'em up de Namco. Cuando en 1988 llegó a las recreativas la primera entrega, el éxito de la misma sorprendió a propios y extraños, ya que su concepto arriesgado y su puesta en escena tan polémica sobrevivió a todo para convertirse en un clásico atemporal. Siguiendo la estela de muchos de los beat'em up de la época, Splatterhouse era un 'yo contra el barrio' en el que Rick debía ponerse la Máscara del Terror para adentrarse en la mansión West y así rescatar a su novia Jennifer de las garras de un científico loco.
Manteniendo las bases del género por la época (scroll lateral, armas y unos limitados tres impactos por vida), el juego ofrecía como principal innovación que en vez de las calles recorríamos un inframundo cargado de criaturas demoníacas y engendros salidos de nuestras pesadillas. Splatterhouse, convertido en un título de renombre internacional, regresaría en 1992 en exclusiva para Mega Drive, donde nos encontrábamos tres meses después de los eventos del original obligados a volver a la malvada mansión a intentar rescatar a Jennifer por segunda vez. De nuevo una mecánica de avance lineal en dos dimensiones, con armas, criaturas demoníacas y algún que otro poder de la máscara, en un beat'em up cargado de acción y, una vez más, difícil y que obligaba al usuario a hacer uso de toda su pericia.
Tan solo un año después, en 1993, Rick regresaría en exclusiva a Mega Drive para ofrecernos la tercera entrega de sus aventuras, la cual sigue considerada por muchos a día de hoy como la mejor y la más completa, además de uno de los mejores beat'em up de la generación. Han pasado cinco año desde la segunda entrega y Rick deberá salvar a su ya mujer Jennifer y a su hijo David de las fuerzas del mal. Para ello, deberá enfundarse de nuevo la máscara del terror y superar una compleja contrarreloj con diversos finales, infinidad de caminos posibles y una ambientación de auténtico lujo. Pero en aquel momento, Namco quiso dar por finalizada la franquicia y no volvimos a saber nada de ella (salvo algún que otro pequeño cameo) hasta este año 2010.
Resucitar una franquicia como Splatterhouse la friolera de 17 años después es algo muy arriesgado, sobre todo porque la nostalgia ha ido calando y potenciando el encanto de los títulos originales y los aficionados tienen en muy alta estima sus primeros momentos vividos con Rick y la máscara. Además, se han visto diversos casos de intentos de reinicio y resurrección de franquicias que no han terminado de cuajar o funcionar como deberían. Pero Splatterhouse no se ha mirado en el espejo de los fracasos, sino en el de grandes éxitos que han funcionado muy bien en el salto generacional, como podría ser el caso de Ninja Gaiden. La apuesta de Namco era, sin duda, arriesgada, pero la franquicia tenía potencial para funcionar y rellenar abundantes huecos que existen hoy en día en el mercado.
El primero de ellos es revivir los beat'em up con un título de calidad. Obras como Golden Axe dejaban mucho que desear en todos los niveles, pero Splatterhouse consigue recuperar todo el espíritu del género tradicional y adaptarlo con una perfecta precisión a la época actual. El segundo es ofrecer una mecánica con ambientación de terror que, a diferencia de en la generación pasada, en esta está contando con incursiones muy contadas y no todas ellas de la calidad que deberían o que se adentrar en terrenos diferentes del terror y el gore. Y por supuesto, el más importante, devolvernos a la vieja escuela, ya que en todo momento recuerda a los Splatterhouse originales, a los títulos de antaño con una dificultad lo bastante elevada como para obligarnos a repetir una zona más ocasiones de lo que nos gustaría, pero sin resultar exasperante como para hacernos dejar el juego.
Rick con la máscara deja de ser una persona corriente para convertirse en una auténtica masa de músculos de gran fuerza y poder. Y es a partir de este punto donde la aventura se irá complicando cada vez más, con portales interdimensionales que nos irán llevando tras West y Jennifer entre distintas épocas y lugares, mientras vamos descubriendo todos los detalles de nuestra llegada a la mansión, de las motivaciones de la máscara y de West, o de lo que de verdad se oculta tras todo lo que estamos viviendo. De hecho, los no pocos diálogos entre Rick y la máscara se antojan realmente interesantes, implementados de forma muy natural en el juego y cargados de detalles muy interesantes para el usuario. No es un argumento de Oscar, dado que es relativamente sencillo y se puede ignorar sin demasiados problemas, pero deja buen sabor de boca a quienes quieran saber más sobre el planteamiento de la historia.
A medida que eliminemos enemigos iremos adquiriendo sangre (experiencia) para alimentar a la máscara, lo cual nos permitirá mejorar nuestras habilidades invirtiendo la sangre requerida para ello: mejorar ataques fuertes, ataques rápidos, potenciar los especiales de la máscara, aumentar la barra de vida, nuevos tipos de agarre, mayor duración de las armas... En total son 45 mejores que no solo irán potenciando al personaje, sino que además la jugabilidad irá viéndose muy modificada y potenciada cuantas más habilidades tengamos. El Rick con el que empezamos la primera vez y con el que terminamos no es en absoluto la misma persona, y mientras al principio pecaremos de inocentes como él, al final la experiencia que hayamos adquirido con el mando, junto con la gran cantidad de habilidades diferentes a nuestra disposición, harán que no le tengamos miedo a nada.
