Nos repetimos, pero es que no hay otra forma de afrontar la dulce situación que se está viviendo últimamente en las plataformas descargables. Desde hace un par de años, no hay ni uno solo en el que el Xbox Live Arcade, el PlayStation Network, Steam, el AppStore o WiiWare (por citar los cinco más relevantes) no reciban un juego no sólo notable, sino sobresaliente y que termina colocándose entre lo mejor de lo lanzado en su respectivo año. No sólo en la categoría 'descargable', sino en general. Braid, el mayor ejemplo de cómo una obra independiente puede calar hondo y marcar un punto y a parte, fue el primero en obtener el beneplácito de la crítica y de los usuarios. Posteriormente le siguieron producciones como World of Goo o Machinarium, hechas con poco dinero pero con mucha pasión, dando como resultante juegos sencillamente fantásticos.
Es fácil establecer un paralelismo entre los videojuegos y el cine en relación a esta situación, si bien ciertas vendas impiden a la sociedad considerar a nuestro sector un arte: las producciones independientes, cada año, se cuelan entre las grandes sagas y licencias, llegando incluso a eclipsarlas en términos globales. Braid, Machinarium y World of Goo tienen tanto en común como Pequeña Miss Sunshine o Frozen River, estas últimas, películas intimistas, cercanas, humildes y deliciosamente conscientes de su categoría. Pese más o menos, toda esta tendencia de las obras personales e intransferibles adquirió cierta importancia con el ICO de Fumito Ueda en PlayStation 2 (si bien ya había otros ejemplos anteriores, evidentemente). Y Limbo, el juego del que nos toca hablar hoy, es de la misma escuela de los anteriormente citados, aunque por su forma de plasmar las situaciones, hermana con la forma de desarrollar videojuegos del cabecilla del Team ICO.
Vagando por un mundo sombrío Limbo ya acaparó la atención cuando fue mostrado hace más de dos años en unas imágenes enigmáticas y prometedoras. Ciertos usuarios comenzaron a darle un seguimiento y poco a poco la bola de nieve ha ido creciendo hasta la actualidad. Ayer el juego fue lanzado en el Xbox Live Arcade y a la espera de cifras oficiales, basándonos únicamente en el hecho de que en los marcadores online del título, con el juego completado (un 78%) hay unas 4000 personas, podríamos anticipar que ha sido todo un éxito. Sumémosle los que aún no lo han conseguido y encontraremos que un proyecto atractivo ha podido acabar siendo un éxito de ventas totalmente merecido, aunque jugándolo quede claro que la intención de sus desarrolladores, los daneses Playdead, va mucho más allá que la de hacerse ricos.
Ampliar
Arnt Jensen es el nombre del director de Limbo. Apuntadlo porque si le dejan podría llegar a ser un nuevo Fumito Ueda (ICO, Shadow of the Colossus), un Jonathan Blow (Braid) e incluso un Hideo Kojima (Metal Gear Solid, Zone of Enders). Limbo está cargado de aliento lírico, es un milagro como obra intelectual y como trabajo interactivo, es un vástago del que sentirse orgulloso, y ante todo es un trabajo personal, arriesgado, valiente y armónico. Partiendo de una base tremendamente simple, tanto o más que el tradicional 'rescata a la princesa', lo que se nos propone desde Playdead es asumir el control de un joven que iniciará una aventura a través del limbo, en busca de su hermana fallecida. Este punto de partida está inscrito en la descripción del producto y es la única forma de saber dónde y porqué empezamos la trama; lo aclaramos porque Limbo no posee diálogos, ni cuadros de texto. Por tener, no tiene ni interfaz.
Ampliar
Limbo es un cuadro expresionista en movimiento, en el que un personaje avanza a través del lienzo superando puzzles en una mecánica de juego tan clásica, y que sigue funcionando tan bien, que da rabia que muchos estudios renieguen de ella e intentan cargar sus productos con falsas promesas. La base: un puzzle con elementos de plataformas. Pero no hay que saltar sobre setas ni golpear cajas, todo lo que hay que hacer en Limbo es sobrevivir al entorno hostil, plagado de sombras y oscuridad, de trampas y criaturas del averno, esperando darnos caza. Nuestro objetivo es pues avanzar y superar desafíos al tiempo que vamos descubriendo más y más cosas del entorno, no así de una historia, pues Limbo es un juego que basa su potencial en transmitir sentimientos y emociones a través de la imagen. Justamente, lo que ocurría con el cine mudo, pero prescindiendo aquí del uso de intertítulos.
Ampliar
Limbo presenta un sistema de control sencillo, basado en el uso de tres acciones básicas: moverse, saltar y un botón de acción, que permite activar interruptores y otro tipo de elementos del escenario. Este entorno es clave para la consecución de los niveles, pues cada elemento de mismo puede ser interactivo. Debemos tener mucho ojo a la hora de avanzar, tener cuidado de que tras un matorral no haya un cepo, o que al bajar una cuesta no vaya a haber una caída. Se nos obliga desde el primer segundo de juego a estar alerta a lo que pueda pasar y a que pensemos rápidamente como reaccionar a las situaciones. Todo, repetimos, sin tutoriales ni innecesarios carteles explicativos, simplemente aprendiendo por nosotros mismos, como jugadores, mirando en lo más dentro de nosotros mismos para que lleguemos a plantearnos qué haríamos en la situación expuesta y no 'qué se haría en un videojuego'. La lógica retorcida de las aventuras gráficas está aquí presente, difuminada inteligentemente bajo una capa de aparente simplicidad.
Ampliar
Porque Limbo esconde mucho más de lo que aparenta en las imágenes, que ya es (por si mismo) más que suficiente. Pero hay más: secretos, objetos ocultos y otros elementos para potenciar la rejugabilidad del título están presentes en la aventura, algo completamente necesario si tenemos en cuenta el mayor problema del juego: su duración. Puede completarse un par de veces en dos tardes, pues difícilmente puede decirse que supere las cuatro horas. Afortunadamente, cada uno de los 24 capítulos en los que se divide el juego es sencillamente fantástico, de forma que rejugarlo para obtener logros u otro tipo de incentivos siempre se puede ver con buena cara. Braid tampoco era muy largo, habría que recordar, y aún así merecía cada Microsoft Point invertido en él. Aquí sucede lo mismo; 1200 Microsoft Points por menos de cuatro horas de juego. Parece caro; pero se compensa con creces.
Ampliar
Sólido a nivel jugable, apostando por el clasicismo y un aspecto sencillo bajo el que se esconden capas de profundidad en aspectos como la precisión o la lógica, el sentido a la hora de enfocar los puzles o la forma de integrarlos en el mapeado. Dejando esto al margen, Limbo destaca por su ambientación, soberbia, sin ningún tipo de duda magistral, apostando por una estética oscura, retorcida, que a los más jóvenes les recordará a la filmografía de Tim Burton pero que viene de mucho más atrás, del movimiento cinematográfico denominado expresionismo alemán, corriente a la que pertenecen Obras Maestras absolutas de la historia del séptimo arte, como Nosferatu o El gabinete del Doctor Caligari. Bebe también de la animación con sombras chinescas, cuyo mejor representante sería Las aventuras del Príncipe Achmed o, por temática y aspecto, el cortometraje The Mysterious Geographic Explorations of Jasper Morello de Anthony Lucas.
Ampliar
Ampliar