Por si fuera poco, tendremos tres niveles de dificultad, con el más elevado solo disponible tras completar el juego por primera vez, lo cual también desbloquea un modelo de máscara exclusivo para cada consola. Todo ello potencia mucho la rejugabilidad, ya que con una partida no será suficiente para conseguirlo todo y nos quedaremos con ganas de más. Pero incluso con todo esto, no habremos completado el juego, ya que también tendremos unas arenas de supervivencia en las que deberemos sobrevivir a diversas oleadas de enemigos que se irán sucediendo. Serán seis arenas diferentes, cada una de en torno a unos 20 minutos de duración, en las que podremos conseguir sangre, experiencia y más fotos de Jennifer.
No obstante, no todo se reducirá a eso, ya que el verdadero reto será llegar a conseguir una puntuación máxima ('S') en cada una de las arenas. Para tal fin, deberemos sufrir el menor daño posible, superarla tan rápido como podamos e intentar cumplir las diez misiones secretas que tendrá cada una. Un modo de juego intenso y bien pensado que nos consumirá muchas más horas de las que parece en un primer momento. Y por último, el juego incluye las tres entregas originales, completamente sin censura. No están retocadas pero conservan intactas todas sus virtudes, completando así una oferta de envidiar. No hay modos multijugador, pero lo cierto es que se antojaría extraño en la franquicia. Y el menú del juego cuenta con la opción de "descarga de contenido", así que es posible que todavía haya más por llegar.
Independientemente del modo de juego o del sistema empleado durante la sección concreta de la aventura de la que se trate, Rick mantiene sus habilidades propias y el sistema de juego no varía en exceso. Para combatir, el personaje puede recurrir a la fuerza bruta de sus puños, con su completo arsenal de ataques fuertes, rápidos y agarres, un método lento pero tan eficaz como cualquier otro a la larga (además de bloqueos y esquivas). Obviamente, los resultados serán más rápidos si utilizamos la máscara del terror para transformarnos durante un tiempo limitado (determinado por la barra de sangre bajo la barra de vida) o incluso utilizando un ataque concreto durante un solo instante, con un terremoto, una cuchilla cortante, recuperar vida absorbiéndosela a los enemigos y, como es lógico, la inmortalidad que la máscara nos otorga.
Las combinaciones son numerosas, con variaciones de ataque en salto inclusive, y según adquiramos nuevas habilidades, más posibilidades tendremos (como encadenar ataques fuertes). Los enemigos, si sufren abundantes daños, empezarán a brillar de rojo, momento en el cual podremos agarrarlos para realizar un gran golpe final, sangriento como él solo, en el que deberemos superar una secuencia de QTE para obtener así más sangre y, si les arrancamos la cabeza o los brazos, incluso un arma. Y es que además de lo dicho, Rick contará, como es tradicional en la franquicia, con un completo arsenal en el que destacan curiosamente los brazos y cabezas de los enemigos que aniquilemos. No solo eso, sino que podremos utilizar también nuestros propios brazos si un enemigo nos los corta (será cuestión de tiempo que la máscara nos lo regenere por uno nuevo, aunque durante esos instantes estaremos algo indefensos al vernos muy limitados para actuar).
Aparte de las armas orgánicas, Rick podrá utilizar tablas con clavos, bates de béisbol, cuchillos gigantes, tuberías, espadas, escopetas, motosierras y alguna que otra arma secreta más. Sus efectos son devastadores, como cabría esperar, y pueden acabar con los enemigos de un solo golpe en muchos casos (por ejemplo, la cuchilla le corta de cuajo la cabeza a la criatura, dejándola indefensa aunque requiera algún otro golpe para morir); pero tampoco durarán lo mismo y, por ejemplo, contra un enemigo grande (aún sin ser jefe final) la mayoría durarán solo un golpe antes de romperse. Eso sí, los enemigos tampoco dudarán en armarse para atacarnos, y algunos incluso agarrarán a sus compañeros para lanzárnoslos.
El plantel de enemigos es bastante amplio, aunque tal vez no tan variado como podría desearse, pero están tan equilibrados y se complementan tan bien unos a otros, que no se antojan repetitivos. Cambian de dinámicas, tienen ataques muy poderosos y saben trabajar en equipo para intentar rodearnos. Y Splatterhouse, como juego de la vieja escuela que es, no perdona casi nunca; si los enemigos nos arrinconan y son numerosos, estaremos muertos. De igual modo si un enemigo con una espada nos corta la cabeza de cuajo, independientemente de nuestra vida, o si nos arrancan un brazo limpiamente. La gran fuerza de algunos enemigos, que no va ni siquiera determinada por el tamaño, puede traernos algún que otro quebradero de cabeza.
La dificultad se plasma también en las fases de plataformas, ya que al igual que en los originales, el caernos al abismo o a unos pinchos supone una derrota automática y regresar al último punto de control. Afortunadamente, la dificultad está muy bien ajustada y no se antoja frustrante, sino que incita a volverlo a intentar. Es ensayo y error de la vieja escuela aplicado a la perfección a la actual generación de consolas, algo que se echaba de menos y que, aún así, se ve bastante facilitado por el actual sistema de autoguardado y puntos de control relativamente abundantes (aunque en algunos niveles están muy separados entre sí). Y por supuesto, mención especial requieren los gigantescos y temibles enemigos finales (volviendo a la tradición, prácticamente uno por nivel), muchos de los cuales se pueden convertir en una pesadilla con sus potentes ataques y sus diversas formas.
Como siempre, dominar sus rutinas y llegar a establecer un patrón de ataque serán las señas de identidad propias de estos espectaculares enfrentamientos. Tampoco faltarán puzles a lo largo del juego, la mayoría muy sencillos (activar palancas, empalar enemigos, etcétera) pero algunos, de resolverlos mal, nos abrirán trampas en las que tendremos que luchar por nuestra supervivencia. Y pese a la variedad de ataques, de situaciones, e incluso de desarrollo tridimensional/bidimensional del juego, Splatterhouse todavía guarda bazas para evitar caer en la repetición; algunas fases nos presentan peligrosas contrarrelojes en las que el tiempo límite nos fija el plazo para cumplir el objetivo, o incluso distintas estancias con peligro diverso (sin suelo, radiación, etcétera) en las que no podremos estar hasta que el indicador nos lo permita, debiendo sobrevivir a oleadas de enemigos hasta que podamos avanzar, siguiendo el camino marcado sin cometer ni un error que nos obligue a volver a empezar.
No es raro, no obstante, encontrarse con algunas texturas de baja calidad, algún movimiento extraño en la sangre que absorbemos y algún que otro problema menor, pero cuando se observa cómo el cuerpo de Rick va recreando todo el daño recibido mostrando músculos, huesos y vísceras sin pudor ninguno, y cómo estas heridas se van regenerando de forma muy elaborada en tiempo real, se pasan por alto esos detalles menores. Splatterhouse se marca un estándar visual desde el principio que no desfallece en ningún momento, ni siquiera en cuanto diseño de escenarios, que siguen una estética satisfactoria y una presentación interesante a lo largo de los doce capítulos en seis ambientes muy distintos y todos ellos igual de cuidados.
Se le podría achacar un poco de falta de ambición para intentar lograr un acabado visual aún más intenso, pero lo cierto es que su recreación del universo gore de la franquicia no necesita de mucho más para funcionar bien en pantalla. Eso sí, al realizar las Splatterkills (los golpes finales), el gore extremo de estas situaciones se suaviza con un intencionado exceso de brillo, lo cual desentona un poco dentro del buen acabado y buena visibilidad general del título. Tampoco suele ser una fiel amiga siempre la cámara, que nos juega muy malas pasadas en las grandes arenas de combate, sobre todo contra algunos jefes finales a los que cuesta seguirles la pista si intentamos ponernos a salvo de sus ataques. Son momentos puntuales en secciones amplias (ya que en otras ocasiones la cámara se fija facilitando la visibilidad), pero empobrecen un poco el muy buen nivel general del título.
En su apartado sonoro, Splatterhouse ofrece una gran calidad, sobre todo para los amantes del metal, ya que el título cuenta con melodías de The Acusseed, Calavera Conspiracy, Lamb of God, Mutant Supremacy, Invisible Enemies, Mastodon, 5 Finger Death Punch o High on Fire, entre otros grupos de renombre. Pero siguiendo con la estela de fusionar lo nuevo con lo viejo, también nos encontramos con melodías tradicionales remezcladas y revisadas en esta nueva entrega, con varios temas que provienen de los originales. El encargado de esta banda sonora es Howard Drossin, quien trabajó en títulos como Sonic 3, Sonic&Knuckles, Comix Zone, Dynamite Cop o Afro Samurai, y que consigue realizar un gran trabajo para transmitir el espíritu de la franquicia a través de las composiciones presentes en la banda sonora.
Por supuesto, no podemos olvidarnos del buen trabajo de doblaje que nos acompañará durante la aventura, con mención especial a la máscara, sardónica, cruel, misteriosa y provocativa. Los comentarios y diálogos de la máscara, sea sola o con Rick, la convierten en uno de los personajes más interesantes, y con diferencia, de esta aventura. Uno de los principales defectos del juego son sus tiempos de carga, bastante largos cada vez que morimos o cambiamos de fase, peo afortunadamente si no morimos no tendremos ninguna carga en todo lo que nos dure el nivel. En general un muy buen acabado técnico que está acompañado de una jugabilidad variada, con muchas cosas por hacer y elementos por desbloquear, en la que el mando de control responde a la perfección a nuestras indicaciones y los errores (como las caídas al vacío) se antojan más como un error nuestro que del juego.
Bueno
Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.